sábado, enero 14, 2017

…me lanzó al río




Han pasado muchos años desde que atendí a Carmela en la Fundación Unidas, allí se atiende a los desvalidos, a los desplazados, a los que no pueden pagar. Su caso me lo trajo a la memoria una periodista, redactora de Especiales El Tiempo cuando me pidió una reseña de casos, por el tema del perdón que El Proceso de Paz pone sobre el tapete, pues en psicoterapia al resignificar leemos de una manera nueva las experiencias traumáticas, soltamos, perdonamos.

Han pasado algunos años y no puedo olvidar a Carmela, ella es una mujer de piel negra, con una nariz pequeña, perfecta, alta como una palmera a la orilla del mar, reía con una tristeza profunda con los dientes más blancos y preciosos que jamás haya visto.

Carmela tenía entonces 23 años, era estudiante de enfermería, soltera, sin hijos. Apoyaba a la fundación como voluntaria.   Me plantea el siguiente motivo de consulta: “tengo dificultad para establecer relaciones con mis pares, para encontrar pareja.  Incertidumbre con mi vida académica, familiar, social. Terror de enfrentar el mundo. No soy suficientemente inteligente, ni bonita. Resentimiento con mis padres. Dolor en la garganta y una tos que siempre me acompaña, los médicos no encuentran causa orgánica alguna”.

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