Escucha
a tu maestro interno, a esa sabiduría que te susurra cada noche, que con tus ojos cerrados te muestra películas en
tecnicolor. Que te habla de tu luz y tu
sombra, de lo trascendente, de lo que realmente importa, aunque no lo entiendas.
Si
pones tu atención a estos mensajes, los
llevas a una libreta y los miras por un instante, por unos minutos cada mañana,
algún día, tus sueños serán tan claros y legibles como los cuentos para
niños.
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