sábado, septiembre 21, 2013

El dolor emocional es equivalente al dolor físico




Esta semana comparto con vosotros/as los resultados de una investigación científica reciente que viene a corroborar la impresión que los que trabajamos con niños, adolescentes y adultos víctimas de maltrato tenemos: el dolor emocional que éstas sienten es como el dolor físico.

Expongo brevemente las principales conclusiones del estudio. El departamento de Psicología de la Universidad de Michigan acaba de descubrir en un reciente estudio llevado a cabo por Kross, Berman, Mischel, Smith y Wager que el dolor emocional es equivalente al dolor físico y que, además, compartirían las mismas zonas cerebrales y los mismos mecanismos de activación del sistema opioide. Esto es, las situaciones de rechazo social activan las mismas zonas cerebrales que activan el dolor físico (las zonas somatosensoriales)

La investigación sugiere que el solapamiento neuronal entre el rechazo social y el dolor físico es mayor de lo que la investigación había sugerido hasta ahora. Los autores proponen específicamente que las experiencias de rechazo social, cuando son elicitadas de manera intensa, implican a zonas del cerebro que se asocian a ambos componentes del dolor físico: los componentes afectivos y sensoriales.

Los resultados dan un nuevo significado a la idea de que el rechazo social “hiere” El rechazo social y el dolor físico son similares no sólo en que ambos son estresantes sino también en que ambos comparten una representación común en los sistemas somatosensoriales del cerebro.

Las conclusiones me han sorprendido relativamente. Desde que empecé a trabajar con los niños víctimas de malos tratos ya intuía que el dolor que estos niños padecen se podía sentir y notar en los niveles corporales. Quizá eso les lleve a muchos o a disociarse (distanciarse de la experiencia corporal como un anestésico contra el dolor) o a hiperactivarse (moverse, mostrar inquietud, intranquilidad motora…) como una manera también de canalizar dicho dolor. Dolor que tiene que ser insoportable. Posteriormente, le escuché afirmar a Jorge Barudy, especialista en este tema y uno de mis formadores, con gran maestría y empatía, que a los niños maltratados emocionalmente les duele el cuerpo, ellos lo notan ahí. No había una investigación científica que lo avalara pero de alguna manera lo podíamos intuir y sentir.

Pero como pasa cuando algo se avala empíricamente, disponemos no sólo ya de la intuición sino de un estudio científico (hecho de una manera rigurosa) que nos dice que el rechazo social se siente con la misma intensidad que el dolor físico. ¿Cuál es la primera experiencia social que un bebé tiene? La relación con sus cuidadores, normalmente sus padres, o su padre, o su madre. Si esta relación es emocionalmente sintonizada y el cuidador muestra sensibilidad y empatía hacia las necesidades físicas y emocionales del bebé, éste se desarrolla de una manera positiva. Es el apego seguro del que hemos hablado cientos de veces en este blog. La base segura que nos permite desplegar todas nuestras capacidades emocionales, sociales, cognitivas, lingüísticas…

Pero si la primera experiencia social del bebé implica rechazo, ya os imagináis qué ocurre: el niño va a sentir dolor emocional… ¡que va a experimentar como si fuera dolor físico! Le va a doler como duele un puñetazo, un golpe… Y le va a herir. Desde edades muy tempranas soportará este dolor. Y el niño -que es muy vulnerable-, como decimos muchas veces, tendrá que ponerse como un traje para poder defenderse y adaptarse a la experiencia adversa y dolorosa que vive y sufre en sus carnes. Las emociones se corporalizan y lo corporalizado es emoción. Se acabó pues, el dualismo cuerpo/mente, como ya explicaba Rafael Benito, psiquiatra, en su magnífico prólogo para el libro sobre la caja de arena que acabo de publicar titulado: "Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena (sandtray)"

Si seguimos pensando en otras formas de maltrato emocional como lo son el teasing(poner motes, sobrenombres, burlarse de otro…) o el bullying, no sólo nos daremos cuenta de que es un maltrato que deja secuelas importantes en el niño y en el futuro adulto, sino también que éste va a estar, además, soportando, durante mucho tiempo, un dolor emocional que es equivalente al físico. Es comprensible que las víctimas se lleguen a desesperar.

Cualquier forma de maltrato emocional, por lo tanto, va a ser experimentado como un dolor físico. Se podría decir que las fronteras entre el dolor físico y el emocional quedan, por lo tanto, sin delimitar en cuanto a sentirlo: duelen igual. Son equivalentes. Ambas se viven con la misma intensidad y ambas se procesan -y comparten- los mismos sistemas cerebrales.

Por eso los niños necesitan un trabajo terapéutico específico que les ayude a enfrentarse a las experiencias de maltrato emocional grabadas en su cerebro a través de técnicas que les permitan elaborarlas sin sentir tanto dolor. Porque el dolor emocional va a ser, como decimos, equivalente al físico. Es normal que se defiendan y les cueste trabajar en terapia. Sobre todo si no les ofrecemos modelos terapéuticos adaptados a su sufrimiento.

También este descubrimiento nos reafirma aún más en que jamás hay que minimizar una experiencia de rechazo social y mucho menos de maltrato emocional (la experiencia de rechazo social más dura que puede existir es el maltrato emocional: ser vejado, humillado, insultado, menospreciado por otro o por otros; y si esos otros son significativos, aún la experiencia es más dura) Hay que reconocer el dolor a la persona que ha sufrido maltrato. Y, segundo, esto nos refuerza más todavía en la necesidad de que profesores, padres, profesionales, etc. usemos la empatía con estas personas que han sufrido estas tremendas experiencias. Y que evitemos transmitirles mitos que pueden retraumatizar tales como: “el cerebro lo olvida”; “eso pasó hace muchos años” ; “lo tendrías que tener superado” ; “eso no tiene porqué influirte ya” Y, tercero, debemos de transmitirles nuestro orgullo y admiración por ser los héroes de una historia en la que sobrevivieron, entre otras terribles cosas, a una de las experiencias más duras que existen en la vida: el dolor. Ahora ya sabemos que el cerebro usa los mismos sistemas cerebrales cuando se trata de dolor por rechazo social (y el maltrato es una forma aguda de rechazo social) que cuando es dolor físico. Ayudarles a resiliar es también -a la par que les reconocemos que han sufrido y empatizamos con ellos- poder ofrecerles medios (artísticos, deportivos, culturales, musicales…) para que transformen ese dolor y no explote dentro de ellos. El dolor puede ir apaciguándose gracias a la red psicosocial que dispongamos alrededor del niño, pero nunca se apagará del todo.

Y para terminar, cuando lo lea, os hablaré de un magnífico libro que me ha recomendado –gran sugerencia- mi amiga y colega Naiara Zamora, psicóloga, titulado: “Amar sin miedo a malcriar. La mirada a la infancia desde el respeto, el vínculo y la empatía” La autora es Yolanda González Vara. La editorial es integral. Como veis, sólo con leer el título ya dan ganas de devorar el libro.

Zaindu / Cuidaos.

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