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domingo, marzo 20, 2016

Sana dolencias físicas y emocionales




Este es el Primer paso. En el mismo instante en que tu te sientas mal; o en el mismo instante en el que se te manifieste un problema; o en el mismo instante en que lo veas en otro, toca el pulso. Esto se hace colocando la yema de tus dedos pulgar sobre la muñeca del brazo opuesto tal como lo hace el médico, hasta que sientas el latido de tu corazón. Quédate unos momentos gozándolos porque es agradable.

El Segundo paso es pensar un poquito; bien ¿Y de donde viene de mí ese latido? ¿Que lo produce? trata de contestarte esas dos preguntas tu mismo porque fíjate que tu no estas atado a ningún otro ser, ni estas enchufado a la electricidad, ni estas sembrado en el jardín. Eres libre e independiente y si estuvieras suspendido en el espacio, siempre seguirías sintiendo el latido de tu corazón.

El tercer paso es decir en alta voz: “Padre nuestro te invoco a la acción” (tres veces) y ahora dices: “Gracias, Padre, porque me has oído” Y ahora te vas, no pienses más en la enfermedad o en el problema. Repite el remedio “curalotodo” tres veces tal y como te lo ordena el medico, ya tu sabes cuanto tiempo te toma. Espero que no se te olvide chequear el reloj.

A las personas mas adelantadas, quienes ya conocen la maravilla Metafísica, le recomendamos que piensen que ese latido significa vida, salud, fuerza, equilibrio, armonía, paz, etc… Y que todo el mundo esta recibiendo las mismas condiciones. Por eso agregamos las gracias.



-Conny Méndez-

lunes, julio 13, 2015

El cerebro de los racionales y los emocionales es diferente




¿Empatizamos  todos de la misma forma? Está claro que no. Sin embargo, la diferenciación que realizamos las personas sobre cómo vemos la vida y cómo tratamos a los demás, siendo más racionales o más emocionales, va aún más lejos de esta simple apreciación. Un equipo de científicos de la Universidad de Monash (Australia) ha descubierto que el cerebro de las personas racionales es físicamente diferente al de las personas más emocionales.

“Las personas que tienen niveles altos de empatía afectiva son a menudo los que sienten bastante miedo cuando ven una película de miedo, o comienzan a llorar durante una escena triste. Por el contrario, los que tienen alta empatía cognitiva son más racionales, por ejemplo, cuando un psicólogo aconseja a un paciente”, afirma Robert Eres, líder del estudio.

Los cambios que provoca la empatía en nuestro cerebro, dividida en afectiva (la capacidad que tiene el individuo para responder adecuadamente al estado emocional de otra persona) y cognitiva (la capacidad de comprender o sentir lo que está pensando la otra persona) fueron el objetivo de este trabajo de investigación. Para ello, los científicos contaron con 176 participantes a los que midieron con morfometría basada en voxel, la cantidad de  materia gris que poseían en ciertas partes del cerebro.

Los resultados revelaron que las personas con empatía afectiva mostraban más densidad de materia gris en la ínsula, ubicada en el centro del cerebro; por otro lado, las personas con empatía cognitiva tenían más materia gris en el giro cingulado, zona ubicada en el área media del cerebro que cumple funciones claves en la actividad cerebral del sistema límbico.

Según los investigadores, esto “proporcionan la validación de que la empatía es una construcción de múltiples componentes, lo que sugiere que la empatía afectiva y cognitiva están representadas diferencialmente en morfometría cerebral”.



El trabajo ha sido publicado en la revista NeuroImage.