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sábado, enero 25, 2014

Personas sensibles al perdón "tienen menos patologías mentales y usan menos psicofármacos"




El psiquiatra Javier Schlatter, especialista del departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, ha asegurado que "las personas sensibles al perdón tienen menos patologías mentales, usan menos psicofármacos y menos analgésicos".

El psiquiatra Javier Schlatter, especialista del departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, ha asegurado que "las personas sensibles al perdón tienen menos patologías mentales, usan menos psicofármacos y menos analgésicos".

El experto en los trastornos de la afectividad es el autor del libro 'Heridas en el corazón. El poder curativo del perdón' (Rialp Ediciones), obra en la que "disecciona el papel y el efecto del perdón y recorre desde un punto de vista cultural, religioso, histórico y social las manifestaciones y virtudes de un valor incrustado en la naturaleza humana, que además puede mejorar la calidad de vida", según ha destacado en una nota la Clínica Universidad de Navarra.

Según Schlatter, "hay estudios que demuestran que las personas que muestran una actitud positiva ante el perdón tienen menor patología mental, usan menos psicofármacos y tienen un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento". "Eso supone que usen menos analgésicos e incluso menos servicios sanitarios", ha destacado.

El experto ha explicado que "la ausencia de perdón o una ofensa mal curada puede provocar que afloren psicopatías". Así, ha indicado que "es más frecuente que una persona acuda a la consulta porque ha recibido un daño o una ofensa y no ha sabido cómo afrontarla", ya que "eso provoca tensiones internas que se traducen en cuadros depresivos o en cuadros de ansiedad".

Por otra parte, Schlatter ha puesto de relieve que "ante situaciones extremas y aparentemente imperdonables es posible el perdón". Además, ha señalado que "el arrepentimiento ayuda, pero es muy habitual, por ejemplo, que una persona perdone a otra que ya ha fallecido, o incluso a alguien que ni siquiera sabe quién es".

"Ahora tenemos casos tristes de terroristas. Algunos se han arrepentido y otros no, y hay gente capaz de perdonar a quien cree que la ofensa o el acto terrorista, en este caso, está justificado. La ausencia de arrepentimiento dificulta, pero no imposibilita el perdón. Esa es una de sus grandezas", ha asegurado.

NECESIDAD DE PERDÓN

Por otro lado, en referencia a cómo es el perdón en la sociedad, el experto afirma que "es un poco paradójico", ya que "por una parte existe toda una tendencia social al individualismo, a no querer sufrir, y por tanto, querer evitar el acercamiento al ofensor", y "también hay una tendencia a judicializar el perdón, es decir, vamos a arreglar lo que se ha estropeado mediante una denuncia antes de entrar en una dinámica de perdón y de diálogo".

Sin embargo, "también hay una experiencia de las últimas décadas por la que no basta con una sanción o con una pena". "Más allá de las consideraciones que se puedan hacer sobre la doctrina Parot, el ciudadano necesita escuchar el perdón del terrorista o del violador o del asesino", ha defendido.

Schlatter ha explicado que cuando comenzó a estudiar estos temas pensó que "el hecho de ser cristiano podía facilitar el perdón". Por contra, se resistió a pensar que el perdón fuera "una realidad estrictamente religiosa".

Así, ha asegurado que "el perdón es humano y es inherente a cualquier persona". "Necesitamos el perdón igual que necesitamos la confianza para poder convivir en sociedad. Es algo propio de la naturaleza humana", ha apuntado.

(EuropaPress)

viernes, noviembre 08, 2013

Ese catálogo nada inocente



Las  personas criterio como lo somos los profesionales de la salud tenemos una enorme responsabilidad cuando le colgamos un rotulo al paciente.  Qué hace éste con ese cartel que le colgamos.  Cargado de ansiedad  va y se documenta. Busca en las bibliotecas, los libros, mas fácil aun, va  donde el doctor google para que le cuente todo lo que necesita saber en torno a ese rotulo y se vuelven expertos en la autoobservervación y en la convalidación del rotulo.  

Yo como humanista, me rehuso a colgar ese letrero  a mis pacientes, pienso, siento que no es necesario para empezar a transitar por esa tierra sagrada que es su alma, su psiquis y sobre la cual juntos empezamos a caminar para entender el origen de ese sufrimiento que le trae hasta mí.  

Hoy sobre el tapete la discusión en torno a la biblia de  psiquiatras y psicólogos el DSM, Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales, donde aparecen todos estos rótulos, y que ratifica mi posición, detrás de todo ese andamiaje están las multinacionales farmacéuticas. Un dato aterrador el 56% de los "expertos" que lo construyen tienen una relación financiera con las multinacionales farmacéuticas.  

 Por Jorge Portaneri y Mónica Niel*

El Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos anunció que abandona la clasificación que determina cientos de patologías mentales con criterios externos y siempre muy acordes a las necesidades de la industria farmacéutica.

La última bomba acaba de estallar días antes de que se lance al mercado el nuevo manual diagnóstico DSM V de la Asociación Americana de Psiquiatría, cuya elaboración estuvo plagada de polémicas. El National Institute of Mental Heath de EEUU abandona la clasificación DSM. El NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental), la agencia de investigación biomédica dependiente del gobierno de EEUU y considerada la mayor proveedora de fondos de investigación en Salud Mental de todo el mundo ha anunciado que dejará de hacer uso de la clasificación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales por considerarlo carente de validez científica. No se sometió a control externo, introduce el cambio de la concepción categorial a la dimensional, lo que hace que no haya fronteras definidas entre lo normal y lo patológico, reduciendo además el número de indicadores para la evaluación. Esto aumenta el riesgo de sobrediagnosis patologizando la vida.

El manual sigue ampliando la lista de trastornos hechos a la medida de la industria farmacéutica. Ya en 1980 se habían añadido 112 nuevos trastornos mentales a la tercera edición del DSM, en la tercera edición revisada (1987) y en la cuarta (1994) aparecieron otros 58 trastornos más.

El "trastorno de ansiedad social", llamado primero "fobia social", fue uno de los siete nuevos trastornos de ansiedad creados en 1980. Para la década de 1990 los expertos lo llamaban "el trastorno del decenio" e insistieron que hasta uno de cada cinco estadounidenses lo padecía.

Isaac Marks (renombrado experto en miedos y pánicos, radicado en Londres, fue quien en el decenio de 1960 reconoció la ansiedad social) opuso gran resistencia a su inclusión en el DSM III como categoría particular de enfermedad por la lista de comportamientos comunes asociados con ese desasosiego. En 1987 se le añade la aversión a hablar en público lo que lo hace aún más elástico para incluir prácticamente a todo el mundo.

Para 2008 en EEUU casi la mitad de los habitantes se reputan clínicamente enfermos de algún cuadro mental y casi la cuarta parte de la población 67,5 millones ha tomado antidepresivos. Se prescribían ya entonces 200 millones de recetas anuales para tratar la depresión y la ansiedad.

Los diagnósticos correspondientes al trastorno bipolar aumentaron en 4.000 por ciento y la sobremedicación es imposible sin sobrediagnóstico. Uno de los responsables de la llegada del trastorno bipolar a EEUU es el psiquiatra Joseph Biederman, que lleva años haciendo estudios y conferencias sobre el tema y que recibió 1,6 millones de dólares entre el año 2000 y el 2007, procedentes de las farmacéuticas que fabricaron los medicamentos para dicho trastorno, al parecer para dedicarlos a seguir investigando la enfermedad.

Hasta los años noventa era una afección desconocida en los niños. Ahora ya es uno de los diagnósticos más frecuentes en psiquiatría infantil, las visitas se han multiplicado por 40 en menos de 10 años, siendo muchos de los "enfermos" niños de dos y tres años.

La escandalosa relación de la "creación" de estas nuevas enfermedades con el negocio de la psiquiatría fue revelada por el estudio realizado por la psicóloga estadounidense Lisa Cosgrove que reveló que de los 170 miembros del grupo de trabajo del DSM, es decir los que hacen el manual de psiquiatría de referencia mundial, 95 (el 56 por ciento) tenía una o más relaciones financieras con las empresas de la industria farmacéutica.

Es alarmante cómo han logrado psicopatologizar a la infancia, en el último DSM se incluyen hasta "las rabietas" si son más de tres a la semana durante un año. El gobierno estadounidense dice en base a estos parámetros que uno de cada cinco niños tiene un trastorno de la salud mental.

Estas concepciones también son las que permitieron que se aprobara en Santa Fe recientemente una ley de autismo. El diputado Avelino Lago, a quien se debe el proyecto, manejó cifras que hablan de 32.000 niños con autismo en la provincia. El T.G.D. o espectro autista (como figura en el DSM V que amplía aún más su cobertura) se diagnostica como el TDAH con cuestionarios (en este caso el CHAT) que habitualmente responden los padres según lo que les parece poco, demasiado, habitualmente. Es decir en ambos casos no son los expertos los que diagnostican.

En este caso es un instrumento que sólo es de utilidad para evaluar situaciones poblacionales a grosso modo, ya que además no permite hacer ningún diagnóstico diferencial respecto a una situación circunstancial que hace que un niño se aísle a una problemática más grave y permanente. En cambio se está usando para determinar ya en un niño de 18 meses que tiene una enfermedad incurable, que sólo puede ser tratada sintomáticamente lo cual marcará seriamente su vida de ahí en más.

Es por todo esto que consideramos imprescindible pronunciarnos en contra del uso del DSM como posición ética a ser asumida por todas las instituciones que tienen a su cargo las decisiones políticas respecto a la Salud Mental de la población.

*Presidentes respectivos del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe de la 1ª y 2ª Circunscripción.


Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-39868-2013-07-25.html?goback=%2Egde_2013768_member_5803836852087578624#%21

jueves, marzo 14, 2013

¿POR QUÉ ALGUNAS PERSONAS NO SE ENGANCHAN A LA PSICOTERAPIA?

by PSY'N'THESIS Antonio Crego · in Intervención psicológica. ·




La terapia cognitivo-conductual (CBT) ha demostrado ser uno de los tratamientos eficaces en el abordaje de los problemas psicóticos. Sin embargo, algunos pacientes no se “enganchan” a las intervenciones psicológicas, ya estén basadas en este enfoque psicoterapéutico o en algún otro, y no llegan a beneficiarse –como sería esperable- de sus efectos positivos. En términos más técnicos, diríamos que son pacientes que no presentan “adherencia” al tratamiento. La enfermedad mental, por otra parte, es una experiencia aversiva para el que la padece, y ello podría pensarse que conlleva una motivación adicional para la búsqueda de un tratamiento eficaz y el cumplimiento con las pautas de la intervención. En definitiva, atenuar o incluso dejar atrás los síntomas que son una fuente de malestar sería algo muy deseable para la persona que los experimenta. ¿Por qué entonces el seguimiento de las intervenciones es a veces irregular y en ocasiones acaba en el abandono de las sesiones?

Hasta ahora se habían indicado posibles causas como la falta de conciencia de enfermedad –es decir, el no reconocerse a uno mismo como persona que necesita ayuda- o las dificultades en el establecimiento de la relación terapéutica –tal vez un “cajón de sastre” donde se incluyen una amplia variedad de elementos de índole diversa. Una investigación realizada por Freeman et al. (2013) ha adoptado un punto de vista diferente para abordar esta cuestión. Su foco se centra en analizar cuáles son las ideas que tienen los pacientes sobre la enfermedad mental. En su estudio, publicado en la revista Psychological Medicine, reformulan en términos cognitivos el problema de la falta de adherencia a los tratamientos, en este caso a la terapia cognitivo-conductual, y se preguntan si existe alguna relación entre lo que el paciente cree sobre el trastorno o problema y su mayor o menor compromiso con las sesiones de psicoterapia.

Para dar respuesta a este interrogante, analizaron los datos provenientes de 92 pacientes que tenían algún diagnóstico por trastorno psicótico y que habían experimentado recientemente una recaída, tras la que habían sido asignados a una intervención cognitivo-conductual. Con anterioridad al inicio de la psicoterapia, se había administrado a todos los participantes un cuestionario referente a sus percepciones sobre la enfermedad, una adaptación del Illness Perceptions Questionnaire, que recoge las evaluaciones del paciente sobre los síntomas, las causas de la enfermedad, sus consecuencias, la posibilidad de recuperación y grado de control sobre los síntomas y el curso temporal del problema.

De los 92 participantes, se consideró que 38 habían seguido completamente las sesiones e indicaciones terapéuticas, que incluían técnicas para el abordaje activo de los problemas del paciente; 36 se habían involucrado en una “terapia parcial”, que no fue más allá de aspectos como la evaluación colaborativa de síntomas e ideas disfuncionales o el fomento del enganche terapéutico; y 18 personas no se habían enganchado a la terapia, asistiendo tan sólo a menos de 5 sesiones. En los tres grupos, la media de edad era similar, de entre 38-39 años, y predominaban claramente los hombres. La gran mayoría de los participantes tenía un diagnóstico de esquizofrenia, aunque también había algunos que presentaban trastorno esquizoafectivo o trastorno delirante. Los grupos no diferían significativamente en el tiempo de duración de la enfermedad, el número de ingresos hospitalarios, el nivel actual de sintomatología y tampoco en su grado de conciencia de enfermedad. ¿Existían sin embargo diferencias en sus creencias sobre la enfermedad mental? Los resultados de Freeman et al. (2013) señalan que sí, al menos en algunas áreas como las referidas al curso temporal de la enfermedad, el grado de control y el tipo de explicaciones aducidas como causas del trastorno. Tales diferencias pueden resumirse de la siguiente forma:
Aquellos que no se engancharon al tratamiento pensaban que su problema tendría una duración menor, en comparación con los demás pacientes.
Quienes tan sólo se engancharon a una forma de “terapia parcial” presentaban en general menores niveles de percepción de control sobre los síntomas o sobre la posibilidad de recuperación, junto a un mayor grado de atribución de la enfermedad a aspectos biológicos.
Además, el menor grado de compromiso con el tratamiento tendía a asociarse a explicaciones de la enfermedad en términos menos psicológicos. Como contrapartida, las personas del grupo que siguió completamente la psicoterapia tendían más a explicar sus problemas en términos referidos a la personalidad o los estados mentales.

Hay enfoques psicoterapéuticos que rechazan el concepto de “resistencia al tratamiento”. Desde su perspectiva, más que un rechazo activo del paciente a aceptar “lo que es bueno para él”, el problema de la falta de adherencia es una cuestión de “falta de coherencia” entre lo que el paciente piensa y lo que la terapia le ofrece. Sea o no “acertado” lo que el paciente cree, esta investigación apunta a que el compromiso con la terapia será menor si las premisas de la intervención no “encajan” con lo que él piensa sobre la enfermedad. Basta con ponerse en su lugar para entender que no es muy lógico seguir prescripciones de tipo psicológico para alguien que atribuye una causa estrictamente biológica a sus síntomas. Es igualmente razonable una menor disposición a involucrarse en la terapia si uno piensa que sus síntomas van a desaparecer pronto, o que –aunque fuesen prolongados en el tiempo- la situación es inevitable y no se puede hacer nada por cambiarla.

En definitiva, como los autores comentan en su artículo, “una intervención exitosa es más probable cuando hay una convergencia entre las ideas de los pacientes sobre sus problemas y las bases conceptuales del enfoque terapéutico” (Freeman et. al., 2013, p. 275). Es decir, cuando terapeuta y paciente empujan en la misma dirección.Como corolario, a partir de esta idea parece necesario plantear que un objetivo de las sesiones ha de ser el proporcionar al paciente información adecuada de por qué se hace lo que se hace en las sesiones y cómo ello puede ayudar a solucionar sus problemas, aportando explicaciones asequibles sobre los síntomas y la enfermedad. Junto a ello, favorecer atribuciones de control sobre la sintomatología y corregir posibles ideas erróneas sobre el curso temporal de la enfermedad parecen ser elementos clave para que las personas se adhieran realmente al tratamiento. Todo ello puede conllevar el promover un cambio de las narrativas que confieren a la enfermedad un carácter estable y determinista, en favor de otras en las que el paciente perciba que puede pensar y hacer cosas para solucionar sus problemas. Sin esas premisas, parece más complicado que alguien llegue a invertir su tiempo y esfuerzo en seguir las sesiones, o que pueda llegar a beneficiarse de la eficacia de los tratamientos psicológicos.

Puedes leer el artículo de Freeman et al. (2013) aquí.

Referencia del artículo:
Freeman, D., Dunn, G., Garety, P., Weinman, J., Kuipers, E., Fowler, D., Jolley, S., & Bebbington, P. (2013). Patients’ beliefs about the causes, persistence and control of psychotic experiences predict take-up of effective cognitive behaviour therapy for psychosis Psychological Medicine, 43 (02), 269-277 DOI: 10.1017/S0033291712001225