Voy más allá de las teorías y las técnicas pues entiendo que cada ser es único e irrepetible. Cuando un ser humano, con un problema, toca a mi puerta y tiene el coraje de abrirme su corazón, con respeto me adentro en su proceso de transformación personal sabiendo que piso tierra sagrada. Visita mi página web y conoce más: www.lmhoyosduque.com
sábado, julio 06, 2013
La Pared Desnuda
Esta Historia sucedió en un Hospital. Dos Hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo cuarto. A don Arturo, se le permitía sentarse durante una hora en la tarde, para drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la habitación. Siempre estaba de buen humor y agradecía a Dios la vida que poseía. Anselmo en cambio, era envidioso y de corazón enroscado, con actitud constante de amargado, por su enfermedad, tenía que permanecer todo el tiempo boca arriba.
Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando don Arturo podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana:
--Anselmo, hay unos chicos jugando a la pelota…… Hoy vino una pareja de enamorados…… La plaza está llena de palomas que se divierten con los niños…. Y así don Arturo, iba poblando las tardes de Anselmo con los detalles de todo lo que sucedía en el mundo exterior, trayendo con sus relatos, los colores y perfumes de la plaza. Anselmo, aunque disfrutaba los relatos de don Arturo, en el fondo de su corazón se sentía un desdichado. Estaba enojado con Dios, porque a él siempre le tocaba la peor parte. Envidiaba a Arturo por todo lo que podía ver y disfrutar desde la ventana.
Pasaron los días y semanas. Una mañana, la enfermera al entrar para el aseo matutino, se encontró con el cuerpo sin vida de don Arturo. Había muerto tranquilamente, mientras dormía. Se fue en paz, sin molestar como había vivido. Con mucha tristeza, avisó para que trasladaran el cuerpo. Inmediatamente Anselmo Exigió que lo trasladaran cerca de la única ventana. Tanto insistió que las enfermeras acordaron pasarlo a la mañana siguiente. Esa noche no pudo dormir por los nervios.
Al otro día, unos enfermeros lo cambiaron a la cama de la ventana y lo dejaron solo. Lentamente y con dificultad como quien toma posesión de algo, Anselmo se irguió sobre el codo, ¡al fin le daban lo que merecía! Se esforzó para girarse y despacio mirar por la ventana al lado de la cama….. ¡Con sorpresa y con horror descubrió que delante de él había una pared triste, gris y fría!
Autor Desconocido
Bibliografía
M. Benavides Luis, cuentos para ser Humano
Ediciones DABAR, México DF 2007 pp. 57
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