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"Por encima de todo: Honrarás a tu madre y a tu madre”
Una
de las cosas más difíciles en Psicoterapia es integrar todo el dolor
que nuestros propios familiares nos propician, sobre todo cuando somos
niños.
Los
aspectos culposos y vergonzosos del ser humano se gestan dentro del
núcleo familiar, para un niño victima de maltrato o de abusos por parte
de sus familiares esto es un drama que se articula en multitud de
conflictos, por un lado la impotencia para poder defenderse y por el
otro esa necesidad de amor que no puede ser cubierta por las figuras más
importantes para el infante, su padre, su madre y a veces los hermanos.
El
gran dilema que esta situación genera es la cantidad de rabia y
resentimiento que se anidan en la psique del niño, estando éste obligado
a querer a su padres y familiares maltratadores a pesar del los abusos o
malos tratos.
Frases
como “la familia solo hay una”, “como la familia no hay nada” nos
llevan a creer erróneamente que debemos amar a nuestros verdugos. Pero
¿cómo puede una niña amar a su padre si este abusó sexualmente de ella o
le propinó sendas palizas?.
La idea de la familia perfecta es solo una quimera.
Socialmente somos educados a honrar a nuestros padres, a quererlos pese a todo, pero ¿Quién defiende la dignidad del niño?
Crecer
en un ambiente familiar violento, disfuncional se paga muy caro, pues
en la edad adulta ese aspecto de la psique, el Arquetipo de niño-niña
herido nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Cuando este arquetipo
está activo, el adulto reacciona emocionalmente al igual que un niño,
conectando con ese desamparo y abandono que sufrió en su más tierna
infancia.
El
arquetipo del niño-a herido está presente en muchos adultos que de
forma inconsciente arrastran este dolor a sus espaldas. La falta de
amor, de reconocimiento que vive el niño se quedó grabado en su psique y
solo con un proceso terapéutico continuado puede ser integrada esta
terrible herida en la psique.
El
estigma de este arquetipo es el miedo, la inseguridad, el sentimiento
de abandono, la falta de autoestima. La manifestación de este arquetipo
se articula en enfermedades relacionadas con el aparato digestivo,
bucales (dientes), adicciones, bulimia-anorexia, depresión, ansiedad…
así como en relaciones basadas en la dependencia afectiva.
El
arquetipo del niño-niña herido sería la punta del iceberg, pues si
analizamos al clan familiar, a la estructura que conforma la historia de
nuestros ancestros podemos vislumbrar que el dolor no es un acto
casual, sino que por, el contrario, forma parte de nuestra novela
familiar nos guste o no.
Inconsciente Familiar.
Para
poder comprender e integrar la realidad familiar dolorosa hemos de
ampliar nuestro campo de visión. Pues somos el eslabón de una cadena,
formamos parte de un clan en donde el dolor es como un testigo que pasa
inexorablemente de generación en generación.
Desde
el punto de vista del transgeneracional (inconsciente familiar) como
integrantes de un clan heredamos aspecto físico, carácter y también
heredamos los conflictos no resueltos de nuestros antepasados, somos
víctimas de víctimas.
Ancelin
Schützenber psicoanalista, analista de grupo – una de las primeras
terapeutas que utilizó el psicodrama de Moreno en Francia – y profesora
emérita de psicología en la universidad de Niza, en su libro ¡Ay mis
ancestros! Pone de manifiesto el modo en que heredamos los conflictos,
los traumas no sanados de nuestros ancestros.
“Somos
menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero tenemos la
posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino
repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos
que se han tejido en nuestra familia”.
Así, repetir
los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar
de nuestros ancestros es para nosotros una manera de honrarlos y de
serles leales.
Cuando
vivimos situaciones traumáticas dentro de la familia en muchas
ocasiones son los hilos invisibles de lo “inconsciente” se ponen de
manifiesto dentro del clan, no son hechos “sueltos” inconexos sino que,
por el contrario, están conectados a la historia familiar.
Un
niño maltratado no emerge de la nada, en la mayoría de los casos sus
propios padres han sufrido los mismos abusos y situaciones dolorosas por
parte de sus propios padres por ejemplo.
En
psicoterapia es muy común encontrar a personas que sufren las
consecuencias de ambientes familiares disfuncionales con una gran carga
de dolor y de trauma psíquico.
Es
un error común en muchos enfoques terapéuticos llevar al paciente a
"perdonar”, acto muy noble por supuesto, pero que de poco sirve. Enfocar
el conflicto desde ese prisma sin haber liberado antes el dolor y el
resentimiento, sin haber comprendido todo el cuadro familiar de donde
provenimos es un acto yermo desde el punto de vista terapéutico.
Anne
Miller en su obra “El cuerpo no miente” manifiesta de qué forma esta
doble moral “amarás a tu madre y a tu padre” crea en la persona una
doble confusión de la que le es difícil escapar. Ser “buenos” por encima
de todo, tragar cualquier tipo de humillación proveniente de nuestros
padres y familiares es visto como un acto estoico, pero no nos
confundamos, el sacrificio y la humillación por la que hemos de pasar no
nos lleva a sanar, sino todo lo contrario.
Aceptar
la propia verdad dolorosa dentro del sistema familiar duele, pero peor
aún es negarla, pues todo lo que se reprime se imprime en el
inconsciente y si, de familias hablamos, éstas tampoco se escapan del
los hilos invisibles de la sombra.
En
nuestro clan existe una novela, un drama particular del que todos los
integrantes del clan son participes. La sombra en la familia no es plato
de gusto para nadie, pero en todas las familias “cuecen habas”.
En
fechas significativas como son las “navidades” muchas personas viven el
conflicto de tener que reunirse con la “familia toxica”; en definitiva,
con las personas que más les han hecho sufrir en su vida.
En
la navidad llega el turrón, pero también llega el tiempo de la
hipocresía y el silencio contenido, de los no dichos, del juicio, la
culpa… por eso, cuando nos acercamos a estas fechas nuestros pulmones se
colapsan, no porque “cogemos frío”, sino porque vivimos un ataque
frontal en nuestro territorio o porque el ambiente está contaminado con
el polvillo de los asuntos no resueltos entre los integrantes de la
familia.
La
familia perfecta y unida vende, pero por desgracia esto no es la
realidad, en los medios de comunicación somos contaminados con estas
imágenes de perfección que solo nos llevan a la frustración pues no nos
vemos reflejados en ellas, sino todo lo contrario.
Si
estamos inmersos en la dinámica de una “familia tóxica” lo primero que
debemos aceptar es que esto es así, nos guste o no. Muchas veces es
necesario prescribir un alejamiento de nuestra propia familia para poder
vivir con un poco de paz, puesto que el foco de conflicto se encuentra
en su seno y entrar en contacto con las personas y situaciones
conflictivas puede llevarnos a vivenciar una y otra vez las situaciones
dolorosas.
En
estos casos el trabajo terapéutico es muy recomendable, pues es en el
marco terapéutico donde estos vínculos tóxicos y complejos pueden ser
vistos, sentidos o presentidos, ya que fuera del contexto terapéutico
son temas de los que no se habla por el gran dolor que acarrean, porque
son temas vergonzantes, dolorosos que muchos optan por tapar.
Afortunadamente,
gracias a los trabajos de investigación de muchos analistas e
investigadores de la psique humana podemos hoy en día ajustar estos
vínculos y nuestros deseos para que nuestra vida esté a la altura de lo
que nosotros deseamos, de aquello que profundamente ansiamos y
necesitamos (y no lo que se espera de nosotros) para poder SER.
Aceptar
la naturaleza dual de la vida es todo un trabajo de transformación que
comienza por nosotros y el lugar que ocupamos dentro de nuestras
familias.
Nos
guste o no la vida duele, la familia duele, pero el sufrimiento emerge
de la negación y represión del dolor, de ti depende mirar de frente a
la vida y dignificarte como persona a solas si es preciso.
La verdadera sanación y transformación del alma nace de enfrentar
y reconocer nuestra sombra, ¿después?… después ya no hay nada.
Surá Lillo.
Psicoterapeuta con Obsidiana (SITO)
Psicosomática Clínica (BIONEUROEMOCION)
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