viernes, junio 26, 2015

¡No quiero estudiar eso!



Contesté la llamada de Claudia, su tono de voz presagiaba lo peor. Claudia era, es la mamá de Manuela. Después del saludo protocolario me soltó su angustia: “cómo te parece que Manuela nos acaba de decir que no quiere seguir estudiando esa carrera, que no se siente conectada con ella y que quiere hacer diseño, ¡cómo te parece diseño! Le hemos dicho en todos los tonos posibles, que acabe su ingeniería y que una vez graduada, si todavía quiere hacer diseño, que lo haga, pero dice que no, está decidida. Claudia no paraba, te llamo para que le abras un espacio en consulta y la convenzas.

No lo podía creer Claudia, me estaba planteando una propuesta inadecuada, tácitamente me estaba diciendo, que amparaba en mi fuero profesional le vendiera a su hija la idea que ella y su pareja tenían.

Escuché respetuosamente a Claudia, la entendía, tanto a ella como a su pareja, Manuela llevaba siete semestres en una de las universidades más costosas del país, habían invertido varios años y algunos millones, habían tejido el sueño de que pronto tendrían a su primera hija profesional y Manuela ahora quería tirarlo todo por la borda.

Claudia me recordó la historia de esa madre que al recibir las calificaciones de su hijo, enterada de que éste había perdido matemáticas y que la mejor nota se la llevan arte y dibujo, exclamó horrorizada, de inmediato le conseguiré un profesor privado de matemáticas, a lo que el director del curso le responde no, señora lo que usted debe de hacer es conseguirle un profesor privado de arte y dibujo.

No todos los seres tenemos los mismos talentos, no todos tenemos que ser profesionales, hay un paradigma instalado en la mente de los padres e incluso de los hijos, que si no se es, un profesional con cartón universitario, no se es nadie. Conozco hombres y mujeres sin esa patente de corso, como profesionales extraordinarios, con una experticia única, en esa rama que se conecta con sus competencias y sus pasiones, que las despliegan en organizaciones propias y de otros y lo hacen llenos de gozo.

Muchas veces los padres al momento de ayudar a sus hijos en su orientación vocacional, al elegir una carrera, las recomendaciones que les dan están mediadas por frases como “haz esto, aquello, a Peranito, a Menganito les va súper bien, esta es la más lucrativa”. Craso error, lo único que puede conducirte al éxito, a la realización, es cuando en tu labor está conectada con tus talentos únicos, los orientales lo llaman dharma, ese quehacer en el cual dejas tu impronta, porque nadie más lo hace como tú.


Abrí el espacio terapéutico para Manuela, después de hablarlo con ella y de constatar de que no se trataba de una pataleta adolescente, me quedó claro, Manuela había tomado su primera decisión escuchando a papá y a mamá, ahora su corazón le estaba hablando y ella quería escucharlo, hablaba con entusiasmo y prospectaba su futuro como diseñadora. Me quedó claro después de la sesión con Manuela que el paso a seguir era convencer a sus padres.


Ps. Luz Marina Hoyos Duque 

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