domingo, enero 25, 2015

El Orgullo del Samurai



Cuenta la historia que una vez un maestro Zen llamado Hakuin, vino a verle un guerrero, un samurai, un gran soldado, y le preguntó: Maestro: «¿Existe el cielo, existe el infierno? Y si hay cielo e infierno, ¿dónde están las puertas? ¿Desde dónde se entra? ¿Cómo puedo evitar el infierno y elegir el cielo?»

Era un guerrero simple. Un guerrero sólo conoce dos cosas: la vida y la muerte; su vida siempre está en juego. No había venido a aprender ninguna doctrina. Quería saber dónde estaban las puertas para evitar el infierno y entrar en el cielo. Y el Maestro le contestó de la única forma que un guerrero podía entender:

—¿Quién eres tú?
—Soy un samurai —replicó el guerrero.

—Soy un jefe de samurais. Incluso el emperador me presenta sus respetos.

—¿Tú un samurai? —dijo el Maestro, riéndose—. Más bien pareces un mendigo.

El orgullo del samurai estaba herido, su ego machacado. Olvidó a qué había venido. Sacó la espada y estaba a punto de matar al Maestro. Olvidó que había venido a ver al maestro para aprender dónde estaban las puertas del cielo y del infierno.

El Maestro lo miró y le dijo: —Ésta es la puerta del infierno. Con esta espada, esta ira, este ego, así se abre la puerta. Esto es algo que un guerrero puede entender.

Y el samurai comprendió de inmediato. Entristecido y apenado con el maestro, con pena de mirarlo directamente a sus ojos, volvió a envainar la espada.

Y el Maestro dijo: —Ahora has abierto las puertas del cielo.

El infierno y el cielo están dentro de ti, ambas puertas están dentro de ti.

Cuando te comportas inconscientemente, allí está la puerta del infierno; cuando estás alerta y consciente, allí está la puerta del cielo.

¿Qué le ocurrió a aquel samurai? Cuando estaba a punto de matar al Maestro ¿era consciente? ¿Era consciente de lo que estaba a punto de hacer? ¿Era consciente de para qué había venido? Toda conciencia había desaparecido. Cuando el ego se adueña de la situación, no puedes permanecer alerta. El ego es la droga, el intoxicante que te hace completamente inconsciente. Actúas, pero tu acto viene del inconsciente, no de la conciencia. Y cuando un acto viene del inconsciente, la puerta del infierno se abre. Hagas lo que hagas, si no eres consciente de lo que estás haciendo, la puerta del infierno se abre.

El silencio es la puerta del cielo. La paz interior es la puerta del cielo. La no-violencia es la puerta del cielo. El amor y la compasión son las puertas del cielo.

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