domingo, noviembre 30, 2014

Volver al amor, reflexiones en torno a un curso de milagros



LOS PRINCIPIOS

CAPÍTULO 1: EL INFIERNO.

«El infierno no tiene cabida en un mundo cuya hermosura puede todavía llegar a ser tan deslumbrante y abarcadora que sólo un paso la separa del Cielo.»

(Los textos citados directamente de “A Course in Miracles” se han colocado entre comillas angulares. Las citas que aparecen entre comillas altas son interpretaciones parafraseadas de dicha obra.)

1. LA OSCURIDAD

«Tu viaje hacia la oscuridad ha sido largo y penoso, y te has adentrado muy profundamente en ella.»

Lo que sucedió con mi generación fue que nunca crecimos. El problema no es que estemos perdidos o seamos apáticos, narcisistas o materialistas. El problema es que nos sentimos aterrados.

Muchos sabemos que tenemos lo que se necesita: la presencia, la educación, el talento, las credenciales... Pero en ciertos dominios estamos paralizados. No nos detiene algo de afuera, sino algo de adentro. Nuestra opresión es interna. No nos refrena el gobierno, ni el hambre ni la pobreza. No tenemos miedo de que nos envíen a Siberia. Tenemos miedo, y punto. Un miedo difuso. Tenemos miedo de que nuestra relación de pareja no sea la que necesitamos, o de que sí lo sea. Tenemos miedo de no gustar a los demás o de gustarles.

Tenemos miedo del fracaso o del éxito. Tenemos miedo de morirnos jóvenes y también de envejecer. Tenemos más miedo de la vida que de la muerte.

Se diría que habríamos de sentir cierta compasión por nosotros mismos, inmovilizados como estamos por cadenas emocionales, pero no es así. Sólo nos sentimos avergonzados de nosotros mismos, porque pensamos que a estas alturas deberíamos ser mejores. A veces cometemos el error de creer que los demás no tienen Tanto miedo como nosotros, y eso sólo sirve para asustarnos más. Quizás ellos sepan algo que nosotros no sabemos. Tal vez nos falte algún cromosoma.

En nuestros días está de moda culpar prácticamente de todo a los padres. Pensamos que por su culpa tenemos tan poca autoestima. Si ellos hubieran sido diferentes, estaríamos rebosantes de amor por nosotros mismos. Pero si te fijas bien en la forma en que te trataban tus padres, verás que -salvo casos extremos- cualquier maltrato que hayas recibido en el pasado de ellos era leve si lo comparas con la forma en que te maltratas tú hoy. Es verdad que quizá tu madre te haya dicho muchas veces:

Jamás serás capaz de hacer eso. Pero lo que tú te dices ahora es:

-Eres idiota. Nunca haces nada bien. La cagaste. Te odio.

Quizás ellos nos hayan tratado mal, pero nosotros somos crueles.

Nuestra generación se ha hundido en un autoaborrecimiento apenas disimulado. Y siempre, desesperadamente incluso, estamos buscando una salida, ya sea por la vía del crecimiento o por la de la huida. Tal vez con este diploma lo consigamos, o con este trabajo, este seminario, este terapeuta, esta relación, esta dieta o este proyecto. Pero con demasiada frecuencia la medicina no llega a curarnos, y las cadenas se hacen cada vez más gruesas y estrechas. Los mismos seriales se repiten con diferentes personas
en diferentes ciudades. Empezamos a darnos cuenta de que el problema somos, de alguna manera, nosotros mismos, pero no sabemos qué hacer con ese descubrimiento. No tenemos suficiente poder para frenarnos.

Todo lo saboteamos, todo lo abortamos: nuestra carrera, nuestras relaciones, hasta nuestros hijos. Bebemos, nos drogamos, controlamos, nos obsesionamos, co-dependemos, comemos en exceso, nos escondemos, atacamos... La forma no viene al caso. Somos capaces de encontrar un montón de maneras diferentes de expresar hasta qué punto nos odiamos.

Pero sin duda lo expresaremos. La energía emocional tiene que ir a alguna parte, y el autoaborrecimiento es una emoción poderosa. Si se vuelve hacia adentro, se convierte en nuestros infiernos personales: adicciones,
obsesiones, compulsiones, depresión, relaciones violentas, enfermedades... Proyectado hacia afuera, se convierte en nuestros infiernos colectivos: la violencia, la guerra, el crimen, la opresión... Pero todo es lo mismo; el infierno también tiene muchas mansiones.

Recuerdo, hace años, haber tenido una imagen mental que me asustó terriblemente. Veía a una niña, dulce e inocente, que llevaba un delantal blanco de organdí, acorralada contra la pared, gritando desesperadamente.

Una mujer maligna e histérica le atravesaba repetidas veces el corazón con un cuchillo. Yo sospechaba que era ambos personajes, que los dos vivían como fuerzas psíquicas dentro de mí. A medida que pasaban los

años, iba sintiendo cada vez más miedo de aquella mujer del cuchillo. Era algo activo dentro de mí. Escapaba totalmente de mi control, y yo tenía la sensación de que quería matarme.

Cuando estaba más desesperada, busqué un montón de maneras de salir de mi infierno personal. Leí libros sobre la forma en que la mente crea nuestra experiencia, sobre cómo el cerebro es una especie de ordenador biológico que elabora cualquier información que introduzcamos en él con nuestros pensamientos. «Piensa en el éxito y lo alcanzarás», «Si esperas fracasar lo conseguirás», leía. Pero por más que me esforzaba en cambiar mis pensamientos, seguía volviendo a los que más me dolían. Se produjeron avances pasajeros: me esforzaba por tener una actitud más positiva, por recuperarme y conocer a otro hombre o conseguir un nuevo trabajo.

Pero volvía siempre a la pauta familiar de traicionarme a mí misma. Finalmente me portaba de una manera odiosa con el hombre o saboteaba el trabajo. Perdía cinco kilos y los recuperaba rápidamente, aterrorizada por
la sensación de parecer atractiva. Lo único que me asustaba más que no llamar la atención de los hombres era provocarla en exceso. El surco del sabotaje era profundo, y su funcionamiento automático. Es cierto que podía
cambiar mis pensamientos, pero no de forma permanente. Y no hay más que una variante de desesperación peor que «Cielos, metí la pata», y es «Cielos, la volví a meter».

Mis pensamientos dolorosos eran mis demonios, y los demonios son insidiosos. Por mediación de diversas técnicas terapéuticas, llegué a estar muy al tanto de mis propias neurosis, pero eso no necesariamente las
exorcizaba. La basura no se iba; simplemente se refinaba. A veces le explicaba a alguien cuáles eran mis puntos débiles, y usaba un lenguaje tan consciente que sin duda esa persona debía pensar que evidentemente yo me conocía muy bien y que jamás volvería a hacer aquello.

Pero sí que lo hacía. Reconocer mis debilidades no era más que una manera de desviar la atención. Y entonces perdía los estribos y me comportaba de una manera atroz y escandalosa con tal rapidez y naturalidad que nadie, y yo menos que nadie, podía hacer nada para detenerme antes de haber arruinado por completo una situación. Decía exactamente las palabras que harían que mi pareja me abandonara, o me diera una bofetada, o las precisas para que me despidieran del trabajo, o algo peor. En aquel entonces jamás se me ocurrió pedir un milagro.

Aunque, en realidad, no habría sabido qué era un milagro, ya que los ponía en la categoría de la basura pseudomístico-religiosa. No sabía, hasta que leí Un curso de milagros, que es razonable pedir un milagro. No sabía que no es más que un cambio en la manera de percibir.

Una vez estuve en una reunión de personas que seguían un programa de 12 Pasos y le pedían a Dios que las librara del deseo de beber. Yo nunca había tenido ningún comportamiento adictivo en particular. Lo que me estaba haciendo polvo no era el alcohol, ni tampoco otras drogas; era mi personalidad en general, esa mujer histérica que llevaba dentro. Para mí, mi negatividad era tan destructiva como el alcohol para el alcohólico.

Cuando se trataba de encontrarme yo misma la yugular, era una artista. Era como si fuera adicta a mi propio dolor. ¿Podía pedirle a Dios que me ayudara con aquello? Se me ocurrió que, lo mismo que con cualquier otro comportamiento adictivo, quizás un poder mayor que yo misma podría cambiar completamente las cosas, algo que no habían podido hacer ni mi intelecto ni mi fuerza de voluntad. Entender lo que había sucedido cuando tenía tres años no había sido suficiente para liberarme. Los problemas que yo pensaba que finalmente desaparecerían, seguían empeorando año tras año. No había evolucionado emocionalmente tal como debería haberlo hecho, y lo sabía. Era como si hubiera habido un corto circuito en algún profundo lugar de mi cerebro.

Como muchas otras personas de mi generación y mi cultura, había perdido el rumbo hacía muchos años y, en ciertos sentidos, simplemente nunca llegué a crecer. Hemos tenido la postadolescencia más larga de la historia. Como víctimas de una parálisis emocional, necesitamos retroceder unos pocos pasos para seguir avanzando. Necesitamos que alguien nos enseñe los elementos básicos.

En cuanto a mí, me metiera donde me metiera, siempre había pensado que podía arreglármelas sola para salir del lío. Era lo bastante guapa, o lo bastante lista, o tenía suficiente talento o inteligencia... y si nada de eso me servía, podía llamar a mi padre para pedirle dinero. Pero finalmente me metí en tantos líos que comprendí que necesitaba más ayuda de la que yo
sola podía conseguir. En las reuniones de los programas de 12 Pasos seguía oyendo decir que un poder más grande que yo podía hacer por mí lo que yo no podía hacer sola. No me quedaba nada más que hacer ni nadie más a quien llamar.

Finalmente, el miedo llegó a ser tan grande que ya no me sentí demasiado moderna para decir: «Dios, por favor, ayúdame».

OSHO, ¿Qué sucedío cuando te iluminaste?




"Me reí, una risa estruendosa, viendo el completo absurdo del intento de ser iluminado. El asunto entero es ridículo porque nosotros nacemos iluminados, y tratar de hacer algo que ya es el caso, es la cosa más absurda. Si tú ya lo tienes, no puedes lograrlo; solamente pueden ser logradas aquellas cosas que no tienes, que no son partes intrínsecas de tu ser.
Pero la iluminación es tu naturaleza más profunda.
Justo antes del veintiuno de marzo de 1953, siete días antes, dejé de trabajar en mí mismo.
Llega un momento en que vez la completa futilidad del esfuerzo.
Has hecho todo lo que puedes hacer y nada está sucediendo. Has hecho todo lo que es humanamente posible.

Luego ...¿Qué más puedes hacer?

En completa impotencia uno abandona toda la búsqueda.
Y el día que la búsqueda terminó, el día en que no estuve buscando nada, el día en que no estaba esperando que sucediera algo, empezó a suceder.
Una nueva energía despertó fuera de ningún lugar.
No venía de origen alguno. Venía de ningún lugar y de todos los lugares. Estaba en los árboles, en las rocas y en el cielo y en el sol y en el aire estaba por todos lados. Y yo que había estado buscando muy duro, pensaba que se encontraba muy lejos. Y estaba tan cerca y tan junto.

Esa noche…y desde esa noche nunca más he estado en el cuerpo. Yo estoy envolviéndolo, alrededor de él.
Me volví tremendamente poderoso y al mismo tiempo muy frágil. Me volví muy fuerte, pero esa fuerza no es la fuerza de un Mohammed Ali.
Esa fuerza no es la fuerza de una roca, esa fuerza es la fuerza de una rosa ..tan frágil en su fuerza…tan frágil, tan sensible, tan delicada.

"El día en que me iluminé" simplemente significa el día en que me di cuenta de que no había nada que lograr, no hay ningún lugar a dónde ir, no hay nada que hacer. Ya somos divinos y ya somos perfectos tal y como somos. Ninguna mejora es necesaria, absolutamente ninguna. Dios nunca crea alguien imperfecto. Incluso si tú te cruzas con un hombre imperfecto, veras que su imperfección es perfecta. Dios nunca crea algo imperfecto.
Recuerda, desde ese día en realidad nunca he vuelto a estar en el cuerpo; sólo un delicado hilo me une al cuerpo. Y estoy continuamente sorprendido de que de alguna forma el Todo debe estar deseando que permanezca aquí, porque no estoy más aquí con mi propia fuerza, No estoy más aquí por mí mismo. Debe ser el deseo del Todo de mantenerme aquí, de permitirme demorarme un poco más aquí, en esta orilla. Tal vez el Todo quiere que comparta algo con ustedes a través de mí.
Esa noche yo me convertí en vacío y me llené. Me convertí en no existencial y me convertí en existencia.

Esa noche morí y renací.

Pero el que ha renacido no tiene nada que ver con el que murió, es algo discontinuo. En la superficie parece continuo pero es discontinuo. El que murió, murió totalmente; nada de él ha quedado.
Créeme, nada de él ha quedado, ni siquiera la sombra. Murió totalmente, profundamente. No es que yo haya sido modificado, transformado, una forma transformada, la forma trasformada de la anterior. No, no ha habido continuidad. Ese veintiuno de marzo, la persona que había vivido por muchas muchas vidas, por milenios, simplemente murió. Otro ser, absolutamente nuevo, no conectado en absoluto con el anterior, empezó a existir.
Esa noche la muerte fue total.
Fue una cita con la muerte y con Dios simultáneamente.
OSHO

sábado, noviembre 29, 2014

Encontrar el lado positivo del fracaso



¡Oh gran espíritu!, 
cuya voz escucho en el viento
y cuyo aliento da vida a todo el universo.

¡Escúchame, vengo a ti!
Soy pequeño y débil,
soy uno de tus muchos hijos
necesito tu fuerza y tu sabiduría
para caminar entre la belleza
haz que mis ojos admiren
el rojo y el púrpura de la puesta de sol.

Haz que mis manos respeten
lo que tú has creado
y agudiza mis oídos para oír tu voz.
Hazme sabio para así reconocer la sabiduría
y así comprender todas las lecciones
que has escondido en cada hoja y en cada roca.

Dame tu fuerza
no para ser superior a mis hermanos
sino para ser diestro en combatir
con mi peor enemigo: yo mismo.
Haz que siempre esté dispuesto
a llegar a ti con las manos limpias y la mirada recta
así, cuando la vida se apague
como la luz de la puesta del sol
mi espíritu pueda ir ante ti sin ningún pudor









martes, noviembre 25, 2014

Adios a la ira- Wayne W. Dyer





El único antídoto para la ira es la eliminación de la frase interna "Si sólo fueras más parecido a mí".

¿Tienes mal genio? Tal vez aceptes la ira como parte integrante de tu vida, pero ¿reconoces, que de hecho no sirve a ningún fin útil? Quizá justificas tu mal humor diciendo cosas como "Es muy humano" o "Si no me desahogo expresándolo me lo guardaré dentro mío y se me convertirá en una úlcera". Pero la ira, el mal humor es una parte de ti mismo que no te gusta y, casi está de más decirlo, tampoco le gusta a la demás gente.

La ira no es algo "muy humano". No tienes por qué sentirla, y no sirve a ninguno de los propósitos relacionados con el que tú seas una persona feliz y realizada. Es una zona errónea, una especie de gripe psicológica que te incapacita igual que puede hacerlo una enfermedad.

Definamos el término ira. En el sentido que lo usamos en este capítulo se refiere a una reacción inmovilizante, una reacción que se experimenta cuando nos falla algo que esperábamos, algo con que contábamos. Toma la forma de rabia, hostilidad, de agresión contra alguien o incluso de silencio amenazante. No se trata simplemente de un enfado o irritación. Una vez más la palabra clave es inmovilidad. La ira es inmovilizante y por lo general proviene del deseo de que el mundo y la gente sean diferentes a lo que realmente son.

La ira es una elección y un hábito. Es una reacción aprendida ante la frustración y a resultas de la cual te comportas como preferirías no hacerlo. De hecho, la ira profunda es una forma de locura. Se es loco cuando no se puede controlar el propio comportamiento. Así pues, cuando estás enfadado y pierdes el control, sufres una locura temporal.

La ira no tiene retribuciones ni compensaciones psicológicas. Tal como la definimos aquí, la ira es debilitante. Físicamente puede producir hipertensión, úlceras, urticaria, palpitaciones cardíacas, insomnio, cansancio e incluso enfermedades cardíacas. Psicológicamente, la ira acaba con las relaciones afectivas; interfiere con la comunicación; conduce a la culpabilidad y la depresión y en general interfiere con tu vida. Quizá te sientas escéptico ante esto, puesto que siempre has oído decir que es más sano expresar la ira que guardarla embotellada dentro de ti. Sí, realmente la expresión de tu ira es más saludable que su represión. Pero existe una postura aún más sana: no sentir esa ira en absoluto. En este caso, no tendrás que enfrentarte con el dilema de si será mejor echarla fuera o guardarla adentro.

Como todas las emociones, la ira es un resultante del pensamiento. No es algo que simplemente te sucede. Cuando te enfrentas con circunstancias que no van por donde tú quisieras que vayan, te dices a ti mismo que las cosas no deberían ser así (frustración) y entonces eliges la acostumbrada reacción de enfado que sirve a un propósito. Y mientras aceptes la ira como parte de lo que significa ser un ser humano, tendrás razón en aceptarla y en evitar ocuparte de su eliminación.

Sin la menor duda, desfoga tu ira, desahógate, déjala salir en formas que no sean destructivas (si sigues decidido a conservarla). Pero empieza a pensar en ti mismo como en alguien que puede aprender a pensar de manera diferente cuando se siente frustrado, de modo que la ira inmovilizante pueda ser reemplazada por emociones más gratificantes y positivas. Lo más posible es que seguirás sintiendo rabia, irritación y desilusión, ya que el mundo no será nunca como tú quieres que sea. Pero la ira, esa respuesta emocional tan perjudicial, puede ser eliminada.

Es posible que defiendas el caso de la ira porque te sirve para conseguir lo que quieres. Bueno, observa la cosa con un poco más de atención. Si lo que quieres decir es que si levantas la voz o pones cara de furia te ayudará a evitar que tu hija de dos años juegue en la calle donde puede hacerse daño, entonces levantar la voz es una estrategia excelente. Sólo se convierte en ira cuando te sientes realmente perturbado, cuando te acaloras y aumentan las pulsaciones de tu corazón, cuando arrojas objetos y quedas inmovilizado en general por un tiempo, cualquiera que sea.

No dejes de seleccionar estrategias personales que reforzarán el comportamiento apropiado, pero no aceptes todo el dolor interno que esto puede significar. Puedes aprender a pensar de esta manera: "El comportamiento de la niña es peligroso para ella. Quiero hacerla ver que no se tolerará que juegue en la calle. Levantaré la voz para demostrarle la fuerza de mis sentimientos al respecto. Pero no me enfadaré".

Considera a una madre típica que no puede realizar este despliegue controlado de enfado. Se siente constantemente molesta por el mal comportamiento reiterado de sus hijos. Pareciera como que mientras más se molesta ella, peor se portan ellos. Los castiga; los manda a su habitación; grita constantemente y está casi siempre en estado de irritación, como "en pie de guerra", cuando trata con sus hijos. Su vida como madre es una batalla. Lo único que sabe es gritar y por las noches se siente destrozada emocionalmente, agotada al cabo de un día en el campo de batalla.

Entonces ¿por qué se portan así los niños cuando saben cómo va a reaccionar mamá? Porque la ironía de la ira es que nunca logra cambiar a los demás: sólo consigue intensificar el deseo de la otra persona de controlar a la persona enfadada. Escucha lo que dirían los niños de quienes ahora hablamos si pudieran formular sus motivos para portarse mal.

"¿Ves lo que hace enfurecer a mamá? No tienes más que decir esto, o hacer esto otro, y podrás controlarla haciendo que le de uno de sus ataques. Puede que te tengas que quedar encerrado en tu habitación unas horas o unos momentos, ¡pero mira lo que consigues! ¡El total dominio emocional de su persona y a precio tan bajo! Ya que tenemos tan poco poder sobre ella, hagamos esto más a menudo y veremos cómo se enloquece con nuestro comportamiento."

La ira, cuando se usa en cualquier tipo de relación, impulsa a la otra persona a que siga actuando como lo ha hecho hasta ahora. Si bien el provocador aparenta estar asustado, por otro lado sabe muy bien que puede enfadar a la otra persona cuando quiera, y de esa manera ejercer sobre ella el mismo tipo de autoridad vengativa que cree tener el iracundo.

Cada vez que eliges enfadarte debido al comportamiento de otra persona, la estás privando de su derecho de ser lo que ella escoja. Dentro de tu cabeza está la frase neurótica: "Por qué no eres más parecido a mí?

Entonces te querría y me gustarías en vez de enfadarme". Pero los demás no serán nunca como tú quieres que sean, todo el tiempo por lo menos. Gran parte del tiempo las cosas y la gente serán distintas a lo que tú quisieras que fueran. Así es el mundo. Y la posibilidad de cambiarlo es nula. De modo que cada vez que optas por la rabia cuando te enfrentas con alguien o con algo que no te gusta, optas a la vez por dejarte herir o inmovilizarte de alguna manera por culpa de la realidad. Ahora bien, eso es una tontería.

Molestarte por cosas que no van a cambiar nunca. En vez de escoger la ira, puedes empezar a pensar en los demás como en seres que tienen derecho a ser diferentes a lo que tú quisieras que fueran. Puede que no te guste que así sea, pero no tienes por qué enfadarte por ello. La ira sólo los alentará a seguir siendo como son y te provocará todas las tensiones físicas y las torturas mentales que describimos antes. La elección está en tus manos realmente. La ira o un nuevo enfoque que te ayude a eliminar la necesidad de la ira.

Quizá te ves a ti mismo en el campo contrario, esto es, alguien que siente mucha rabia, pero que nunca ha tenido el valor de expresarla. Te la guardas y nunca dices nada, trabajándote esas dolorosas úlceras y viviendo tus momentos presentes con gran cantidad de ansiedad. En realidad no eres la otra cara de la persona que chilla y despotrica. Tienes las mismas frases en tu cabeza respecto a la gente y las cosas, que deberían ser como tú quieres. Si lo fueran, ése es tu razonamiento, no sentirías rabia, no te enfadarías. Ésta es una lógica equivocada y el secreto para deshacerte de tus tensiones radica en destruirla. Aunque quieras aprender a expresar tu furia contenida en vez de guardártela, la meta final debe ser aprender a pensar en forma diferente para no crear esa furia. Pensamientos internos como éste: "Si él quiere hacer el tonto, yo no voy a elegir molestarme por ello. Es él, no yo, el que se comporta de esa manera estúpida". O, "Las cosas no funcionan como yo creo que deberían hacerlo. Y aunque no me gusta, no voy a dejarme inmovilizar por ello". Aprender a expresar tu ira con valentía por medio de nuevas formas de comportamiento como las que hemos tratado en este libro, será un buen primer paso. Luego, pensar de forma diferente que te ayude a trasladarte del compartimento externo de tu salud mental al interno. El rehusar apoderarte del comportamiento de cualquier otra persona es el último paso, el objetivo final. Puedes aprender a evitar que el comportamiento y las ideas de otra gente tengan el poder de perturbarte y molestarte.

Extracto de "Tus zonas erróneas" - Wayne W. Dyer

lunes, noviembre 24, 2014

Volver al amor, reflexiones en torno a un curso de milagros



PRIMERA PARTE

LOS PRINCIPIOS

CAPÍTULO 1: EL INFIERNO

«El infierno no tiene cabida en un mundo cuya hermosura puede todavía llegar a ser tan deslumbrante y abarcadora que sólo un paso la separa del Cielo.»
(Los textos citados directamente de “A Course in Miracles” se han colocado entre comillas angulares. Las
citas que aparecen entre comillas altas son interpretaciones parafraseadas de dicha obra.)

1. LA OSCURIDAD

«Tu viaje hacia la oscuridad ha sido largo y penoso, y te has adentrado muy profundamente en ella.» Lo que sucedió con mi generación fue que nunca crecimos. El problema no es que estemos perdidos o seamos apáticos, narcisistas o materialistas. El problema es que nos sentimos aterrados.

Muchos sabemos que tenemos lo que se necesita: la presencia, la educación, el talento, las credenciales... Pero en ciertos dominios estamos paralizados. No nos detiene algo de afuera, sino algo de adentro. Nuestra opresión es interna. No nos refrena el gobierno, ni el hambre ni la pobreza. No tenemos miedo de que nos envíen a Siberia. Tenemos miedo, y punto. Un miedo difuso. Tenemos miedo de que nuestra relación de pareja no sea la que necesitamos, o de que sí lo sea. Tenemos miedo de no gustar a los demás o de gustarles.
Tenemos miedo del fracaso o del éxito. Tenemos miedo de morirnos jóvenes y también de envejecer. Tenemos más miedo de la vida que de la muerte.
Se diría que habríamos de sentir cierta compasión por nosotros mismos, inmovilizados como estamos por cadenas emocionales, pero no es así. Sólo nos sentimos avergonzados de nosotros mismos, porque pensamos que a estas alturas deberíamos ser mejores. A veces cometemos el error de creer que los demás no tienen Tanto miedo como nosotros, y eso sólo sirve para asustarnos más. Quizás ellos sepan algo que nosotros no sabemos. Tal vez nos falte algún cromosoma.

En nuestros días está de moda culpar prácticamente de todo a los padres. Pensamos que por su culpa tenemos tan poca autoestima. Si ellos hubieran sido diferentes, estaríamos rebosantes de amor por nosotros mismos. Pero si te fijas bien en la forma en que te trataban tus padres, verás que -salvo casos extremos- cualquier maltrato que hayas recibido en el pasado de ellos era leve si lo comparas con la forma en que te maltratas tú hoy. Es verdad que quizá tu madre te haya dicho muchas veces:Jamás serás capaz de hacer eso. Pero lo que tú te dices ahora es:

-Eres idiota. Nunca haces nada bien. La cagaste. Te odio.
Quizás ellos nos hayan tratado mal, pero nosotros somos crueles.
Nuestra generación se ha hundido en un autoaborrecimiento apenas disimulado. Y siempre, desesperadamente incluso, estamos buscando una salida, ya sea por la vía del crecimiento o por la de la huida. Tal vez con este diploma lo consigamos, o con este trabajo, este seminario, este terapeuta, esta
relación, esta dieta o este proyecto. Pero con demasiada frecuencia la medicina no llega a curarnos, y las cadenas se hacen cada vez más gruesas y estrechas. Los mismos seriales se repiten con diferentes personas
en diferentes ciudades. Empezamos a darnos cuenta de que el problema somos, de alguna manera, nosotros mismos, pero no sabemos qué hacer con ese descubrimiento. No tenemos suficiente poder para frenarnos.
Todo lo saboteamos, todo lo abortamos: nuestra carrera, nuestras relaciones, hasta nuestros hijos. Bebemos, nos drogamos, controlamos, nos obsesionamos, co-dependemos, comemos en exceso, nos escondemos, atacamos... La forma no viene al caso. Somos capaces de encontrar un montón de maneras diferentes de expresar hasta qué punto nos odiamos.

Pero sin duda lo expresaremos. La energía emocional tiene que ir a alguna parte, y el autoaborrecimiento es una emoción poderosa. Si se vuelve hacia adentro, se convierte en nuestros infiernos personales: adicciones,
obsesiones, compulsiones, depresión, relaciones violentas, enfermedades... Proyectado hacia afuera, se convierte en nuestros infiernos colectivos: la violencia, la guerra, el crimen, la opresión... Pero todo es lo mismo; el infierno también tiene muchas mansiones.Recuerdo, hace años, haber tenido una imagen mental que me asustó terriblemente. Veía a una niña, dulce e
inocente, que llevaba un delantal blanco de organdí, acorralada contra la pared, gritando desesperadamente. 

Una mujer maligna e histérica le atravesaba repetidas veces el corazón con un cuchillo. Yo sospechaba que era ambos personajes, que los dos vivían como fuerzas psíquicas dentro de mí. A medida que pasaban los
años, iba sintiendo cada vez más miedo de aquella mujer del cuchillo. Era algo activo dentro de mí. Escapaba totalmente de mi control, y yo tenía la sensación de que quería matarme.

Cuando estaba más desesperada, busqué un montón de maneras de salir de mi infierno personal. Leí libros sobre la forma en que la mente crea nuestra experiencia, sobre cómo el cerebro es una especie de ordenador
biológico que elabora cualquier información que introduzcamos en él con nuestros pensamientos. «Piensa en el éxito y lo alcanzarás», «Si esperas fracasar lo conseguirás», leía. Pero por más que me esforzaba en cambiar
mis pensamientos, seguía volviendo a los que más me dolían. Se produjeron avances pasajeros: me esforzaba por tener una actitud más positiva, por recuperarme y conocer a otro hombre o conseguir un nuevo trabajo.
Pero volvía siempre a la pauta familiar de traicionarme a mí misma. Finalmente me portaba de una manera odiosa con el hombre o saboteaba el trabajo. Perdía cinco kilos y los recuperaba rápidamente, aterrorizada por la sensación de parecer atractiva. Lo único que me asustaba más que no llamar la atención de los hombres era provocarla en exceso. El surco del sabotaje era profundo, y su funcionamiento automático. Es cierto que podía cambiar mis pensamientos, pero no de forma permanente. Y no hay más que una variante de desesperación
peor que «Cielos, metí la pata», y es «Cielos, la volví a meter».

Mis pensamientos dolorosos eran mis demonios, y los demonios son insidiosos. Por mediación de diversas técnicas terapéuticas, llegué a estar muy al tanto de mis propias neurosis, pero eso no necesariamente las exorcizaba. La basura no se iba; simplemente se refinaba. A veces le explicaba a alguien cuáles eran mis
puntos débiles, y usaba un lenguaje tan consciente que sin duda esa persona debía pensar que evidentemente yo me conocía muy bien y que jamás volvería a hacer aquello.

Pero sí que lo hacía. Reconocer mis debilidades no era más que una manera de desviar la atención. Y entonces perdía los estribos y me comportaba de una manera atroz y escandalosa con tal rapidez y naturalidad que nadie, y yo menos que nadie, podía hacer nada para detenerme antes de haber arruinado por completo una situación. Decía exactamente las palabras que harían que mi pareja me abandonara, o me diera una bofetada, o las precisas para que me despidieran del trabajo, o algo peor. En aquel entonces jamás se me
ocurrió pedir un milagro.

Aunque, en realidad, no habría sabido qué era un milagro, ya que los ponía en la categoría de la basura pseudomístico-religiosa. No sabía, hasta que leí Un curso de milagros, que es razonable pedir un milagro. No sabía que no es más que un cambio en la manera de percibir.

Una vez estuve en una reunión de personas que seguían un programa de 12 Pasos y le pedían a Dios que las librara del deseo de beber. Yo nunca había tenido ningún comportamiento adictivo en particular. Lo que me estaba haciendo polvo no era el alcohol, ni tampoco otras drogas; era mi personalidad en general, esa mujer histérica que llevaba dentro. Para mí, mi negatividad era tan destructiva como el alcohol para el alcohólico. 

Cuando se trataba de encontrarme yo misma la yugular, era una artista. Era como si fuera adicta a mi propio dolor. ¿Podía pedirle a Dios que me ayudara con aquello? Se me ocurrió que, lo mismo que con cualquier otro comportamiento adictivo, quizás un poder mayor que yo misma podría cambiar completamente las cosas, algo que no habían podido hacer ni mi intelecto ni mi fuerza de voluntad. Entender lo que había sucedido cuando
tenía tres años no había sido suficiente para liberarme. Los problemas que yo pensaba que finalmente desaparecerían, seguían empeorando año tras año. No había evolucionado emocionalmente tal como debería haberlo hecho, y lo sabía. Era como si hubiera habido un corto circuito en algún profundo lugar de mi cerebro. 

Como muchas otras personas de mi generación y mi cultura, había perdido el rumbo hacía muchos años y, en ciertos sentidos, simplemente nunca llegué a crecer. Hemos tenido la postadolescencia más larga de la historia. Como víctimas de una parálisis emocional, necesitamos retroceder unos pocos pasos para seguir avanzando. Necesitamos que alguien nos enseñe los elementos básicos.

En cuanto a mí, me metiera donde me metiera, siempre había pensado que podía arreglármelas sola para salir del lío. Era lo bastante guapa, o lo bastante lista, o tenía suficiente talento o inteligencia... y si nada de eso me servía, podía llamar a mi padre para pedirle dinero. Pero finalmente me metí en tantos líos que comprendí que necesitaba más ayuda de la que yo sola podía conseguir. En las reuniones de los programas de 12 Pasos seguía oyendo decir que un poder más grande que yo podía hacer por mí lo que yo no podía hacer sola. No me quedaba nada más que hacer ni nadie más a quien llamar. 

Finalmente, el miedo llegó a ser tan grande que ya no me sentí demasiado moderna para decir: «Dios, por favor, ayúdame».

Eckhart Tolle y un curso de milagros




Este vídeo es útil para ti si no conoces un curso de milagros, si nunca lo haz leído. También para ti que lo conoces, lo haz leído o en este momento te encuentras realizando sus lecciones.

El texto fue canalizado a través de una psicóloga clínica norteamericana. Quien al principio pensó que estaba enloqueciendo, con un compañero descubre que se trata de un contenido de gran sabiduría, una revelación para la humanidad.

Es posible que al aproximarte al texto te sientas atraído poderosamente y que te atrape. O por el contrario no lo entiendas y te genere resistencia. Está bien todo lo que sucede. Si no te conectas con el texto y , te parece complejo, suéltalo tranquilamente, es otro el camino que está diseñado para ti.

sábado, noviembre 22, 2014

HASTA ​​QUÉ PUNTO LOS DEFECTOS QUE ADJUDICAMOS A NUESTRA PAREJA SON LOS NUESTROS


Un hombre entra a un bar y pide dos whiskys, uno para él y uno para su amigo que no está, y se los bebe. Regresa cada día para repetir la misma cosa. Al cabo de un tiempo, llega un poco triste y sólo pide un whisky. El barman le pregunta: “¿Hoy no quiere un whisky para su amigo?” El hombre le responde “No, mi amigo ha dejado de beber”.

Este chiste es interesante: habla de una pareja. En ella existe la persona real que comparte nuestra vida, y la misma persona pero imaginaria que habita en nuestro espíritu. Como es imposible conocer a un ser humano totalmente -porque él mismo es incapaz de conocerse totalmente- le implantamos nuestra visión interior, que es limitada porque corresponde a nuestra manera de ver a los seres y a las cosas… Si queremos que nuestra pareja mejore, lo primero que tenemos que hacer, es revisar la imagen que tenemos de ella y darnos cuenta hasta qué punto los defectos que le adjudicamos son los nuestros. Si nos damos clara cuenta de esto, le diremos a la persona real:

“Te prometo que te dejaré ser lo que en verdad eres, y no lo que yo quiero que tú seas. De ninguna manera trataré de que seas como yo, de que veas el mundo a través de mis ojos. Nunca te culpabilizaré por no responder a mis exigencias narcisistas. Cuando tú eres lo que eres, sin permitirme que yo te impida de serlo, enriqueces mi vida…

“Te prometo que te respetaré siempre, dejando que me ames de la manera en que tú amas. Me doy cuenta que todas las personas que buscan a su “alma gemela” tienen un nudo homosexual no resuelto. Buscan a alguien completamente igual, un espejo. Cuando amamos de verdad buscamos la diferencia complementaria…

“En el terreno sexual, te permitiré que desees lo que naturalmente deseas. No haré un drama porque rechazas una solicitud mía. En la sexualidad hay cuatro vías: la oral, la vaginal, la anal, la manual. Tú tienes el derecho de pedir lo que te satisface, sea el fantasma erótico que sea, y también tienes el derecho de decirme no. Si esto sucede, ambos tenemos el derecho de buscar satisfacción con otras personas, sin que esto signifique la ruptura de nuestra pareja…

“En el terreno material, te prometo que nunca invadiré tu espacio personal, tu rincón de soledad secreta. Respetaré tu territorio, así como tú respetarás el mío. Hacer todo juntos, como dos animales en fusión, es una enfermedad. Tendremos un territorio común, pero siempre conservando un espacio personal donde podremos aislarlos cuando tengamos necesidad de reencontrarnos con nosotros mismos… Si trabajas, estaré feliz de tu prosperidad, sin ponerme en competencia con ella. Aceptaré tu creatividad, la admiraré, pero sin intervenir en ella queriendo ser tu sola inspiración.

“Si realizamos todo esto, tendremos una prosperidad sana, una vida sexual sana, un amor sano y pensamientos sanos… “  
Alejandro Jodorowsky

Del grande, Carl Gustav Jung




Si, porque cada vez que estoy frente a un ser humano que tiene la valentía y el coraje de abrirme su corazón, siento que estoy pisando tierra sagrada. Ps. Luz Marina Hoy os Duque

martes, noviembre 18, 2014

"Te amo tal como eres" Osho


"Yo solía ir a caminar todos los días con uno de mis profesores. Un día cuando veníamos de regreso, otro profesor nos encontró en el camino. Él iba de ida, nosotros estábamos regresando. Él me conocía, pero no conocía a mi profesor. Mi profesor era muy nuevo, había llegado apenas al departamento dos, tres días atrás. Entonces me preguntó, “¿Vienes por aquí todos los días?” Yo dije, “Sí, vengo todos los días. Y por tres días mi profesor también ha estado viniendo conmigo.” Mi profesor se veía molesto. Yo le pregunté, “¿Qué pasa? Te ves enojado.” Él dijo, “Ciertamente. Tú vienes conmigo, y dices que yo vengo contigo.” Yo dije, “Eso en realidad es cierto. ¿Cómo puede un profesor venir con el estudiante? Es siempre el estudiante quien viene con el profesor. Así que perdóname. Pero esto simplemente demuestra que tú eres un idiota; y desde mañana no vendrás conmigo.”

La gente es extraña. Yo había estado ahí por tres años. Él había estado ahí sólo por tres días, pero quería escuchar que yo iba con él. Sólo el ego quiere satisfacciones por todos lados. Entonces sucede que cuando sientes que yo estoy diciendo algo que satisface tus expectativas estás conmigo, tu corazón late conmigo, estás a tono conmigo. No. Por favor perdóname por ser franco y directo – sólo yo estoy contigo. Pronto algo sucede – yo digo algo, hago algo – y tu corazón ya no está latiendo más conmigo.

Entonces recuerda una cosa: Cuando estás conmigo, entonces es un continuo, sin ninguna pausa. Lo que yo digo, lo que yo hago, no importa, porque tú no eres un juez. Me amas tal como soy. Yo no te juzgo. Te amo tal como eres. Y si eso cambia, entonces recuerda que es un juicio, y en lugar de ir conmigo, estás tratando de arrastrarme contigo. Y esto no es muy amoroso.
Yo puedo ir contigo, pero tú estás en la oscuridad y vas a guiarme a la oscuridad. Yo no tengo problema en ir contigo. Tú no puedes destruir mi luz; yo puedo destruir tu oscuridad.

Yo no puedo perder nada por ir contigo. Tú vas a tener que perder muchas cosas por venir conmigo. Y cuando tú amas a alguien, estás listo para perder cualquier cosa, todo, incluso a ti mismo. Al momento en que estás listo para perderte a ti mismo, la amistad es completa. Y entonces ahí hay enorme belleza.

Osho, The Last Testament, Volume 3, Chapter 23

miércoles, noviembre 12, 2014

Atreverse








Abandona tu comodidad, enfrenta tus miedos e inseguridades,  sólo así, comenzarás a volar... Si sientes que la vida no tiene sentido, que los problemas te están acabando, haz tuya esta parábola:

 "Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo. Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y el se dio cuenta de que iba a morir. En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado como volar, pero enfrentó el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso." Anónimo.

lunes, noviembre 10, 2014

"El funeral del No puedo"


Así es, el inconsciente no tiene sentido del humor y cuando dices o piensas algo, sin análisis alguno, lo toma literal. Verbalizar o pensar no puedo nos ancla en los terrenos de la imposibilidad

Hay una historia muy bella en uno de los libros de Jack Canfield, Chocolate caliente para el alma que hoy te traigo. Como los chicos de esta historia ármate de lápiz y papel en un espacio tranquilo vacía TODOS tus no puedo. Luego hazles un pomposo sepelio, para que jamás te vuelvan a perturbar.


DESCANSA EN PAZ: "El funeral del No puedo"

La clase de cuarto grado de Donna se parecía a muchas que he visto en el pasado. Ese día me senté en un asiento al fondo de la clase.

Todos los alumnos estaban trabajando en una tarea que consistía en llenar una hoja de cuaderno con pensamientos e ideas.

La alumna de diez años que estaba cerca de mí, estaba llenando su página con 'No puedo':

-No puedo patear la pelota más allá de la segunda línea.

-No puedo hacer una división más larga de tres números.

-No puedo comer solamente una galletita...

Había llenado media página y no tenía signos de parar. Caminé por el salón mirando las hojas de los otros niños y todos describían las cosas que no podían hacer.

Esa actividad atrajo mi curiosidad y decidí hablar con la maestra. Al acercarme, noté que ella también estaba ocupada escribiendo. Derrotado en mis esfuerzos por determinar por qué los alumnos y maestra se demoraban en lo negativo en lugar de escribir las afirmaciones 'Puedo', más positivas volví a mi asiento y continué mis observaciones.

Al terminar la actividad los alumnos recibieron la indicación de doblar sus hojas por la mitad y llevarlas al frente, donde las colocaron en una caja de zapatos vacía. Una vez recogidas las hojas de todos los alumnos, Donna agregó la suya. Tapó la caja, salió hacia el hall y todos los alumnos siguieron a su maestra.

Ella buscó una pala y fueron hasta la parte más alejada del parque. Excavaron durante más de diez minutos. Acomodaron en el fondo la caja de los 'No puedo' y la cubrieron rápidamente con tierra.

Donna anunció: "Chicos, por favor, junten sus manos y bajen la cabeza". Los treinta alumnos obedecieron y formaron un círculo alrededor, y dijo su oración: "Amigos, estamos aquí reunidos para honrar la memoria del 'No puedo'. Mientras estuvo con nosotros en la tierra, afectó en la vida de todos, de algunos más que de otros. Desgraciadamente su nombre ha sido pronunciado en todos los edificios públicos, escuelas, municipalidades, congresos, y sí, hasta en la Casa Blanca.

"Acabamos de darle una morada definitiva a "No puedo" y una lápida contiene su epitafio. Le sobrevienen sus hermanos 'Puedo', 'Quiero' y 'Lo haré yo mismo'. No son tan conocidos como su famoso pariente e indudablemente todavía no resultan fuertes y poderosos.

Tal vez algún día, con su ayuda, tengan una incidencia mayor en el mundo. Roguemos porque 'No puedo' descanse en paz y que en su ausencia, todos los presentes puedan hacerse cargo de sus vidas y avanzar". Amén.

Al oír la oración, me di cuenta de que esos alumnos nunca olvidarían ese día. La actividad era simbólica, una metáfora de la vida. Era una experiencia del lado derecho del cerebro que quedaría adherida a la mente inconsciente y consciente para siempre.

Escribir los "No puedo", enterrarlos y escuchar la oración. Era un esfuerzo muy grande por parte de esta maestra. Y todavía no había terminado. Al término de la ceremonia, lleva a los alumnos nuevamente a la clase e hicieron un festejo.
Celebraron la muerte de "No puedo" con golosinas y jugo de frutas. Como parte de la celebración, Donna cortó una gran lámina en papel y escribió las palabras "No puedo" arriba y en el medio RIP. Abajo agregó la fecha.

La lápida de papel quedó en el aula de Donna durante el resto del año. En las escasas ocasiones en que un alumno se olvidaba y decía: "No puedo", Donna simplemente señalaba el cartel. El alumno recordaba entonces que "No puedo" estaba muerto y optaba por reformular su afirmación.

Yo no era alumno de Donna. Ella sí era alumna mía.

Sin embargo, ese día aprendí de ella una lección perdurable.

Ahora, años más tarde, cada vez que oigo "No puedo", veo las imágenes de ese funeral de cuarto grado.

Como los alumnos, me acuerdo de que "No puedo" ya murió.

sábado, noviembre 08, 2014

Los apegos


Por:  Ps.  Luz Marina Hoyos Duque 

¡Aprender a caminar ligeros de equipaje! que difícil propuesta para hacerla vida, cuando el mundo capitalista en el que nos movemos nos hace caritas coquetas: compra, compra, compra. Hemos comprado entonces cosas que no necesitamos, cosas que no nos hacen falta.

¿Y por qué compramos esas cosas?, ¿por qué tenemos los armarios repletos de vestidos, jeans, blusas, camisas, camisetas, zapatos, collares, aretes, bolsos… cosas que muchas veces ni usamos? Porque nos dejamos seducir, porque a veces compramos de manera impulsiva, compulsiva, tratando de competir, o más aun, tratando de llenar un vacío interior. Y no las soltamos fácilmente, porque estamos apegados.

¿Qué sucedió en tu primera infancia que dejó ese profundo miedo?, la pérdida de la madre, el padre, un hermano… ¿sabes dónde está el origen?, quizá lo tienes claro, o quizá fue un asunto tan doloroso que tu psiquismo prefirió enviarlo al sótano del olvido. Y ahora en tu edad adulta se revela de forma objetiva.

Y así como nos apegamos a la ropa, nos apegamos al auto, a la casa, a papá, a mamá, a mis hermanos, a mis hijos, a mis amigos, a los asuntos inconclusos. Y con ello perdemos libertad.

El desapego a las cosas y a los seres me habilita para soltar también las situaciones difíciles, los desencuentros, los enfados, los conflictos.



Caminar ligeros por la vida no implica dejar el disfrute por las cosas bellas y confortables que puedo adquirir, no significa dejar de amar y de reconocer el vínculo valioso que me une a ese otro. Significa que disfruto cada regalo que el universo me provee, incluso aquellas situaciones que me sacan de nivel, significa vivir en el presente con total conciencia, con los cinco sentidos y luego intentamos soltar con gracia y lo dejamos ir.

viernes, noviembre 07, 2014

VENCER LA FOBIA AL AVION



Ps. Luz Marina Hoyos Duque 

¿Eres de los que sufren con la sola idea de montarte en un avión?, ¿tu ritmo cardíaco se dispara al momento de buscar los itinerarios?, ¿Vives una batalla campal mientras dura tu vuelo?

Es posible que tu miedo haya surgido de una circunstancia objetiva, tuviste un percance en un vuelo reciente o de niño. Escuchaste a uno de tus mayores hablar barbaridades sobre el miedo que le producía viajar en avión. Viste algún programa de t.v. con escenas reales o fantásticas sobre accidentes aéreos, etc. Para poder establecer el origen de ese miedo tendríamos que hacer una exploración profunda a fin de determinar cuál es su causa. Entretanto puedes utilizar esta herramienta que te será útil.

Cuando haces una revisión de tu fobia a nivel metódico, te parece irracional y esa es una de las características de una fobia, su irracionalidad, por más argumentos lógicos y estadísticas que te presenten, la fobia no se va a ir.

Tú, que tienes fobia a viajar en avión, respóndeme. ¿Cuántas veces te has caído de un avión? Sé tú respuesta, nunca. Déjame contradecirte, cientos, quizá miles de veces.

El inconsciente no conoce la diferencia entre lo real y lo imaginario, caerse de un avión concretamente, e imaginarlo, es absolutamente lo mismo, las pruebas de laboratorio demuestran que la bioquímica que se desencadena en el cuerpo es absolutamente idéntica. Así que literalmente te has accidentado cientos de veces, todos esos pensamientos catastróficos que construyes a través de tu miedo, las imágenes mentales que fábricas, lo que te dices a ti mismo, imaginando los paramédicos, el lugar donde caes, lo que dirán tus seres queridos, todo eso ha impactado de manera desfavorable tu psique, ha desatado patrones de terror y miedo en tu organismo y ha reforzado tu pánico.

Has trabajado en dirección contraria a conseguir tu homeostasis, tu equilibrio, ¿Qué te queda por hacer? Revertir el proceso y hacer todo lo contrario.

Ahora siéntate cómodamente en un espacio donde nadie te perturbe, concéntrate en el aquí y en el ahora y piensa en una situación donde has estado colmado de seguridad y de confianza. Visualiza ese momento, imagínalo, recuerda los olores, sabores, el entorno, todas las formas, las frases que decías o lo que te decían, qué estabas sintiendo. En el momento que lo tengas claro respira profundo y toca una parte de tu cuerpo: junta dos dedos, tócate la frente, el plexo solar, el vientre, un brazo, una oreja, lo que quieras. Y sigue enfocado en esa visualización, en esos sonidos y sensaciones. La próxima vez que vengan los pensamientos de miedo o cuando tomes un avión… trae esa carretera neuronal, esa bioquímica a tú aquí y tú ahora. No tienes que pensar en nada específico, con solo tocar allí traerás a tu experiencia, en el presente, la libertad y la alegría que necesitas para surcar el aire lleno de confianza y seguridad.

¡Feliz vuelo!










jueves, noviembre 06, 2014

LAS MANOS Y SU SIGNIFICADO EMOCIONAL





Las Manos y su Significado

Hablar sobre el simbolismo de cada parte del cuerpo es, realmente, más que interesante. Podemos extraer mucha información acerca de qué nos está diciendo el cuerpo a través de las dolencias o malestares radicadas en zonas “no aleatorias” del cuerpo. Y sí… todo nos permite seguir adquiriendo nuevos aprendizajes y observaciones.

Príncipes azules y princesas encantadas



Lamento decirte la verdad: no existen los príncipes azules, ni las princesas encantadas. Esos seres maravillosos, sin tacha,  dispuestos a bajarte la luna y las estrellas, sólo para satisfacer tus deseos, como si tuvieran una varita mágica bajo la manga.

Suena sarcástico, pero es verdad. He visto a mis pacientes en consulta con la creencia absoluta de que existen estos seres maravillosos de los cuentos de hadas y que sólo hay que esperar para que el universo los lleve hasta su puerta.

Voy a contarles lo que le pasó a Natalia, nombre ficticio. Natalia es una mujer de 35 años. Se casó a los 27 años y de dicha relación le quedó una hija que ahora tiene 7 años. Está convencida de que su primera relación se terminó por ser demasiado demandante, nada la tenía contenta. Y ante cualquier asunto que no coincidiera con sus expectativas montaba en cólera. Muchas veces en un estado de exaltación literalmente sacaba a su pareja de la casa, lanzando su ropa por la ventana, con improperios y palabras de grueso calibre.

Ahora se encuentra en una nueva relación con un hombre que ella describe así: No sabe dónde ponerme. El día que tengo pico y placa me entrega su carro. Cuando tengo un antojo lo único que tengo que hacer es hablar y en el instante lo tengo enfrente. Si me da fiebre me acompaña toda la noche poniéndome compresas. Cuando no quiero estar con él se lo digo y él desaparece de la escena.

¿Y cuál es el problema?  Pero no sé, no me llena.

¿Y si no te llena por qué estas con él, te parece honesto? Para no quedarme sola, de todas formas tengo con quien salir, quien me mime y la paso bien.

¿Cómo es el hombre con el que sueñas? Un hombre bien lindo, maravilloso.

¿Y cómo es un hombre bien lindo? Alto, atlético, fornido, exitoso.

¿Quién es exitoso? No sé, alguien que supere todas las expectativas.

¿Quién llena tus expectativas? No sé, es difícil, alguien como el que me he soñado desde niña, como un hombre encantado.

¿Crees que existen los príncipes azules? Yo sí creo, uno ve a algunas mujeres que lo han encontrado.

Realmente no existen los príncipes encantados, existen seres de carne y hueso.  Seres con virtudes y defectos. 
 Seres que llegaron a tu vida, no de forma casual, pues nada en la vida es casualidad, sino causalidad. Ese ser que tienes a tu lado entró en tu experiencia vital  porque de alguna manera se conectó con tu historia de vida, tu sabiduría interna, tu inconsciente lo detectó y por eso está allí caminando a tu lado. 

Entonces es importante que evalúes: ¿quién es la persona que tengo al lado? ¿Qué es lo que me revela? ¿Qué tengo que aprender en este caminar? Hallaras asuntos reveladores. 

Ello no implica que tengas que permanecer al lado de alguien con quien la vida se vuelve tortuosa e intolerante, con quien te sientes invalidada (o), también tienes la opción de partir, de dejar atrás esa persona y ese transitar, lo importante es no perder el aprendizaje.

Si decides continuar allí entonces date cuenta de quien tienes al lado, cuáles son sus cualidades, sus talentos únicos, sus fortalezas, verás que son mayores que los asuntos difíciles de superar. Entonces ocurrirá algo revelador y  florecerá una nueva perspectiva para mirar al otro.



Ps Luz Marina Hoyos Duque

martes, noviembre 04, 2014

¿Eres un acumulador?


Hemos aprendido a ser acumuladores. Yo no me escapo. Estamos en una búsqueda incansable de acumular mayor conocimiento, conocer la ultima teoría, la propuesta más innovadora. El sistema más ágil, más eficiente.

Sigue vigente la metáfora que nos planteó hace varias décadas Pink Floyd en The Wall, : "no necesitamos de ninguna educación".

¿Qué tal si cambiamos de perspectiva, si revaluamos el paradigma, si nos sujetamos a aquello donde menos es mas?

Nos daremos cuenta de que la sabiduría está en el vacío.
Y el mayor conocimiento está dentro de mi.