miércoles, julio 02, 2014

Algo de psicología desde el mundial de fútbol


Escrito por José Luis Ysern de Arce

Cada partido que juega un futbolista es una actividad “agonística”, palabra griega que significa lucha, combate, esfuerzo. Este acto deportivo para que resulte bien tiene que darse en equipo, coordinando fuerzas, estrategias, combinando buenas jugadas. Además del esfuerzo físico tiene que haber inteligencia, hábil destreza y mucha buena voluntad. Esto es lo bueno del buen deporte y del buen fútbol: implica al ser humano en forma integral, con todas sus potencias físicas, psíquicas y espirituales. Por eso el buen deporte, el buen fútbol, el juego limpio, es algo que a todos nos gusta y entusiasma.




De ahí que rechazamos cualquier violencia o destrucción que se quiera ver asociada a las fiestas para celebrar al propio equipo. ¿Qué sentido tiene que algunos grupos de “hinchas” se desborden en celebraciones vandálicas, destructivas, motivo de miedo y vergüenza para los demás? Algo no funciona bien en esas mentes.

Otra reflexión a tomar en cuenta con motivo de este mundial de fútbol es la experiencia psicológica llamada “tolerancia a la frustración”. En todo deporte se juega por el gusto mismo del juego pero también por una noble competencia en busca del trofeo, de la victoria. Se juega para ganar pero no siempre se gana: para que alguien gane, tiene que haber otro que pierda; así son las reglas del juego.

Por eso es necesario desarrollar la tolerancia a la frustración como corresponde a la gente psicológicamente sana, con buen nivel de madurez intelectual y emocional. Las personas con buen nivel de inteligencia emocional tienen también buen nivel de tolerancia a la frustración. Son hombres y mujeres que saben que en la vida no todo siempre resulta como se desea, que surgen contratiempos, rabias, adversidades, dificultades, reveses, derrotas, vicisitudes de todo tipo. Las personas de bien, de buena salud mental, saben eso y actúan en consecuencia.

Por eso al ocurrir estas contrariedades y las consiguientes decepciones, lejos de hundirse y desesperarse, asumen el fracaso con sabia hidalguía, superan el disgusto con magnanimidad y ... ¡a otra cosa! Comprenden que más lindo habría sido ganar, pero que alguien también tiene que perder y que a nadie le va la vida por un fracaso futbolístico. Un fracaso de este tipo no es asunto de vida o muerte ni se hunde el país porque la selección no haya avanzado a las metas deseadas. Además ¿qué se entiende por fracaso? La buena tolerancia a la frustración nos ayuda a relativizar el tal fracaso y nos ayuda a sacar bien de lo que parecía mal.

Esta misma tolerancia a la frustración evita además que se confunda amor a la patria con un patriotismo de baja calidad, con olor a patrioterismo barato, ridículo, de pinta chauvinista. El sano deporte exalta el amor a la patria propia, pero también a la de los demás. Por eso nos agrada tanto ver en nuestros deportistas gestos de caballerosidad con sus colegas del equipo adversario, delicadeza y compañerismo entre todos, juego pensado y actuado en equipo más allá de cualquier feo individualismo.

Y última reflexión: mantener la mente despejada y clarita, con sano sentido crítico, para evitar que estas competencias puedan convertirse en una especie de “pan y circo” al estilo del antiguo imperio romano. Ante este mundial de fútbol en distintos lugares del mundo han aparecido grupos de “indignados”, especialmente jóvenes, que dicen: nos gusta el fútbol, pero no queremos que el mundial sirva de cortina de humo para alienar nuestras mentes con una especie de opio soporífero. Hay otras cosas además del fútbol que tienen mucho que ver con la justicia social, buscamos su solución, y por eso no queremos que con la disculpa del mundial se tapen ni olviden. Fútbol sí, justicia social también.


JOSÉ LUIS YSERN DE ARCE



Sicólogo, Sacerdote; Licenciado en Teología; Diplomado en Psicología Clínica; Master en Psicología; Doctor en Psicología. Docente Jornada Completa de Psicología Universidad del Bio-Bio. Asesor Nacional de AUC

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