En una aldea lejana existía una montaña muy grande. La montaña daba
sombra todo el tiempo hacia la aldea y los niños crecían raquíticos.
Un día, un viejito sale del pueblo con una
cucharita de porcelana y los jóvenes le dicen:
— ¿A dónde vas?
—Voy hacia la montaña
— ¿y qué vas a hacer?
— voy a mover la montaña.
— ¿Y con qué?
—Con esta cucharita.
—Ja, ja, ja. Nunca podrás.
—Es cierto, nunca podré. Pero
alguien tiene que comenzar.
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