jueves, septiembre 10, 2015

¿Procastinas? ¿Es decir, postergas tus tareas...?


Crédito: Shutterstock

La procrastinación, el acto de dilatar tareas importantes, está ligada a diferentes trastornos psicológicos. Consejos para ponerse en movimiento

No dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana. O quizás nunca. De eso se trata la procrastinación, "el acto de dilatar, diferir, postergar o suspender tareas importantes dejándolas para más adelante", según explican Graciela Chiale y Gloria Husmann (socióloga y psicóloga, respectivamente), en su libro Procrastinación: el acto de postergarse en la vida (Ediciones Del Nuevo Extremo).

"Pero cuando la procrastinación se transforma en una forma de ser, se pone de manifiesto un trastorno del comportamiento que afecta la calidad de vida de muchas personas", advierten las especialistas.

La postergación constante de cosas para hacer puede estar ligada a trastornos de ansiedad incluyendo pánico, estrés postraumático, fobia social, depresión, déficit de atención y trastorno obsesivo compulsivo. El síntoma más común es que el procrastinador tenga dificultades para medir correctamente el tiempo que destina a cada tarea.

La organización del tiempo y de las prioridades, clave en la vida del procrastinador.


No son vagos

¿Pero qué hacen en todo el día los procrastinadores? Porque, en esencia, no son vagos; no es que se la pasen haciendo nada. "En muchos casos se realizan [en lugar de lo urgente o lo necesario] ocupaciones irrelevantes pero más placenteras", afirman Chiale y Husmann. "No se trata de que sean hedonistas a corto plazo, son personas que pierden el tiempo a ojos vista o con actitud enmascarada en una apariencia de perfeccionismo. En un intento por garantizar el éxito, se generan más y más actividades y tareas que nunca se logran completar".

En eso consiste la procrastinación productiva: en dedicarle tiempo a las cosas incorrectas. Las inseguridades y un perfeccionismo exagerado también son clave: "Hasta que no tenga el tiempo, el espacio, el dinero, el equipamiento... no lo hago". Dudar de todo lo que se debe hacer tampoco ayuda a ponerse en marcha.

LA PROCRASTINACIÓN ES EL ACTO DE DILATAR, DIFERIR, POSTERGAR O SUSPENDER TAREAS IMPORTANTES DEJÁNDOLAS PARA MÁS ADELANTE


Dilatar las cosas tiene consecuencias. En primera instancia, para el mismísimo procrastinador. "Para los otros, la postergación representa un acto de irresponsabilidad ya que presumen que para el procrastinador posponer, aplazar, forma parte de un desidioso juego", afirman las especialistas. "De ninguna manera es así. El procrastinador procrastina porque no puede hacer otra cosa". Son víctimas del prejuicio que los etiqueta como perezosos, cuando en realidad no lo son.

Pero, además, la postergación de tareas afecta al entorno: familiares y amigos que sienten la presión constante de no poder contar con que el otro cumpla en tiempo y forma, que cargan el peso de tener que repetir pedidos en forma constante o de acabar cumpliendo ellos con las tareas del otro. Las relaciones entre los procrastinadores y el resto del mundo pueden deteriorarse severamente.

Vivir postergando está relacionado a trastornos de ansiedad. Para eso, nada mejor que una consulta con un profesional.

Diez consejos para dejar de procrastinar


Según Chiale y Husmann, no hay métodos milagrosos para identificar cuáles son los trastornos psicológicos detrás de la postergación, más allá de una intervención profesional adecuada, ni "tampoco hay recetas terapéuticas que los solucionen mágicamente".


Pero una buena administración del tiempo, premiándose –y autoflagelándose– es una buena manera de empezar a salir de la "zona de procrastinación".

Algunos de estos métodos, aun cuando no reemplazan una serie de buenas excursiones al diván del terapeuta, pueden resultar útiles:

Recordar que siempre hay más por hacer de lo que en efecto puede hacerse, y cuestionarse si se están teniendo las prioridades correctas.
Preparar una lista de cosas para hacer, ponerles una fecha límite... ¡Y cumplirla!

Las tareas que resulten pesadas o aburridas, subdividirlas en tareas más pequeñas para no sentirse sobrepasado.

Comenzar por algún lado. Si una tarea es larga o compleja, quizás no sea necesario que se empiece por "el principio". Arrancar por lo que resulte menos tedioso, así –al menos– las cosas están en marcha.

Eliminar la tentación de ponerse a hacer otra cosa. Por ejemplo, se pierde demasiado tiempo leyendo notas sobre cómo dejar de procrastinar o mirando Grey's Anatomy por vez número mil en el cable, someterse a un "régimen", impedirse a uno mismo hacerlo en ciertos horarios clave, da resultado. 
Requiere disciplina, pero funciona. 

Negociar con uno mismo... ¡Y premiarse! Si se logra completar una tarea en el tiempo estipulado, se puede volver a Netflix y ver otro episodio de Star Trek. Pero solo un rato, eh.

Analizar qué consecuencias tiene dejar de hacer eso que tanto molesta y que se está postergando. La culpa puede ser un muy buen incentivo.
Compartir con familia o amigos los proyectos y fechas límite. Esto suma un poco de presión: se cumple con el objetivo para no quedar mal con aquellos a los que se les prometió que se haría.
Hablar con gente que ya haya cumplido con eso que venís postergando. Quizás puedan dar consejos para lograrlo.

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