La madre de Lucas me llamó, referida por otro paciente, a quien apoyé y acompañé con algunos temas, entre otros dejar una adicción. Sus palabras me dejaron sorprendida:
—La estoy llamando porque quiero que atienda a mi hijo Lucas, este muchacho anda fumando marihuana, hasta en la casa y el papá y yo nos estamos enloqueciendo. La mamá de Tomás me dijo que usted hace milagros y yo a ella le creo! Me contó que el muchacho después de la terapia con usted se transformó. Yo quiero que haga lo mismo con el mio.
Hice a la madre la observación honesta y clara que siempre hago al padre, a la madre o al familiar que quiere empujar a un adolescente o a otro a terapia:
—¡Definitivamente yo no hago milagros!, aquí avanza quien está dispuesto a trabajar, a cambiar, a soltar, quien está dispuesto a mirarse. Si tu hijo quiere y está dispuesto a trabajar en su proceso, puedo acompañarlo, de lo contrario, estamos perdiendo tiempo y recursos económicos.
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