lunes, mayo 18, 2015

En la vejez terminamos 'siendo hombre y mujer'




En esta etapa de la vida tratamos de reconocer y reconciliar nuestras diferencias –femeninas y masculinas- en vez de entrar en conflicto con ellas.

En la vejez reconocemos que todas nuestras luchas, exitosa o fallidas, han sido por buscar la Verdad, y también reconocemos que esa Verdad siempre ha estado dentro de nosotros mismos. (Notimex)

MÉRIDA, Yuc.- Platicando con los abuelos, les presenté una teoría psicológica que habla sobre la 'exploración del mundo interior' de un médico psiquiatra y psicólogo suizo llamado Carl Gustav Jung, considerado padre de la psicología profunda, la cual estudia el alma y la vida interior del ser humano.

Jung se dio cuenta –les comenté- de que las personas mayores nos seguimos esforzando por desarrollarnos y ser mejores. Observando y analizando el comportamiento de las abuelas y los abuelos, Jung nos deja cuatro ideas muy claras al respecto:

1) No se alcanza una personalidad plenamente integrada sino hasta el final de la vida. Esto significa que hasta el último día de nuestra vida, tendremos algún aspecto qué madurar de nuestras actitudes y comportamientos.

2) Para poder terminar satisfactoriamente el proceso de maduración humana –dice Jung- hay que reconocer y reconciliar fuerzas y tendencias que están en conflicto dentro de nosotros mismos.

Lo primero por reconocer y reconciliar, según esta teoría, es que la naturaleza humana es sexuada: mujer y hombre, que no se excluyen a sí mismos, sino que se complementan. Por lo que en la vejez, tanto la mujer como el hombre, tratamos de reconocer y reconciliar nuestras diferencias –femeninas y masculinas- en vez de entrar en conflicto con ellas, como -tal vez- ocurrió en nuestra vida pasada.

De hecho, la mujer puede continuar madurando su “feminidad” a través de los valores masculinos que ella aprecie como importantes, y el hombre puede complementar la madurez de su “masculinidad” a través de los valores femeninos que considere como necesarios para vivir plenamente como hombre.

3) Dice esta teoría que, en algún momento de nuestras vidas, tanto mujeres como hombres, caemos en la cuentade de que no existen valores exclusivamente femeninos y valores exclusivamente masculinos, y que tales “clasificaciones o atribuciones” resultan arbitrarias, discriminatorias y limitantes.

De tal forma que valores como “fortaleza, valentía,competencia, racionalidad” –tradicional y culturalmente- atribuidos a los hombres o valores como“ternura e intuición, delicadeza y espiritualidad”, tradicionalmente atribuidos a las mujeres, resultan –todos- necesarios para cultivar y madurar plenamente la personalidad tanto femenina como masculina.

4) Dice Jung, finalmente, que esto suele ocurrir de manera clara y contundente cuando hemos envejecido, pues cuando somos jóvenes estamos más orientados al mundo exterior y la extroversión, pero una vez que la familia ya ha salido adelante y la vida profesional cambia o finaliza –a los 60 y más- mujeres y hombres nos sentimos y estamos más libres para cultivar las propias preocupaciones, reflexionar sobre los propios valores y alcanzar exitosamente uno de los grandes objetivos de la vejez, explorar y conquistar nuestro mundo interior.

En conclusión, cuando envejecemos nos hace mucho bien reconocer con sinceridad dos cosas:

1) Que nuestras mayores luchas, tal vez exitosas, tal vez fallidas, han sido siempre con el afán de encontrar la Verdad;

2) y que esa Verdad -buscada y esperada por años- ha estado siempre dentro de nosotros mismos.- 

Antonio Alonzo Ruiz, psicólogo clínico. Orientación psicológica y psicoterapia. aalonzo@crehas.org

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