sábado, marzo 28, 2015

Enfoque Junguiano de la depresión – Alonso Juan Carlos





RESUMEN


Aunque en ocasiones se ha dicho que la psicoterapia no puede utilizarse para tratar los trastornos depresivos graves, el enfoque junguiano no comparte esta afirmación. Lo que sí es cierto es que su tratamiento terapéutico requiere un procedimiento diferente del método analítico y psicoterapéutico habitual. Además, la literatura teórica dentro de la psicología Junguiana que existe sobre este desorden es relativamente escasa, tanto sobre su etiología como sobre su terapéutica. Teniendo en cuenta lo anterior, este artículo recoge las principales propuestas sobre la comprensión y terapéutica de la depresión desde la psicología analítica.
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La escasa literatura que existe en la psicología analítica sobre la depresión se debe, en buena parte, al rechazo de Jung a rotular a los pacientes con diagnósticos facilistas, pues consideraba que éstos dificultaban encontrar la verdadera etiología de las enfermedades. En Recuerdos, Sueños, Pensamientos, relata que cuando hizo sus prácticas clínicas en el hospital psiquiátrico Burghölzli, descubrió al poco tiempo que allí ningún psiquiatra se preocupaba por tratar de entender lo que les sucedía a los enfermos, y que el énfasis estaba sólo en tratar de diagnosticarlos según unos síntomas, sin importarles la psicología de los pacientes.


Por tal motivo, mostró en adelante una gran resistencia a esa tendencia en la psiquiatría de su época a gastar tanto esfuerzo en la clasificación correcta de los trastornos. Las únicas grandes categorías que encontramos en su obra son las de neurosis y psicosis. La actitud general de Jung ante los trastornos psicológicos, era la de centrar la atención en el paciente, más que en la enfermedad misma. Es decir, que los trastornos no deberían nunca verse aislados del contexto general de la personalidad de los pacientes.


APROXIMACIÓN ENERGÉTICA A LA DEPRESIÓN


Puesto que existen enfermedades físicas que pueden comenzar con síntomas depresivos, es siempre necesario realizar un diagnóstico médico diferencial, para tratar los trastornos tóxicos o enfermedades incipientes cerebro-orgánicas que la generen. Sin embargo, aún en los casos en que estemos ante una depresión asociada con un desorden físico, ésta tendrá componentes psicológicos que requieren una adecuada actitud psicoterapéutica semejante a la del tratamiento de depresiones no vinculadas con aspectos orgánicos.
Otra gran dificultad al tratar de realizar el diagnóstico es determinar si estamos ante una depresión “psicógena” o “endógena”. Según el analista junguiano Heinrich Fierz, es más adecuado partir de observar si las depresiones graves se acompañan por el cuadro clínico clásico de la “melancolía”, con inhibición y retraso de los procesos de pensamiento, marcada tendencia suicida, ausencia de causas puramente externas de enfermedad, tendencia ocasional a los delirios y repetidas fases depresivas.


En tales casos, el aspecto psicológico se suele caracterizar por un conflicto no resuelto del pasado, del cual el paciente no es consciente. En ocasiones, este conflicto puede ser aparentemente insignificante, pero muy importante para el paciente. Si han existido fases depresivas anteriores en la historia del individuo, estas pueden corresponder a intentos infructuosos de resolver los problemas asociados con tal conflicto psíquico (Fierz).

La psicología analítica aborda la depresión desde una aproximación energética de la psique. Se considera que el episodio depresivo es un estado psicológico que se caracteriza por la falta de disponibilidad de energía psíquica que tiene la consciencia en un momento dado de la vida. En el enfoque junguiano, esta energía psíquica tiene una formulación diferente del concepto freudiano de “libido”, ya que para Jung tal energía no tiene una naturaleza meramente sexual sino que constituye una energía vital neutra en continuo movimiento y surgida de la tensión entre opuestos psíquicos, que puede tener manifestaciones sexuales, dentro de tantas otras posibilidades.


Así, al igual que todos los fenómenos psicológicos, las depresiones pueden ser consideradas manifestaciones de la energía psíquica. Jung estaba convencido de que la psique es un sistema autorregulado que se esfuerza constantemente por mantener el equilibrio entre tendencias opuestas. Esto significa que cuando se produce una polaridad o unilateralidad en el reino consciente de un individuo, su inconsciente reacciona de inmediato, intentando corregir el desequilibrio que se está produciendo. Esa auto-regulación lo llevaba a asociar la energía psíquica con la intencionalidad. Es como si en forma auto-curadora, la energía “supiera” hacia dónde debiera dirigirse para recobrar la salud general de la psique.


Esta “intencionalidad” o finalidad de la psique parte de que toda actividad psíquica no sólo tiene una causa sino que también persigue un resultado o meta. Es un enfoque complementario al punto de vista causal, que enfatiza en el origen y en el motivo de los acontecimientos psíquicos. Este enfoque finalista lleva a los junguianos a preguntarse para qué se produce una depresión en un individuo y a responder que el trastorno es esencialmente un intento que hace la psique para sanarse a sí misma. No es que se niegue el punto de vista causal del estado depresivo, sino que no se queda solamente en él, sino que busca complementar la comprensión teniendo en cuenta la finalidad. Jung usaba deliberadamente la palabra finalidad, para diferenciarla claramente del concepto de teleología, la cual implica la anticipación de un objetivo o meta. La finalidad, por el contrario, “supone un propósito, pero una meta esencialmente desconocida. Finalidad es meramente el esfuerzo psicológico inmanente por una meta” (Jung). Mencionaba que en la finalidad quizás podría hablarse mejor de la ‘expresión de un propósito’, más que del‘esfuerzo por una meta’, y en tal caso diríamos que la depresión tiene inherentemente algo de esa expresión de un propósito.


Podemos también comprender la depresión en un contexto adaptativo. El movimiento regresivo de la energía psíquica desempeñaría una función de adaptación, no ya al mundo externo, sino al mundo interior de la psique. Ese movimiento de retirada tiene por finalidad restaurar el equilibrio interior que se había perdido. Viene al caso una frase en francés que Jung repite varias veces: reculer pour meiux salter, y que traduce más o menos dar un paso atrás, pero para poder luego saltar mejor.


Según Jung, en la vida de los seres humanos hay momentos en que se comienza una nueva página. Aparecen nuevos intereses y tendencias que hasta ahora no habían recibido atención, o bien se produce un cambio repentino de la personalidad (la llamada mutación del carácter). Durante el período de incubación de tal cambio, a menudo podemos observar una pérdida de energía consciente: el nuevo desarrollo ha extraído de la conciencia la energía que necesita” (Jung). Esa pérdida se experimenta desagradablemente, pues la vida exterior pierde su brillo y alegría. “Este volver la vista hacia atrás conduce hacia la depresión y señala su comienzo… La regresión es un deslizarse hacia el pasado causado por una depresión que tiene lugar en el presente”. (O.C. 5: 457).


Para representar la orientación de la energía psíquica, Jung gustaba de utilizar la imagen del fluir del agua, pues la energía actuaba de manera semejante, siguiendo la dirección que le imprimía un declive o inclinación natural. Pero siguiendo nosotros con esta imagen de Jung, la energía puede, como sucede con el agua, encontrar en ocasiones un obstáculo que detenga el fluir de la energía y hacer que quede represada por un tiempo. Este obstáculo puede responder a un conflicto neurótico o psicótico. Es más, al igual que el agua, puede que encuentre un surco que la lleve a retroceder a una hondonada. Esto podría dar una idea de la depresión.


La persona deprimida siente que le falta la energía vital. ¿A dónde se ha ido la energía? No es que desaparezca, sino que retrocede hacia las profundidades del inconsciente. En psicología analítica se dice que ha comenzado un movimiento regresivo de la energía psíquica, contrario al movimiento progresivo que suele tener en otros momentos. Y la poca energía que queda en la consciencia, se resiste a ser usada hacia una dirección voluntariamente elegida. Para Jung la energía psíquica opera de conformidad con estos movimientos de progresión y de regresión.
¿Qué sucede con este par de movimientos durante la depresión? Por ejemplo, en un caso de depresión neurótica que surja en el terreno de la neurosis de angustia. Antes de que aparezca el trastorno hay un movimiento progresivo de la psique porque hay un equilibrio entre fuerzas opuestas del conflicto psicológico, y entonces todo es normal en la psique y la energía puede avanzar en ascenso, del inconsciente hacia la conciencia, y de allí hacia el mundo exterior. En esa fase el individuo tiene una sensación de creatividad y de bienestar.


MOVIMIENTO REGRESIVO DURANTE LA DEPRESIÓN


Cuando se presenta el conflicto, o acumulación de conflictos internos, la progresión de la energía se ve obstaculizada, se rompe el equilibrio entre los opuestos, y se detiene el movimiento progresivo. En este momento, los opuestos se separan y se enfrentan de manera antagónica. Al no tener salida, la energía se acumula, hasta que finalmente comienza a moverse en dirección opuesta, hacia las zonas profundas de la psique. Es decir, la energía desarrolla ahora un movimiento regresivo.


Dice Jung:
“…el paciente vive asediado por toda clase de ideas y obsesiones depresivas, tales como que su vida no sirve para nada… Estos sentimientos negativos son otras autosugestiones que él acata sin discutir” (Jung).
“Se pierde el deseo o el valor para enfrentar las tareas diarias. La persona se siente como si fuera de plomo, pues ninguna parte del cuerpo parece estar dispuesta a moverse, y esto se debe a que ya no hay energía disponible… El desgano y la parálisis de la voluntad pueden llegar tan lejos que toda la personalidad se cae a pedazos, por así decirlo, y la conciencia pierde su unidad…” (Sharp).


En este tipo de depresión de ansiedad suele prevalecer en el paciente la vivencia amenazadora de locura o muerte, acompañada de un amplio espectro de molestias somáticas diversas y de una actitud hipocondríaca que lleva al paciente a estar continuamente pendiente del funcionamiento de su organismo, con sensaciones de inestabilidad, vértigo, o fobias a los espacios abiertos, en especial a las calles.


ABAISSEMENT DU NIVEAU MENTAL


Otro síntoma muy característico en los casos de depresión es el abaissement du niveau mental (decaimiento del nivel mental), que es un término junguiano muy asociado con este desorden. Este término se refiere a una disminución del nivel de la consciencia y del estado mental y emocional que se experimenta como una “pérdida del alma”. En palabras de Jung, es
un aflojamiento de la tensión de la conciencia, que se siente subjetivamente como desgano, malhumor… (Jung).


Se trata de una desinhibición de las usuales restricciones psíquicas y una reducción de la intensidad de la conciencia, que produce ausencias de concentración y atención, un estado que, para bien y para mal, puede facilitar la emergencia de inesperados contenidos inconscientes. Jung usó el término para describir una condición limítrofe en la que es era inminente la aparición de determinados contenidos inconscientes en la conciencia (Samuels).
Esta desinhibición puede vivirse en forma negativa, ya que el abaissement puede hacer que la persona actúe torpemente y que sienta temores inusuales y exagerados que las personas que la rodean nunca antes habían presenciado. Son temores irracionales como los que se pueden tener cuando despertamos a mitad de la noche, invadidos por el temor, cuando el nivel de la consciencia está en un nivel bajo. Sólo que el deprimido lo siente todo el tiempo. Además
causa la reducción de la confianza en sí mismo, el espíritu de sana ambición y un estrechamiento general del horizonte mental. (Jung)


Sin embargo, el pronóstico optimista de la depresión está teóricamente sustentado en la teoría junguiana, ya que como veremos, la regresión hace posible que se produzca una colisión con el material inconsciente que emerja, con la consecuente posibilidad de llevar a cabo la integración con tal simbolismo arquetípico. Sin embargo, como afirma Samuels, esto último sólo será posible si existe la suficiente fuerza del ego para resistir ese exigente reto (Samuels).


La posición de Jung con relación a la regresión difería completamente de la de Freud, para quien la regresión era la mayoría de las veces un fenómeno negativo. Por el contrario, Jung descubrió los aspectos terapéuticos y enriquecedores de la personalidad que podrían darse durante los periodos en los que ocurría un movimiento regresivo de la energía psíquica, dejando así de ser un suceso necesariamente patológico, ya que a menudo anuncia una renovación de la personalidad o un estallido de actividad creativa.


MOVIMIENTO PROGRESIVO LUEGO DE LA DEPRESIÓN


De esta manera, Jung consideraba que el movimiento regresivo durante la depresión puede considerarse como un periodo de regeneración o de toma de energía, que ocurre antes de que se produzca un posterior avance. Según Jung, la depresión puede entenderse:


como un fenómeno compensatorio inconsciente, cuyo contenido, para surtir todo su efecto, tendría que hacerse consciente. Y esto puede llevarse a cabo yendo en la dirección señalada por la tendencia regresiva e integrando en la consciencia los recuerdos, de este modo activados, lo cual equivale, en efecto, a hacer realidad la verdadera finalidad de la depresión.
(O.C. 5: 457).


En lenguaje sencillo, una depresión, al igual que cualquier brote de neurosis, tiene un fin determinado y es una oportunidad para darnos cuenta de quiénes somos, en oposición a quiénes creemos ser.


Cuando se produce un movimiento regresivo, la energía retorna y activa contenidos inconscientes (fantasías, recuerdos, deseos, etc.) que necesitan ser descubiertos y examinados en pro de la salud psicológica. Lograr esta tarea define el buen o mal desarrollo de una depresión, así como su duración. Al trabajar los síntomas que invariablemente la acompañan —angustia, miedo, culpa, conflicto—, las personas pueden aceptar sus limitaciones y descubrimos sus verdaderas fortalezas.


De acuerdo con Jung, se debe buscar terapéuticamente que el estado de depresión sea vivenciado tan completamente como sea posible, de modo que los sentimientos involucrados puedan ser esclarecidos. Tal esclarecimiento representa una conversión de un sentimiento vago en una idea o imagen más precisa a la cual la persona depresiva pueda referirse. De ahí la importancia terapéutica de acompañar la elaboración verbal de los conflictos, con el trabajo simbólico con la imágenes, a través de técnicas expresivas. 


SIMBOLISMO DEL PEZ RÉMORA


Una imagen simbólica asociada con la depresión es la de la rémora, pez que aparece en un breve tratado alquímico que fue estudiado por Jung. En la antigüedad se creía que este pez era capaz de inmovilizar grandes barcos, y en el texto se dice que era capaz de “detener al orgulloso buque del gran mar Océano”. En la realidad, la rémora es un pez que posee un disco oval sobre la cabeza que actúa como una ventosa, con el que se adhiere a la parte inferior de las naves. La creencia tiene obviamente un sentido simbólico, y puede representar a la depresión, que siendo aparentemente tan pequeña, puede ser un factor tan inhibidor que es capaz de bloquear la consciencia. En el tratado se afirma que la rémora podía ser capturada por un pescador, de forma natural y rápida, con ayuda del “imán de los filósofos”. Como veremos enseguida, se trata de una imagen muy sugerente para ilustrar el papel del terapeuta al trabajar con cuadros depresivos mayores.


ASPECTO CLAVE: LA ACTITUD DEL TERAPEUTA


De acuerdo con la anterior imagen, el psicoterapeuta que enfrente casos de depresión grave, debe tener un cúmulo de actitudes que corresponda con el “imán de los filósofos”. La conducta de un pescador que está dispuesto a esperar pacientemente y en silencio, es una imagen idónea para la actitud que se requiere. Es esa actitud la que hace posible que el terapeuta se vincule con el paciente. En términos junguianos, posibilita que se produzca la “constelación” del proceso. Lo que se constela en esta situación es el factor que está ausente de la conciencia, y cuya ausencia ha dado lugar a la depresión. Además, el pez debe ser capturado “de forma natural”, lo que indica que se debe observar sin prejuicios, pensar de una manera sencilla y, sobre todo, escuchar con mucha atención, para lograr eliminar el bloqueo de la consciencia (Fierz).


Al inicio de este escrito se mencionó que es posible utilizar la psicoterapia para tratar los trastornos depresivos graves, pero que es necesario que el tratamiento tenga un procedimiento diferente al habitual, y las correspondientes actitudes del terapeuta. Se debe partir de unos hechos concretos.


Primero, el paciente está asustado porque se siente amenazado por algo extraño e incomprensible, así que éste debe ser calmado. El analista junguiano confía en la autonomía que tiene la psique para auto-regularse. Sabe que mientras que el paciente siente conscientemente que no hay ningún avance, inconscientemente se está llevando a cabo una transformación. Es necesario que también el paciente confíe en el constante resurgimiento de fuerzas de auto-curación de la psique autónoma.


Segundo, en el estado depresivo, el paciente ha perdido la esperanza. Por eso, el tratamiento de la depresión exige del terapeuta no sólo tener la paciencia de un pescador, sino que necesita también ofrecer constantemente esperanzas al paciente; de esa manera, el paciente sabe que le espera una mejoría al final del proceso.


Tercero, en la depresión no estructurada, el paciente siente alterado por completo la percepción del tiempo, quedando en un mundo en el que las horas corren con exasperante lentitud y en el que el tiempo es inmanejable. Lo terrible es que con tanto tiempo disponible para realizar actividades, la persona no dispone de la energía para hacer nada. Por eso, durante el tratamiento es aconsejable establecer un programa diario con rutinas de actividades (bañarse, leer, ver televisión, caminar, etc.) que permita que las horas que dividen el día se hagan visibles de nuevo. Por este motivo, muchos recomiendan aplicar el tratamiento en una clínica, precisamente porque allí pueden ayudar al deprimido a organizar este tipo de rutinas que incorporan también la administración de medicamentos. Además, al estar institucionalizado, el paciente siente que se aclara su situación. Puede ya salir de la incertidumbre de lo que le sucede. Le hacen saber con certeza que él es un enfermo que padece de depresión y que no tiene ninguna otra cosa. Esto es muy diferente a la terrible impotencia que suelen sufrir, el paciente y sus familiares, antes del inicio del tratamiento.


Cuarto, los pacientes deprimidos se sienten absolutamente débiles, física y psíquicamente, por lo cual el terapeuta debe hacerle saber que sabe la intensidad de su fatiga. Por eso, se recomienda que en las sesiones de terapia se permita que la persona describa y explique sus síntomas, reportando retrocesos y progresos. De esta manera, si el paciente tiene presente que el terapeuta conoce al detalle sus síntomas, se siente comprendido. Se debe además tratar hacer ver al paciente los aspectos comunes y típicos de su trastorno. Esto último es muy importante. Es muy generalizada la convicción que tienen los pacientes deprimidos de que “nadie ha sufrido nunca lo que yo estoy sufriendo”. Conviene que el psicoterapeuta pueda ver y hacer ver al paciente tanto la perspectiva individual como la colectiva de este sentimiento. De una parte, es completamente válido que el individuo que sufre una enfermedad tan difícil, defina personalmente la terrible manera en que está sufriendo. Pero de otra parte, la aseveración del “sufrimiento único” es inflacionaria y, como dice Fearz, muestra una tendencia a sentir que uno es alguien especial, por cuenta del sufrimiento (Fearz). Conviene discutir con el paciente que ese “sufrimiento único” tiene características comunes que todo psiquiatra conoce, por lo que no existe una particularidad en la enfermedad. Mediante esa reflexión, es posible demostrarle a la persona la característica esencial de la depresión, como parte de su proceso de individuación, en el que subjetivamente el proceso es único, pero objetivamente es una experiencia humana universal.


Quinto, el movimiento psíquico inconsciente durante la depresión se toma su tiempo para recargar energías antes de que ésta emerja de nuevo en la consciencia. Por eso, es necesario que haya una gran paciencia de todos durante el proceso de recuperación. No es posible apurar el tratamiento y son riesgosos todos los esfuerzos por acelerar el camino. Al respecto, conviene recordar un consejo antiguo que se solía dar en épocas difíciles y es que se debe esperar “a que las fuentes de Dios comiencen a fluir de nuevo” (Fearz).
Esta paciencia tiene que ver con la farmacoterapia moderna. Es innegable que los fármacos han sido de gran utilidad para el tratamiento de la depresión. Sin embargo, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que lo más conveniente es la combinación de ellos con la psicoterapia. De acuerdo con Fearz, una depresión tratada sólo con medicamentos, hace que el paciente se sienta degradado como persona y tenga la impresión de que no está siendo tratado por médicos sino que ha caído en manos de veterinarios (Fearz). Pero debido a que el problema psicológico principal, vinculado con la depresión, no se resuelve con drogas, los medicamentos pueden acelerar el tratamiento, lo cual no es algo positivo. Por eso, es necesario un gran cuidado y atención especial por parte del terapeuta. Es necesario tener en cuenta el principio hipocrático “El arte es largo, pero el momento es transitorio.”


La misma reflexión se hace con respecto a la terapia de electrochoque, que en contraste con la farmacoterapia, se considera muy peligrosa en casos de depresión. Una investigación (Fearz) demostró que el motivo por el que el tratamiento puede ser tan sorprendente y aparentemente exitoso es porque acorta la duración de la depresión en los pacientes. Pero se descubrió que este tipo de terapia no curó ni disminuyó la fase de la enfermedad, sino que sólo la interrumpió. Además, que si la terapia fuera administrada en la mitad de la fase completa de la depresión, después de un cierto período (de unos pocos meses a un año) el trastorno podría volver a atacar a la persona que se creía curada. El gran riesgo es que esta recaída se desarrolla en cuestión de minutos. La persona se siente de repente totalmente perdida, y existe el gran peligro de suicidio. En síntesis, se trata de otra estrategia que resulta de la impaciencia, la cual como vemos, es inadecuada para la depresión.


Sexto, el paciente deprimido es pesimista y terriblemente convincente, por lo cual el terapeuta debe cuidarse mucho de esa abrumadora influencia que la depresión puede tener sobre él. El pesimismo y el deseo de muerte del paciente pueden ser tan intensos que llegan a cegar al terapeuta y llevarlo a actuar descuidadamente, de manera que permita o provoque desenlaces inesperados (Fearz).


EL VIAJE NOCTURNO POR EL MAR


Los arquetipos aparecen en la historia de la humanidad como motivos que se repiten una y otra vez en diferentes tiempos y diferentes culturas. El motivo arquetípico psicológicamente asociado con la depresión y con la pérdida de energía características del trastorno es el viaje nocturno por el mar. Ese viaje por lo general consiste en que un personaje importante del relato es tragado por un dragón, ballena o monstruo marino, y tradicionalmente, quienes deben sufrir estas experiencias suelen ser héroes. Otras variantes del motivo es que el protagonista sea aprisionado, crucificado, desmembrado o raptado. En el lenguaje religioso, se habla a menudo de la noche oscura del alma. Ejemplos de este tipo de viajes son las historias de Jonas, Cristo, Ulises u Osiris.
Para Jung, este viaje por el mar “es una especie de descenso al Hades y un viaje a la tierra de los fantasmas en algún lugar más allá de este mundo, más allá de la conciencia, es decir, una inmersión en el inconsciente” (Jung). 
Desde la psicología junguiana, estas leyendas se interpretan simbólicamente como representaciones del movimiento regresivo de la energía psíquica en un caso de depresión.

Dice Jung: “El héroe es el exponente simbólico del movimiento de la libido. La entrada al dragón representa la dirección regresiva, y el viaje al Oriente (el “viaje nocturno por el mar”) con sus eventos concomitantes, simboliza el esfuerzo por adaptarse a las condiciones del mundo psíquico interno. La completa ingestión y desaparición del héroe en el estómago del dragón, representa un absoluto desinterés por el mundo externo. La derrota del monstruo desde adentro constituye el logro de la adaptación a las condiciones del mundo interno, y la salida (“escape”) del héroe del estómago del monstruo con la ayuda de un pájaro, cosa que ocurre al salir el sol, simboliza el reinicio de la progresión” (Jung).

Los mitos sobre el viaje nocturno por el mar parecen derivarse del movimiento del sol, el cual, en el ocaso del día, deja de iluminar hacia afuera para hacerlo hacia su propio interior, y termina sumergiéndose en el mar, símbolo maternal, para llevar a cabo un viaje nocturno por el mar hasta emerger renovado y brillante en la mañana del día siguiente. “La puesta del sol, análoga a la pérdida de energía en una depresión, es el preludio necesario para renacer. Purificado en las aguas sanadoras (el inconsciente), el sol (conciencia del ego) vive nuevamente” (Jung?).


Pero en todos esos temas simbólicos de la mitología que representan la depresión, hay un momento de encierro, bien sea en una prisión o en la barriga de un monstruo, que es una especie de viaje a algún lugar más allá de este mundo y por supuesto más allá de la conciencia. Se trata de una inmersión en el inconsciente que se acompaña con la pérdida de energía característica de la neurosis.


En todos los motivos hay luego una liberación y un “renacimiento”, el cual constituye un símbolo particularmente fuerte. Su significado consiste en que el ser humano puede empezar luego una nueva vida. En otras palabras, a través del símbolo, estos temas representan un renacimiento psíquico. Cuando el héroe renace, por ejemplo cuando es arrojado de nuevo a la playa como en el caso de Jonás, significa que se ha resuelto el conflicto interno y que el obstáculo que impedía el movimiento progresivo de la energía ha sido eliminado y que las energías vitales han sido liberadas y pueden continuar su camino de progreso.


En resumen, se puede decir que en todos estos mitos se representan los dos momentos de la depresión, cuando esta es exitosa, es decir cuando el héroe logra cumplir sus ordalías: en el primero, las energías vitales del individuo se retraen de la superficie de la vida hacia el inconsciente; segundo, se pueden recoger allí nuevas fuerzas que lo hacen regresar a la vida con una renovada vitalidad.


Fuente: http://www.adepac.org/

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