sábado, junio 15, 2013

La felicidad: mito y realidad



Se ha escrito mucho sobre la felicidad. Desde el principio de la civilización que se habla de ella como un estado ideal del ser y del estar. Son muchas las fórmulas, recetas e instrucciones que se dan y se publican a diario para llegar a esa especie de paraíso terrenal en que uno es feliz y no siente nada más que "en positivo". Existe toda una industria dentro del llamado "crecimiento personal" que gira alrededor de esa idea. Lo que debes hacer es aplicar unas reglas y métodos: entonces serás feliz. Si no lo consigues, será que te falta "disciplina": necesitas leer y practicar más. Desde ese lugar, las frustraciones suelen ser tan numerosas como los intentos. En realidad, la felicidad auténtica no se consigue desde la obligación, el esfuerzo y la disciplina. Si así fuera, estaríamos hablando de una felicidad impostada, rígida y temerosa que poco tiene que ver con ella.


La felicidad tampoco es un estado de euforia o exaltación. Yo no consigo la felicidad cuando mi equipo marca un gol o cuando por fin, me toca un buen pellizco en la lotería. Por supuesto que estaré contento, ¡es una gran noticia!... Tanto en la euforia como en la exaltación, el ingrediente emocional principal es la alegría. Pero no es una alegría pura. A nivel emocional, en estos casos la alegría puede mezclarse con tres emociones más: la agresión ("¡¡¡por fin tengo lo que quería!!!", "¡¡¿¿por qué tuvo que costarme tanto??!!"); el miedo (me pongo nervioso, no sé qué hacer y me aguanto la alegría que siento, no sea que me la quiten); o con la tristeza (por todas las veces e intentos en que no obtuve lo que quería). Cuánta tristeza puede haber en la alegría...
Más allá de estos supuestos, la felicidad es otra cosa. La felicidad tiene más que ver con un estado de alegría pura (sin mezclas), y tranquilidad.


¿Qué sucede para que nos sintamos alegres y tranquilos?, ¿qué nos produce una alegría que se va asentando y nos aporta tranquilidad y bienestar?...
Sabemos que a nivel de relación humana, lo que profundamente nos mueve en la vida son los instintos. Durante millones de años de evolución, lo que sustenta la vida es el instinto. Sin él no estaríamos aquí.

A nivel de proceso evolutivo, la alegría es la emoción que sentimos cuando se satisfacen nuestras necesidades instintivas. Sin satisfaccion no hay alegría, y mucho menos felicidad. Cuando esas necesidades no son satisfechas, durante nuestro crecimiento acumulamos en nuestro cuerpo emociones como el miedo, la rabia y la tristeza básicamente, sobre todo cuando no tenemos más remedio que vivirlas en soledad. Si estas emociones pudieran ser acompañadas se transformarían en la tranquilidad que nos permitiría desarrollarnos con garantías saludables. Según las respuestas que recibimos en cada una de nuestras necesidades instintivas, construimos nuestra personalidad. Si básicamente vamos sintiendo que nuestras necesidades son atendidas y cubiertas, o aunque sean frustradas nos acompañan en nuestra frustración, nos iremos vinculando positivamente a las personas, y dentro de nosotros se irá asentando una alegría y una tranquilidad que nos permite vivir la vida en plenitud. Ahí residen los cimientos de la posible felicidad.

En nuestra sociedad, a menudo buscamos la felicidad en la consecución de objetivos, en tener y poseer como prioridad. Es cierto que alguna satisfacción nos da, pero en realidad eso no da sentido a nuestra vida. Tener y alcanzar objetivos es parte de esa felicidad, que no será consistente si no tiene la base del ser en cuanto a cómo nos relacionamos con nosotros mismos y desde ahí con los demás.

Hay un cuento oriental que habla de una reunión de dioses que discuten acerca de dónde esconder las llaves de la felicidad. Tras un largo debate deciden esconderlas en un lugar donde ellos creen que los seres humanos tardarán más en buscar: detrás de su corazón. No hay que ir a ningún lugar a buscarla, está dentro de nosotros. Pero... ¿cómo tenemos nuestro corazón?... ¿cómo está, cómo se siente?... Si entramos en él empezaremos a sentir sus heridas. Tras las heridas está él. Quizás un poco magullado, pero ahí está, en su sitio, vivo y palpitando.

Un día me preguntaron: ¿por qué es tan complicada la relación humana?... Creo que es una pregunta crucial para empezar a ver qué tiene el ser humano dentro para que la relación humana esté como está hoy en día. La respuesta a esa pregunta es responsabilidad de cada uno encontrarla para ver qué hace con ello. Personalmente, si alguna respuesta puedo dar, sería con la siguiente pregunta: ¿cómo ha sido nuestra relación humana desde que somos concebidos hasta nuestros días para que sea tan complicada?...
Desde las experiencias de cada uno, cada cual ha construido un filtro desde donde ve la realidad: más o menos limpio, o más o menos sucio. Cada uno tiene su filtro. Desde ahí se ve a sí mismo y a los otros.
El camino hacia la felicidad tiene que ver con la relacion que tenemos con los otros, a partir de ahí veremos lo que tenemos dentro, y a partir de ahí tendremos la posibilidad de transformar lo que tenemos. Si solo queremos ver la luz del sol nos estaremos mintiendo flagrantemente porque la vida no solo está hecha de sol y de luz. En la vida también hay días lluviosos y nublados. Y a veces nieva. A veces hace un viento terrible. Y a veces incluso la luz del sol puede cegarnos. La vida está hecha de todo eso y más. A mi modo de ver, la felicidad consiste, una vez vamos madurando, aprendiendo y obteniendo lo que necesitamos, en saber mantenernos enteros en todas las circunstancias. No hay recetas, ni fórmulas, ni instrucciones. Tan solo personas y experiencias que nos enseñan y nos muestran quienes y cómo somos.

Erich Fromm decia que la mayoría de los seres humanos fingen ser felices, porque si no lo son, parece que sean unos fracasados. A continuación añade que en la vida, lo más importante no es ser feliz. En la vida, lo más importante, es estar vivo. Al fin y al cabo, de eso se trata: de estar vivo con todo lo que la vida significa.

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