miércoles, septiembre 25, 2013

¡Cambia tus películas!

Por: Luz Marina Hoyos Duque 

Pese a las apariencias, absolutamente todos somos iguales, sí, tenemos diferente nacionalidad, diferente color de piel, diferente tono, textura y forma de cabello, algunos somos de complexión delgada y otros gruesa, unos somos morenito chocolate, otros más morenitos aun y los hay también blancos alabastrinos o color leche como les dicen los niños. Culturalmente tenemos diversas manifestaciones, en algunas culturas es válida la poligamia, en la nuestra la monogamia, algunos somos monoteístas y otros politeístas. No obstante estas diferencias y la lista es mucho más larga, todos, absolutamente todos los seres humanos somos iguales, y esta verdad la encontramos cuando despojados de cada una de las capas superficiales llegamos por fin al centro del ser, el yo absoluto, el yo interno.

Las diferencias son capas exteriores, superficiales, que no permiten ver la realidad, obsérvalo a través de una cebolla, ésta posee una serie de capas externas, cuando quitamos cada una de sus capas llegamos por fin a la médula de la misma, entonces podemos ver y sentir su utilidad, aunque no te guste la cebolla, sigue siendo válido que ésta tiene capas y sólo cuando se las quitamos podemos ver su esencia.

Los seres humanos tenemos una serie de capas y cuando las quitamos entonces nos encontramos con la verdadera esencia del ser: encontramos que nuestra naturaleza es la paz, su expresión es el pensamiento y su acción es el amor incondicional, cuando nos identificamos con esa esencia honrándola y respetándola en los demás y en nosotros mismos entonces encontramos la armonía interior y exterior, las dudas, los temores y la enfermedad se apartan de nuestra vida.

Es absolutamente revelador esto: que nuestra naturaleza es la paz, si nos parece tan esquiva en la cotidianidad, si por cosas tan triviales como una discusión con la pareja, con un hijo, o con un compañero de trabajo la perdemos, también la perdemos porque no podemos colmar plenamente nuestros deseos, y este es precisamente el reflejo que vemos a nivel nacional.

Por qué perdemos la paz, porque olvidamos nuestra naturaleza divina; en el libro chocolate caliente para el alma, de Jack Canfiel y mMrk Hansen, hay una historia que me encanta y nos refiere precisamente a este olvido:

Sachi, tiene 4 años, hace dos días la mamita se fue al hospital y en pocos minutos regresará con papá, vendrán acompañados de su nuevo hermanito. Con el nuevo inquilino en casa Sachi pide: mamita, papito me permiten quedarme a solas con mi hermanito. Mamá y papa están muy asustados, no pueden permitirlo, es factible que Sachi tenga un común ataque de celos tan frecuente en los chicos de su edad y entonces golpee a su hermanito, no, repiten una y otra vez, pero Sachi, no se rinde, insiste, y la persistencia y constancia en su suplica por fin recibe el premio: está bien Sachi puedes quedarte a solas con tu hermanito. Sachi sale emocionada, entra corriendo al cuarto y cierra de un portazo, por el impacto, la puerta queda entreabierta, papá y mamá pueden saber lo que sucede allí adentro: observan que Sachi se acerca a la cabecera del bebé y muy quedo le dice: hermanito vamos, dime recuérdame cómo es Dios, creo que lo estoy olvidando.

Tal vez igual que a Sachi, a ti y a mí se nos está olvidando que nuestra naturaleza es absolutamente divina. Hemos permitido que los temores, las dudas y las expectativas sean nuestros inquilinos permanentes, robándonos ese derecho divino que adquirimos al nacer: la paz y la armonía interior.

Regresar a la fuente es entonces el objetivo, cuando retornamos a ella, recuperamos la expresión pura del pensamiento y podemos proyectar la acción de ese pensamiento a través del amor incondicional aquel que da sin esperar nada a cambio.

Bueno y cómo es que nos olvidamos de esa naturaleza divina para meternos en los rollos que la cotidianidad nos trae. Pues bien, el elemento que entra a jugar un papel determinante son los hábitos mentales, a partir de la experiencia que tenemos con las personas con las que nos identificamos desde nuestra primera infancia. Esos hábitos mentales constituyen los condicionamientos, algunos importantes para nuestra supervivencia. Si bien esos condicionamientos son importantes para preservar la vida, existen otros nocivos que lo único que hacen es debilitar nuestra estructura mental y menguar la salud, uno de ellos muy frecuentes es el de tremendizar. Esto es, llevar situaciones a sus extremos máximos posibles. Crear películas mentales fatalistas.

Es el caso de la madre que está esperando a su hijo y como se está demorando ella empieza a pensar: qué tal que lo hubiesen atracado, qué tal que lo hubiese atropellado un carro, qué tal que lo hubiesen secuestrado, que tal que...

Esta conducta de tremendizacion es absolutamente devastadora para el sistema inmune del cuerpo, somos más fácil presa a las enfermedades, porque la mente no distingue entre lo que sucede en forma real y las creaciones (proyecciones) mentales o pensamientos, o si no observe las reacciones que tienes: tu corazón late aceleradamente, tu presión cardiaca es mayor, igual tu presión arterial, tus palmas están sudorosas, las pupilas dilatadas, un cuadro tal y como si las cosas estuviesen pasando en forma real.

A lo que conduce este hábito, es a crear una situación de stress y angustia constante, por todo tipo de situaciones: si el marido se demora, si eres llamado a comparecer ante el presidente de la compañía, si se incrementa el costo de vida, si la hija sale de paseo, si....absolutamente por todo, este tipo de postura conduce a deteriorar la salud física, mental y emocional.

Qué hacer entonces para dejar esta actitud de tremendizar, existen varias estrategias, fáciles, sencillas, aplícalas, me sentiré encantada de ayudarte en esos difíciles momentos, además te verás y sentirá más dueño de tu propia vida, lo mejor, empezarás a recuperar tu verdadera esencia.

Las tres técnicas son: estiramiento, respiración y observación. Son tres opciones para aplicar de manera individual, si el tiempo y espacio lo permite, practica una después de otra, en su orden.

1. Estiramiento: estírate como un gatito, desperézate, involucra cada una de las partes de tu cuerpo de arriba abajo o a la inversa. Una alternativa es empezando a tensar cada parte con total potencia, una contracción poderosa y corta y luego sueltas.

2. Respiración: observa tu respiración y exhalación. Pon mucha atención, verifica que al inhalar expandes el vientre y al exhalar lo contraes. Mucha gente no sabe cómo hacerlo correctamente. Hazlo muy, muy despacio, de lo contrario podrías hiperventilarte y obtener el resultado contrario.

3. Observación: es la reina de las técnicas, mira, observa tu mente, tus pensamientos. Te encontrarás con una sorpresa, cuando observas a la mente, ésta se avergüenza, y todo pensamiento se detiene. Permites entonces que una deliciosa paz te envuelva.

Te abrazo,


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