lunes, diciembre 09, 2013

La congruencia



La Real Academia Española en una de sus acepciones define congruencia como coherencia. Hay otras, pero hoy quiero referirme a este significado.

La congruencia es entonces similar a la coherencia, a la sinceridad. Y esta se manifiesta cuando todo nuestro ser está alineado entre lo que decimos que somos y como actuamos. Entre lo que decimos que somos y cómo nos ven quienes nos miran. Esta sensación de congruencia entonces nace cuando sentimos que actuamos equilibradamente, y que todo nuestro ser va unido en el camino que hemos elegido recorrer. Siempre que las personas son congruentes tienen poder personal, y eso es piedra fundamental del liderazgo. No se puede ser líder si no se es coherente. Y ser coherente es ser creíble.

El ser congruente en nuestra vida trae indudables resultados, ya que sin duda que la congruencia aporta lo necesario para la dirección que llevamos, da una orientación clara a nuestras intenciones y permite entonces que todo nuestro yo se involucre al logro del objetivo. Nuestras creencias, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestros anhelos se juntan y van produciendo esa energía interna necesaria para llegar a ese fin.

Cuando somos congruentes nuestras acciones hablan por sí mismas, y éstas son el reflejo de las palabras que pronunciamos. Somos congruentes cuando enseñamos con el ejemplo.

Asistimos en nuestros días a muchos ejemplos de lo contrario a la congruencia. Nos vemos invadidos diariamente por muchos ejemplos de ello. En aquellos que el ego es quien manda en el actuar es donde abunda la incongruencia. Y cuando son descubiertos estos actos aparecen las justificaciones. Cuando se actúa coherentemente hay una estrecha relación entre lo que se expresa verbalmente y lo que se hace, y el ejemplo se condice con el estilo de vida. Entonces, no es necesaria la justificación, porque no se cae en contradicciones.

La incongruencia se detecta fácilmente, y no es necesario ser demasiado intuitivo para ello. Los políticos, debido a su exposición y escrutinio público permanentes, son los casos más patentes en los cuales podemos ver los niveles de congruencia. ¿Pero qué sucede con los votantes que ven que el político no es de fiar por su incongruencia y le siguen dando el voto? Simple, son ellos los incoherentes. Vale decir, los que no están actuando alineadamente entre lo que dicen o piensan y lo que hacen. Y cuando una sociedad llega a validar la incoherencia, siembra las semillas de un peligroso deterioro.

Cuando somos congruentes todo nuestro ser se alinea en pos del objetivo que nos hemos trazado, y todos los obstáculos se van allanando, y aparecen como por arte de magia todos los recursos necesarios para llevar a buen puerto nuestro cometido, así tome un buen tiempo el lograrlo.

Vivir congruentemente es un desafío mayor. Significa no rendirse ante la manipulación, ante la tentación material de llevar una vida aparentemente fácil, ya que más temprano que tarde esa incongruencia pasará la cuenta, y deberá equilibrarse nuevamente.

Somos incongruentes cuando trabajamos para ayudar a recuperar la salud a las personas pero bebemos o comemos en exceso, o fumamos.

Somos incongruentes cuando pretendemos ascender en donde trabajamos pero vemos como enemigos a clientes y compañeros.

Somos incongruentes cuando damos consejos pero no los practicamos nosotros.

Somos incongruentes cuando decimos a otros lo que deben hacer sin haberlo hecho nosotros antes.

Somos incongruentes cuando obligamos a otros a hacer lo que no haríamos nosotros.

Somos incongruentes cuando seguimos en el mismo trabajo aburrido sabiendo que somos infelices.

Somos incongruentes cuando mantenemos las mismas relaciones afectivas que nos producen tristeza y ansiedad y no hacemos nada por movernos de ahí.
Somos incongruentes cuando deseamos tener una posición de mayor responsabilidad en la empresa pero llegamos siempre atrasados.

Y sí somos congruentes cuando actuamos con amor, porque el amor es nuestra esencia.



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