Para activar en tu vida un poderoso motor capaz de llenarte de paz y de alegría, lo mismo que de atraer a ti más de lo que deseas, cultiva la gratitud. Para ello, sigue estos pasos:
Reflexiona. Tómate un momento para reflexionar sobre tu vida y, con total honestidad, determina si tiendes a enfocarte más en el signo de menos, que en la cornucopia de bendiciones que te regaló la vida, solo por haber nacido. Si al leer estas palabras inmediatamente vienen a tu mente todos los motivos por lo que esta frase es una mentira –quizás sientes que tu niñez fue horrible, que tus circunstancias actuales son injustas, etc.– reconoce que tu enfoque no es uno de agradecimiento, sino de insatisfacción. Tú ves el vaso medio vacío, no medio lleno.
Analiza. Aún si es cierto que tienes motivos para sentirte ingrata ante la vida, analiza qué, exactamente, te aporta esta actitud. ¿Te hace sentir más serena, más alegre, más relajada… o todo lo contrario? Ahora responde: ¿crees que con esa actitud vas a atraer más felicidad o más infelicidad a tu vida? Enfócate. Si llegas a la conclusión de que la ingratitud te resta como persona y te impide ser feliz, decide que de ahora en adelante vas a tener una actitud más positiva. Ahora entiendes que esta te permite valorar todo lo bueno que hay en tu vida y que, de otra manera, pasarías por alto. Y entonces es como si no lo tuvieras. Esto es como devolverle a la vida todos los regalos que te dio.
Haz una lista. Toma lápiz y papel y haz una lista de todas tus bendiciones. ¡No pases ni una por alto! Si te cuesta trabajo enumerarlas, enfoca la tarea desde otra perspectiva: haz una lista de todo lo que no desearías perder, como tu salud, tus seres queridos, tu trabajo, etc. Estas cosas te brindan felicidad o alegría, pero tú las das por hecho y, simplemente, porque siempre están ahí, ya no cuentan para ti. Pero… ¿te has puesto a pensar qué pasaría si te faltaran? Retoma el lápiz y sigue anotando.
Practica dar las gracias. Todas las mañanas al despertar da las gracias a Dios, a la vida o al universo por las cosas que enriquecen o alegran tu vida. Menciona por lo menos cinco bendiciones. ¡Nada es demasiado insignificante para mencionarlo! Si te alegra escuchar el canto de los pájaros en la mañana, inclúyelo en tu lista. Y recuerda que hay personas que jamás los han escuchado.
Repite el proceso todas las noches antes de dormir y, si puedes, varias veces durante el transcurso del día. Escucha lo que te dices. Si te tomas el tiempo de dar las gracias, pero el resto del tiempo tu monólogo interior es negativo, estarás saboteando tu progreso.
Cada vez que te sientas frustrado, irritado o de mal humor, detente y repasa qué te has dicho. Desenmascara los pensamientos tóxicos, que te llevan –una vez más– al signo de menos. Actúa como una persona agradecida… y lo serás. Lleva un jornal de gratitud en el que anotes todas las cosas por las que das gracias a la vida. Llama a esa persona para agradecerle el favor; toma nota de todo lo que te provoca una sonrisa o un momento agradable. Mira la lección inherente en cada contratiempo. Y, pase lo que pase, recuerda estos sabios pensamientos: “Muchas veces damos por hecho las cosas por las que debemos estas más agradecidos”.
“Yo mantendría que dar gracias es la forma más elevada del pensamiento; y que la gratitud es la felicidad multiplicada por la capacidad del asombro”.
–G. K. Chesterton
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