domingo, enero 27, 2013

La importancia de conocer a nuestros hijos. Claves de la relación.



A menudo nos preguntamos por qué resulta tan difícil una buena comunicación con nuestros hijos... Por qué desde muy temprana edad nuestras palabras chocan contra sus oídos y a los nuestros les rechinan sus prédicas, en ocasiones sorprendentes. Envidiamos a aquellas parejas que parecen haber llegado a un entendimiento con sus vástagos y no paran de presumir de ello... "Yo soy como una amiga para mis hijos" comentan ufanos ante las miradas incrédulas y envidiosas de los contertulios de turno.


El clásico "en dónde fallamos" comienza a entonarse desde el momento mismo en que los niños se inician en sus propias reglas del juego, dejando sentadas las bases de una relación fastidiosa por desigual. Y no digamos cuando llega el momento en que aparecen y desaparecen de su cuarto, como si fueran huéspedes mal atendidos, y van por esas explanadas del botellón y los asientos traseros de los coches. Entonces pensamos que hemos perdido la batalla, y que no hay santo en el santoral capaz de asistirnos en este trance sombrío del "ayer vino a las tantas".

Resulta curioso lo bien que los padres enseñamos a hablar a nuestros hijos, la cantidad de palabras que son capaces de pronunciar en relativamente poco tiempo... ¿Por qué no les enseñamos a escuchar? A lo mejor porque a nosotros tampoco nos enseñaron; a lo mejor porque nosotros tampoco sabemos escuchar. Escuchar no estar callado mientras otro u otros hablan, es mucho más que eso.

Muchas veces, los ocupados padres olvidamos algunos preceptos básicos de la comunicación paternofilial que, cuando ya no hay remedio, recordamos entre lamentos. Los vemos:
La comunicación con nuestros hijos comienza en el mismo momento del alumbramiento. No pretendamos vivir de espaldas a ellos hasta la adolescencia porque toda aproximación entonces servirá de poco.
El lenguaje de los niños es el juego. "El mejor juguete de un niño es su propio padre" y esto debe quedar de manifiesto desde muy temprana edad. Recuerdo a que una compañera le pidió a una madre que "jugase 20 minutos al día con su hijo" con objeto de obervar algunos posibles síntomas de la psicopatología que estaba abordando en ese momento. La madre, confusa, espetó a mi colega... "Y qué hago".

"Hemos de jugar como los niños, que juegan seriamente". Esta frase del ínclito pedagogo Stevenson nos resume lo que debemos hacer para comenzar una comunicación eficaz con los niños desde el primer momento hasta que son adultos, cuando debemos cambiar de juegos pero seguir jugando con ellos.Los mejores juguetes, las consolas más costosas, los cumpleaños en los sitios favoritos de los niños y lo raro que resulta ver a uno de nosotros agachado, jugando como uno de ellos. Esta escena resulta frecuente en las películas infantiles, pero harto improbable en una casa cualquiera un día cualquiera. Acaso cuando el infante es muy pequeño los padres se atreven con sus primeros juegos. Luego, cuando el niño deja de ser un juguete, esa relación se pierde y tratamos de reencontrarla en la maldita adolescencia, intentando que los nuestros acudan con nosotros a parques de ocio y otros lugares adonde ya no quieren venir con la familia.
La pereza es uno de los pecados capitales también en todo lo relacionado con la comunicación. El trabajo nos cansa demasiado como para tener que ir ahora al cuarto de los niños a compartir un rato con sus preocupaciones infantiles, con sus logros, sus ilusiones, su música y sus "cosas".

Muchos de los que pasamos de sobra de los cuarenta hemos visto entrar en nuestro cuarto sólo a nuestra madre y sólo para decirnos que lo recogiéramos. Cuando veíamos entrar a nuestro padre era mucho peor, y toda nuestra vida pasaba por delante de nosotros tratando de averiguar dónde la habíamos metido esta vez.

No entre con ningún propósito en el cuarto de sus hijos, sencillamente entre y siéntese en la cama a hojear uno de sus libros, o a toquetear uno de sus juguetes. Ya verá lo poco que tarda el chaval en ponerse en contacto con usted.
No pretenda que su hijo le cuente sus cosas si usted no le cuenta las suyas. La comunicación exige una reciprocidad justa para ser eficaz. Resulta frecuente ver cómo muchos padres abren la puerta del cuarto de su hijo y le pregunta... "¿qué tal el día, hijo"... Inténtelo al revés, entre en el cuarto de su hijo y comente "vaya día que me ha dado el pesado de López en la oficina". Ya verá como la cosa cambia.

Las más de las veces actuamos como los jefes de nuestros hijos sino como guardianes. Los jefes nos piden cuenta de lo que hacemos continuamente, pero no nos dan la menor explicación, justo lo que hacemos con nuestros hijos en la mayoría de ocasiones.
La participación en la toma de decisiones consigue implicar a todos los miembros de la familia, facilitando la comunicación y el entendimiento de las razones e intereses de los otros. Procure que el niño participe en toma de decisiones desde bien pequeño, que se implique y que exponga sus motivos con claridad y serenidad. Desde dónde pasar las vacaciones, lo que vamos a hacer el "finde", la comida de los diferentes días de la semana... Pequeñas decisiones que todos los integrantes del primer grupo social deben saber tomar de forma participada y motivada.

Ahora bien, que el niño participe en la toma de decisiones de la familia no significa que decida él, ni mucho menos. De otro modo sólo conseguiremos un tirano en potencia que desarrollará toda su carga al llegar a la adolescencia. El niño debe saber en todo momento que en casa mandan sus padres, o uno de ellos en el caso de las personas separadas.
No se asuste si su hijo le lleva la contraria por sistema a partir de los seis años. No es otra cosa que una necesidad dereafirmación del yo que tiene lugar en todos los sujetos sanos. No le haga mucho caso y trate de dejar claro que se puede reafirmar a costa de quien crea conveniente pero que su padre y su madre son los que mandan aquí.

En efecto, la necesidad de reafirmación de los niños a veces resulta pesada, repetitiva y tonta. No es nada bueno ni malo, como decimos, es parte del proceso de reafirmación que usted también sufrió en su momento y gracias al cual su personalidad hoy resulta consistente. Simplemente se trata de que ese "aquí estoy yo del niño" no dificulte nuestra relación, y de que el niño descubra enseguida que las "malas contestaciones" sirven para poco o nada. Los niños tratan de descubrir "hasta dónde se puede tirar de la cuerda" desde bien pequeños...

Si al llegar a este punto piensa que la comunicación resulta muy difícil, consuélese pensando que es lo que más nos diferencia de los animales y que es la última habilidad que el ser humano ha adquirido, la que menos ha evolucionado. No trate de ser perfecto comunicando, simplemente observe algunas de estas recomendaciones y ya verá como la cosa mejora. Lo deseamos de corazón.



Fuente: http://www.psicologosespecialistasmadrid.com/articulos-psicologia-2/conocer-hijos.htm

No hay comentarios.: