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jueves, diciembre 08, 2016

¡USTED HACE MILAGROS!

La madre de Lucas me llamó,  referida por otro paciente,  a quien apoyé y acompañé  con algunos temas, entre otros dejar una adicción. Sus palabras me dejaron sorprendida:
—La estoy llamando porque quiero que atienda a mi hijo Lucas, este muchacho anda fumando marihuana,  hasta en la casa y el papá y yo nos estamos enloqueciendo. La mamá de Tomás me dijo que usted hace milagros y yo a ella le creo! Me contó que el muchacho después de la  terapia con usted  se transformó. Yo quiero que haga lo mismo con el mio.
Hice a la madre la observación honesta y clara que siempre hago al padre, a la madre o al familiar que  quiere empujar a un adolescente o a otro  a terapia:
—¡Definitivamente yo no hago milagros!, aquí avanza quien está  dispuesto a trabajar, a  cambiar, a soltar, quien está dispuesto a mirarse. Si tu hijo quiere y está dispuesto a trabajar en su  proceso, puedo acompañarlo, de lo contrario, estamos perdiendo tiempo y recursos económicos.

jueves, febrero 25, 2016

¿Negación o aceptación?


La joven madre me dijo que lo había olvidado todo, que era un asunto del pasado, que no tenía resentimiento alguno con su padre por el maltrato que le había infringido a ella, a sus hermanos, pero sobre todo a su madre. Se había dejado de preguntar ¿Por qué su madre no se había ido de una buena vez? ¿Por qué permitió que la ultrajaran de esa manera?, eran las mismas preguntas que se hacía a sus cinco años y no podía entender. Y repitió, todo ha quedado atrás, he absuelto la cobardía de mi madre y las canalladas de mi padre. ¡He levantado a mis hijos con tanto amor! 
La llevé al proceso y cuando hizo conexión con su sabiduría interna, ésta le mostró que todo estaba aún allí, afloró, ella se vio de frente con todo su dolor de infancia, las golpizas y la humillación del padre, la sumisión de la madre, todo era tan vivo y real…
¿Ella estaba en negación? No, ella había absuelto a su padre desde su saber, pero había algo inconsciente que le generaba angustia,  había algo que no le permitía avanzar, concretar sus sueños, que la llevaba a dilatar sus proyectos,  había un miedo que venía de algún lado y le quitaba toda la fuerza, el empuje  y la energía para continuar, por ello estaba allí, pidiendo ayuda, buscando respuestas, disponiéndose para la transformación.

viernes, agosto 01, 2014

Tú puedes cambiar el mundo


En una aldea lejana  existía una montaña muy grande. La montaña daba sombra todo el tiempo hacia la aldea y los niños crecían raquíticos.
Un día, un viejito sale del pueblo con una cucharita de porcelana y los jóvenes le dicen:
¿A  dónde vas?  
Voy hacia la montaña
¿y qué vas a hacer?
voy a mover la montaña.
¿Y con qué?
Con esta cucharita. 
Ja, ja, ja. Nunca podrás.

Es cierto,  nunca podré. Pero alguien tiene  que comenzar.

martes, julio 29, 2014

LA URGENCIA DE UNA TRANSFORMACIÓN



La vida, ya sea de una especie o de una forma individual, muere, o se extingue, o se impone por encima de las limitaciones de su condición por medio de un salto evolutivo siempre que se ve enfrentada a una crisis radical, cuando ya no funciona la forma anterior de ser en el mundo o de relacionarse con otras formas de vida y con la naturaleza, o cuando la supervivencia se ve amenazada por problemas aparentemente insuperables.

Se cree que las formas de vida que habitan este planeta evolucionaron primero en el mar. Cuando todavía no había animales en la superficie de la tierra, el mar estaba lleno de vida. Entonces, en algún momento, alguna de las criaturas se aventuró a salir a la tierra seca. Quizás se arrastró primero unos cuantos centímetros hasta que, agobiada por la enorme atracción de la gravedad, regresó al agua donde esta fuerza prácticamente no existe y donde podía vivir con mayor facilidad. Después intentó una y otra vez hasta que, mucho después, pudo adaptarse a vivir en la tierra, desarrolló patas en lugar de aletas y pulmones en lugar de agallas. 

Parece poco probable que una especie se hubiera aventurado en semejante ambiente desconocido y se hubiera sometido a una transformación evolutiva a menos que alguna crisis la hubiera obligado a hacerlo. Quizás pudo suceder que una gran zona del mar hubiera quedado separada del océano principal y que el agua se hubiera secado gradualmente con el paso de miles de años, obligando a los peces a salir de su medio ambiente y a evolucionar.

El desafío de la humanidad en este momento es el de reaccionar ante una crisis radical que amenaza nuestra propia supervivencia. La defunción de la mente humana egotista, reconocida desde hace más de 2.500 años por los maestros sabios de la antigüedad y amplificada en la actualidad a través de la ciencia y la tecnología, amenaza por primera vez la supervivencia del planeta. Hasta hace muy poco, la transformación de la conciencia humana (señalada también por los antiguos sabios) era tan sólo una posibilidad a la cual tenían acceso apenas unos cuantos individuos aquí y allá, independientemente de su trasfondo cultural o religioso. No hubo un florecimiento generalizado de la conciencia humana porque sencillamente no era todavía una necesidad  apremiante.

Una proporción significativa de la población del planeta no tardará en reconocer, si es que no lo ha hecho ya, que la humanidad está ante una encrucijada desgarradora: evolucionar o morir. Un porcentaje todavía relativamente pequeño pero cada vez más grande de personas ya está experimentando en su interior el colapso de los viejos patrones egotistas de la mente y el despertar de una nueva dimensión de la conciencia.

Lo que comienza a aflorar no es un nuevo sistema de creencias ni una religión, ideología espiritual o mitología. Estamos llegando al final no solamente de las mitologías sino también de las ideologías y de los credos. El cambio viene de un nivel más profundo que el de la mente, más profundo que el de los pensamientos. En efecto, en el corazón mismo de la nueva conciencia está la trascendencia del pensamiento, la habilidad recién descubierta de elevarse por encima de los pensamientos, de reconocer al interior del ser una dimensión infinitamente más vasta que el pensamiento. 

Por consiguiente, ya no derivamos nuestra identidad, nuestro sentido de lo que somos de ese torrente incesante de pensamientos que confundimos con nuestro verdadero ser de acuerdo con la vieja conciencia. Es inmensa la sensación de liberación al saber que no somos esa "voz que llevamos en la cabeza". ¿Quién soy entonces? Aquel que observa esa realidad. La conciencia que precede al pensamiento, el espacio en el cual sucede el pensamiento, o la emoción o la percepción.

El ego no es más que eso: la identificación con la forma, es decir, con las formas de pensamiento principalmente. Si es que hay algo de realidad en el concepto del mal (realidad que es relativa y no absoluta), su definición sería la misma: identificación total con la forma: las formas físicas, las formas de pensamiento, las formas emocionales. El resultado es un desconocimiento total de nuestra conexión con el todo, de nuestra unicidad intrínseca con "todo lo demás" y también con la Fuente. Este estado de olvido es el pecado original, el sufrimiento, el engaño. ¿Qué clase de mundo creamos cuando esta falsa idea de separación total es la base que gobierna todo lo que pensamos, decimos y hacemos? Para hallar la respuesta basta con observar la forma como los seres humanos se relacionan entre sí, leen un libro de historia o ven las noticias de la noche.

Si no cambian las estructuras de la mente humana, terminaremos siempre por crear una y otra vez el mismo mundo con sus mismos males y la misma defunción.