miércoles, agosto 17, 2016

¿Qué ves la paja o la viga?


Este pasaje ilustra claramente lo que ese  hombre maravilloso hace más de dos mil años nos enseñó, hacernos los de  la vista gorda con los errores del otro pues no somos perfectos.


En un antiguo monasterio, un discípulo cometió un grave error y a raíz de ello se dañó un sembrado de papas. Los demás esperaban que el Instructor Principal, un anciano venerable, le aplicara un castigo que sirviera de ejemplo. Pero cuando al cabo de un mes vieron que no pasaba nada, uno de los discípulos más críticos le dijo al viejo instructor: «¿Cómo puedes ignorar lo sucedido? Después de todo, Dios nos ha dado ojos para mirar…». «Claro», respondió el anciano, «pero también nos dio párpados».1

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