martes, mayo 19, 2015

Las cinco heridas infantiles que nos acompañan en la adultez




Las dificultades vividas en la niñez vaticinan los miedos, temores y angustias del adulto, e influyen de manera significativa en la manera de enfrentar las situaciones adversas.

Esas heridas de infancia conforman un fragmento de nuestra personalidad.

¿Cuáles son esas heridas?

1- El miedo a la soledad, al abandono

Quien experimentó el abandono en su infancia tendrá un temor irracional en la adultez de que esa experiencia se repita, por ello permanecerá vigilante, con el miedo contante de quedar solo. Como mecanismo defensivo, es posible que tomen la iniciativa de dejar a su pareja, antes de que la pareja lo haga, se está protegiendo: “te dejo antes de que tú me dejes a mí”.

El reto para quien ha sufrido abandono en la infancia es trabajar la soledad, el temor al rechazo, al contacto físico.

Esta herida no es fácil de tramitar, no obstante, es posible. ¿Cuándo sabrás que lo has gestionado?, cuando puedas disfrutar de estar solo, cuando sientas que estás con la persona más importante del universo, cuando te des cuenta que esa persona eres tú mismo, cuando puedas tener un dialogo enaltecedor contigo mismo.

2- El miedo al rechazo

Esta herida impacta profundamente, pues habla de nuestro mundo interno, de nuestras vivencias, pensamientos, sentimientos.

La relación con las figuras significativas de infancia, el padre, la madre o los pares influyen poderosamente en la creación de esta herida, si nos hemos sentido rechazados, excluidos o descalificados, qué aprende el niño, a sentirse desvalorizado, descalificado en su interior.

El niño no se siente merecedor de afecto, ni comprensión y adopta la postura defensiva del aislamiento, para evitar el rechazo.

El primer paso para trabajar la herida del rechazo es el reconocimiento. Una vez que tengas conciencia de ello arriésgate a tomar decisiones, atrévete a equivocarte, a no contar con la unanimidad, tendremos la aprobación de muchos y el rechazo de otros, lo más importante es que tú te apruebes. Revístete de teflón y permite que te resbalen las posturas de los otros, de manera gradual irás adquiriendo confianza y te darás cuenta de que no es un asunto personal.

3- La humillación

Esta herida aflora cuando sentimos falta de aprobación y crítica severa. Los adultos podemos crear esta herida diciendo a los chicos que son torpes, brutos, gordos, feos, comparándolos con su hermano, su primo, su amigo, o cuando ventilamos sus asuntos afuera, de esta forma estamos dañando su autoestima personal y damos lugar a una personalidad dependiente.

Los niños que tienen esta herida pueden desplegar como mecanismo de defensa el que sean tiranos y egoístas e incluso pueden humillar a los demás.

El foco de trabajo ante la herida de la humillación es fortalecer la independencia, la autonomía, el reconocimiento de las necesidades propias, de los temores profundos, así como establecer cuáles son las prioridades.

4- El miedo a confiar

Esta herida se presenta cuando el niño se ha visto traicionado por sus padres, o cuidadores. Cuando no les cumplimos las promesas, generamos desconfianza y el sentimiento secreto de “no soy merecedor”, también puede generar envidia de sus pares, de otros, al ver que otros tienen lo que él no.

Esta herida crea en la adultez personas que quieren a toda costa tener todo bajo control, desean tenerlo atado, reatado. El adulto con carácter fuerte que ejerce control sobre los demás, probablemente sufrió esta herida en la infancia.

El trabajo que se requiere para sanar esta herida es cultivar la paciencia, la tolerancia. Aprender a observar cada persona como una hoja blanca de papel sobre la cual se empieza a escribir una historia, empezar a recorrer cada historia con la espontaneidad de un niño para constatar que hay seres en los cuales se puede confiar.

5- La injusticia

Esta herida nace en un ambiente de autoritarismo y frialdad, donde hay demasiada exigencia, se le imponen tareas al niño que no corresponden a su edad, generando creencias de incapacidad e inutilidad que se perpetúan en el adulto.

Para dejar de lado este sentimiento de inutilidad, desconfianza y rigidez el foco del trabajo debe estar en la confianza y la fluidez mental.

Ya sabes cuales son las cinco heridas que recibidas en la infancia que afectan nuestra vida adulta. El primer paso para sanar es reconocer que necesito trabajar ese asunto, el siguiente es tener el deseo de sanar y el siguiente empezar a tomar acción.




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