jueves, marzo 05, 2015

El tsunami del cambio en defensa de nuestra autoestima



Pintura:Enrique Colmenares

En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social llamado la teoría de las ventanas rotas. Dejaron dos autos idénticos abandonados en la calle, la misma marca, modelo y color. Uno lo dejaron en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y acomodada de California.

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió los espejos, las llantas, el motor, la radio,etc.... Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Sin embargo, el experimento no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana sin daño alguno, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto y se desató el mismo proceso que en el Bronx, robo, violencia y vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza, tiene que ver con la psicología humana y la valoración perceptual en las relaciones sociales. Un vidrio roto transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que invita a romper los códigos de convivencia, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma esa idea de debilidad, desinterés e indefensión atrae una violencia irracional.

En síntesis, si no te amas, cuidas, y preservas tu propiedad física y emocional, demostrando descuido y falta de autoridad desde la visibilidad y puesta en valor de tu ser frente a terceros; no solo nadie lo hará por ti, sino que habrá quienes atentarán explícitamente contra tus bienes tangibles e intangibles de forma explícita e implícita.

Si a esto le sumamos que nuestro espacio de pertenencia es parte de una comunidad que opera de similar modo por falta de interés, iniciativa, educación, actitud y autoestima; se sumarán los parques y espacios públicos como sitios abandonados por miedo, incertidumbres y creencias limitantes para ser luego ocupados por los delincuentes. Existe una responsabilidad de los gobiernos, pero la gran responsabilidad, interés y cambio debe empezar por uno.

Estar disciplinados, respetar y hacer respetar las normas, implica involucrarnos en los procesos complejos que transitamos desde lo individual y lo colectivo.

Nosotros no solemos ver lo que es, sino lo que creemos que es. Esa percepción ilusoria hace que como observadores rotulemos subjetivamente a terceros o nos etiqueten dejando nuestro destino librado al azar. Para ello, es importante demostrar la defensa de los derechos personales, dando pruebas contundentes que existimos, que estamos despiertos, que somos dueños de nuestro territorio y que no nos quedaremos quietos porque nuestro crecimiento se sustenta en mantener lo que tanto nos costó lograr. Nuestro compromiso, entusiasmo y determinación por la vida, debe hacer que logremos y defendamos un posicionamiento que no invite a confusiones ni imágenes deterioradas de nuestra identidad. Somos únicos, debemos salir de nuestra zona de confort tóxica e improductiva y salir a buscar resultados diferentes, dejando de hacer siempre más de lo mismo.

Y como diría una prestigiosa actriz y presentadora de la televisión Argentina…”La vida es corta. Como te ven te tratan y si te ven mal…te maltratan” Si recibimos maltrato, es por darle espacio y autoridad a quien nunca la tuvo, es nuestra decisión. Tanto nuestro protagonismo como el legado con el que podríamos trascender, se disuelve en las oscuras aguas de nuestra falta de determinación y convicción por la carencia de propósitos.

Más información en el libro 
http://eltsunamiestucambio.blogspot.com/

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