Recientemente una joven paciente me hizo la siguiente reflexión, “me preocupa que muchas veces cuando estoy en oración, o estoy concentrada en algo de pronto me encuentro pensando en un montón de cosas que nada tienen que ver, mi mente es como loca, va de aquí para allá, ¿eso es normal?, ¿le pasa a todo el mundo?”
¿Te has hecho reflexiones similares en torno a ese laberintico mundo?, poder escudriñar tu mente durante todo el día, e incluso el fantástico mundo de los sueños.
Los pensamientos surgen de manera espontánea, desordenada, parecen una manada de búfalos que no sabemos para donde van ni con qué propósito.
El pensamiento es como un caballito infatigable que se alimenta de su propia indolencia eterna. Inventa mundos y formas sin objetivo ni destino que conozcamos. En palabras de Joan Garriga, psicólogo humanista Gestáltico, a ratos parece domesticable y razonable, pero en otras en absolutamente creativo e impredecible, ruidoso, florido, barroco, lleno de todas las voces y de todos los rostros y todos los tiempos.
Parece que somos dueños de nuestra mente, pero en realidad ella es la que nos gobierna. No es sino dar una rápida mirada a todo lo que ha diseñado durante una jornada, para darnos cuenta que no somos libres que no pensamos lo que queremos. No tenemos control sobre nuestros pensamientos. Algunas veces somos capaces de focalizarnos en algo por unos momentos, estamos atentos, creemos que piloteamos nuestra nave.
Un análisis pormenorizado de los pensamientos nos llevaría a determinar que casi la mitad de ellos es puro ruido mental, sin brújula alguna, ruido que nos impide estar disfrutar ese momento único e irrepetible. Del silencio que nos habita, al cual le tenemos miedo, ignorando la felicidad que esa nada, ese silencio y esa quietud traen consigo.
Un porcentaje menor, tal vez un 30% está relacionado con material que discute y cuestiona la realidad llevando a la producción de una bioquímica de estrés y angustia en el cuerpo. Estos pensamientos tienen el propósito de alegar con la realidad, de negarla, rechazarla, debatirla, no se aceptan las cosas como son. Este pensamiento está relacionado con nuestros deseos y miedos, es una queja. Y cuando vamos a contravía de la realidad perdemos porque enfermamos.
Joan Garriga clasifica estos pensamientos de la siguiente manera:
Nos queda un veinte por ciento que corresponde a ese pensamiento que es práctico y jugoso que nos sirve para entrar a la acción, que posibilita hacer algo tangible y sentirnos satisfechos. Estos últimos pensamientos están a disposición de la vida, la fertilizan, la salvaguardan, la reverencian la mejoran cuando es posible. No se desgasta en vanos tormentos, da de beber al sediento que atraviesa el desierto para llevarlo a un oasis real. Las buenas ideas abrazan la realidad, condimentan el camino de nuestras metas, nos llevan por el camino del logro y respetan el camino de los demás. El pensamiento útil no juzga, las cosas, son como son. Hace posible la convivencia sana, armoniosa y ecológica entre todos.
Esa pequeña fracción de pensamiento que es útil, jugoso y nos lleva a buen puerto, al decir de Joan Garriga: “Tenemos por tanto, 20% de pensamientos que podríamos considerar “positivos”. Aun así, el pensamiento más bello es aquel que empieza a no parecerlo y se sienta a la puerta del Ser a esperar, porque ya lo intuye y lo anhela. Cuando se nos concede gozar de pequeños silencios en nuestro incansable oleaje de pensamientos, podemos apreciar el aroma de lo absoluto¨
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