viernes, octubre 25, 2013

La Sonrisa


Muchos conocemos “El Principito”, un libro maravilloso de Saint-Exupéry. Se trata de un libro extraño y fabulosos y tiene la doble función de ser un cuento para chicos y una fábula que mueve a la reflexión a los adultos. Muchos menos conocen otros escritos, novelas y cuentos del autor.

Saint-Exupéry era piloto de guerra que luchó contra los nazis murió en acción. Antes de la Segunda Guerra Mundial, combatió en la Guerra Civil española contra los fascistas. Escribió una historia fascinante sobre esta experiencia titulada “La Sonrisa” (Le sourire). Me gustaría compartirla ahora con ustedes. No se sabe a ciencia cierta si es autobiográfica o de ficción. Personalmente, prefiero creer lo primero.
Cuenta que fue capturado por el enemigo y arrojado a una celda.
Por las miradas despectivas y el trato duro que recibía de sus carceleros, estaba seguro de que sería ejecutado al día siguiente. A partir de aquí, contaré la historia tal como la recuerdo aunque con mis palabras.

“Estaba seguro de que me matarían. Me puse terriblemente nervioso e inquieto. Revolví mis bolsillos para ver si algún cigarrillo había escapado al registro. Encontré uno y me temblaban tanto las manos que apenas pude llevármelo a los labios. Pero no tenía fósforos, se los habían quedado
Miré a mi carcelero a través de los barrotes. No hizo contacto visual conmigo. Después de todo, nadie hace contacto visual con una cosa, con un cadáver. Le grité: “¿Tiene fuego, por favor?”. Me miró, se encogió de hombros y se acercó para encenderme el cigarrillo.
Al acercarse y encender el fósforo, sus ojos accidentalmente se cruzaron con los míos. En ese momento, sonreí. No sé porqué lo hice. Tal vez fue por nerviosismo, tal vez fue porque, cuando dos personas se acercan mucho, cuesta no sonreír. Sea como fuere, sonreí. En ese instante, fue como si una chispa hubiera saltado la brecha entre nuestros dos corazones, nuestras dos almas humanas. Sé que él no quería, pero mi sonrisa atravesó los barrotes y generó otra sonrisa en sus labios. Me encendió el cigarrillo pero se quedó cerca, mirándome directamente a los ojos y sin dejar de sonreír.
Seguí sonriéndole, consciente de él ahora como persona y no ya sólo como carcelero. Y su mirada pareció adquirir una nueva dimensión. “¿Tienes hijos?”, preguntó.
“Sí, aquí, aquí”. Saqué mi billetera y busqué tembloroso las fotos de mi familia. Él también sacó las fotos de sus niños y empezó a hablar sobre sus planes y esperanzas con respecto a ellos. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Dije que temía no volver a ver a mi familia, no tener la oportunidad de verlos crecer. A él también se le llenaron los ojos de lágrimas.
De pronto, sin decir un palabra, abrió la celda y en silencio me llevó afuera. Salimos de la cárcel, y, despacio y por la calles laterales, salimos de la ciudad. Allí, a la orilla de la ciudad, me liberó. Y sin decir una palabra, regresé a la ciudad.
Una sonrisa me salvó la vida.”

Sí, la sonrisa, la conexión sincera, espontánea ya natural entre las personas. Cuento esta historia en mi trabajo porque me gustaría que la gente considerara que debajo de todas la capaz que construimos para protegernos: nuestra dignidad, nuestros títulos, nuestros diplomas, nuestro estatus y la necesidad de que nos vean de determinadas maneras, debajo de todo eso, está el yo auténtico y esencial. No me da miedo llamarlo alma. Realmente, creo que si esa parte tuya y esa parte mía pudieran reconocerse, no seríamos enemigos. No podríamos sentir odio ni envidia ni miedo. Llegó a la triste conclusión de que todas esas otras capas, que construimos con tanto esmero a lo largo de nuestras vidas, nos distancian e impiden que nos pongamos en real contacto con los demás. La historia de Saint- Exupéry habla de ese momento mágico en que dos almas se reconocen.
He tenido momentos así. Al enamorarme por ejemplo. Al mirar un bebé. ¿Por qué sonreímos cuando vemos un bebé? Tal vez sea porque vemos a alguien sin todas esas capas defensivas, alguien cuya sonrisa nos resulta genuina y sin engaños. Y el alma de niño que resulta genuina dentro sonríe anhelante en reconocimiento.

Hanoch McCarty

No hay comentarios.: