sábado, octubre 03, 2015

La gente que no tiene vida suele cuestionar la de los demás



Hay personas que tienen por costumbre valorar la vida, los logros y las decisiones de los demás. Esto ocurre a pesar de que nadie les haya pedido opinión, por lo que sus comentarios suelen albergar intenciones no demasiado buenas.

Aunque sepamos que esto ocurre y podamos detectar las criticas mal intencionadas de los buenos comentarios, no resulta demasiado fácil evitar que nos afecten de alguna manera. Cuando la crítica y el menosprecio son continuos, nos “duele” nuestra autoestima.


Normalmente la gente que se mete en la vida de los demás es la que mayor conflicto emocional tiene en la suya propia, pues suelen cabalgar entre la baja autoestima, el rechazo y sus dificultades.

En este sentido, hay veces que podemos ayudarles a hacerse conscientes de que están cometiendo cientos de errores insalvables al meterse en la vida de los demás, pero otras veces nos tenemos que alejar  para poder salvaguardar nuestra propia salud emocional.

Lo que otras personas piensen de ti es su realidad, no la tuya

Probablemente en algún momento las opiniones y los juicios de los demás te hayan hecho cuestionarte cuál es tu realidad. Has podido llegar a pensar que vivías tapándote los ojos y que en realidad no eras nada consciente de la imagen que proyectabas dentro y fuera de ti mismo.

No obstante, no todo es malo, pues podemos utilizar este tipo de dudas para reafirmarnos. Recuerda que los demás pueden conocer nuestro nombre, pero no nuestra historia, no han vivido en nuestra piel ni han calzado nuestros zapatos.

Piensa que si tú mismo tienes la sensación de desconocerte en alguna ocasión, los demás no pueden haber llegado a un lugar en el que ni siquiera tú has estado. Así, sé consciente de que sus palabras solo obedecen a una realidad ilusoria que su mente ha creado.

No esperes que los demás comprendan tu viaje, especialmente si nunca han tenido que recorrer tu camino.

Pásale tus propios filtros a los juicios ajenos

“El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice:

-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…

-¡Espera! -le interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por los tres filtros lo que vas a contarme?.

–¿Los tres filtros? -preguntó su discípulo.

-Sí, el primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

-No. Lo oí comentar a unos vecinos.

-Al menos lo habrás hecho pasar por el segundo filtro, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

-No, en realidad no. Al contrario…

-¡Ah, vaya! El último filtro es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

-A decir verdad, no.

-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.“

Somos nosotros los que le damos validez a las palabras y acciones de los demás. Por eso, es importante que filtremos la información que realmente es constructiva y la separemos de la destructiva.

Así, pasándole los filtros de la verdad, la bondad y la necesidad nos quedaremos con aquello que merezca realmente la alegría y no la pena. Solo cuando dejamos de vivir conforme a lo que los demás esperan o piensan de nosotros, logramos sentirnos bien.

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