viernes, diciembre 14, 2012

¿CÓMO CONFLUYEN UN MAESTRO DE CANES Y UNO DE HOMBRES?



En el universo todo se conecta de forma mágica. Rastreaba en you Tube las enseñanzas de Eckhart Tolle, de pronto llamó poderosamente mi atención el título de un video: “Eckhart Tolle entrevista a César Millan”. En otro post hablé de Tolle, el maestro espiritual vivo más importante de esta época. A Millan se le conoce en la TV mundial como “El encantador de perros”. Sea que tengas un can, que te gusten o no, Millán te seduce como lo hace un virtuoso del circo del Sol, su magnetismo y la unión que tiene con los perros te asombra y en este encuentro sale Millán, el humano, el maestro, aflora su naturaleza a borbotones.

Realmente lo que vi y sentí fue a un par de maestros hablando. Un rehabilitador de perros y un rehabilitador de hombres, ¡confluyendo en tantas cosas! Los maestros ponen sobre el tapete la reactividad, sí, los seres humanos somos reactivos, alguien dice algo y lo tomamos personal, respondemos con nuestra historia, con nuestro propio guion mental. La reactividad nos impide meternos en los zapatos del otro, y no lo dejamos SER, el Encantador de perros habla de su secreto, “permito al perro SER”.

Sorprende ver a un hombre apasionado con su tarea, enseñando la integración con un ser a través de sentir la necesidad del otro, de un perdón sin pasado, sin recriminaciones, que va de la mano del olvido, que vive el presente.

Este par de hombres de generaciones y latitudes distintas, el uno pausado, calmo; el otro explosivo, abrazador, vibrante, con un mensaje que extrapola dos mundos; que me llevan a pedir perdón a mis dos hijos: desde muy niños me suplicaron en forma repetida “mami compremos un perrito”, no, les di mil y una excusas.

Crecí en un hogar con seis hermanos, con unos padres trabajadores y cariñosos. Con una madre que no se conectaba con los animales, no sólo no amaba los animales, no los toleraba, cuando papá llegaba a casa con un perrito, mamá lo sacaba a cantaleta y empellones en tres segundos. El único animal que tuvimos en casa fue a Negro, un gato para cazar los ratones del solar contiguo, vivió con nosotros hasta que se ahogó en una piscina de mazamorra. No es raro entonces que yo hasta hace pocos meses, me quisiera subir por las paredes cuando sentía un animal cerquita.

En una finca tuvimos a Juanita, una labradora que me enamoró de forma tal que aunque ya no está aquí la recuerdo como a un ser querido que estuvo entre nosotros. Juanita nos acompañaba a caminar y hacía de mi edecán, la acaricie solo con el dorso de la mano y con muchas palabras dulces, Juanita se sentía amada y yo sabía que Juanita me quería. La comunicación se daba de forma fácil, sin reclamos, ni reproches, fluía en el aquí y en el ahora en el balance perfecto.

No hay comentarios.: