La salud
mental tiene que ver con las emociones, los pensamientos y el comportamiento de
los individuos. La buena salud mental
capacita al individuo para afrontar los obstáculos de la vida diaria, trabajar
para el logro de sus metas y ser funcional en la sociedad. No obstante, pequeñas
dificultades de la salud mental pueden afectar el desempeño cotidiano, de tal
forma que las personas no pueden funcionar como siempre lo han hecho en el
entorno familiar y social.
En el
mundo cerca de 450 millones de personas tiene un trastorno a nivel mental o del
comportamiento y sólo unos pocos reciben tratamiento. En países en vía de
desarrollo, como Colombia, la mayoría de las personas con enfermedades psiquiátricas
graves se las deja para que afronten a la buena de Dios sus cargas personales tales como la depresión, la demencia, la esquizofrenia
el abuso de sustancias, su calidad de
vida deja mucho que desear.
El medico epidemiólogo, microbiólogo Francisco Javier Martínez Ruiz, Colaborador con el Padre César Fernández de la Pradilla, experto
en medicina holística y psicosomática trae el siguiente texto sobre las causas de la depresión, y da gran claridad en torno al problema y sus alternativas
de solución, te permitirá revisar tus síntomas personales o de los seres
queridos. Acompaño este post con una dosis de optimismo que trae el grupo
arrebato, para ponerte en la otra orilla.
A modo de simplificación y guía,
podemos señalar que la Asociación de Psiquiatría Americana considera que una
persona (no drogada ni que acabe de perder a algún ser querido) presenta formas
mayores de depresión si presenta ininterrumpidamente durante mas de 14 días al
menos 5 de los siguientes síntomas (al menos 3 para las menores):
- Pesar,
tristeza o ánimo deprimido la mayor parte del día (a veces irritabilidad
en niños o adolescentes);
- Disminución
importante del interés en la mayoría de las actividades diarias;
- Aumento
o disminución importante del apetito;
- Insomnio
o sueño excesivo;
- Agitación
(evidente por el modo de frotarse las manos) o lentitud de movimientos;
- Cansancio
inexplicable o pérdida de energía;
- Sentimientos
de inutilidad o culpabilidad;
- Indecisión
o capacidad disminuida para pensar o concentrarse;
- Pensamientos
recurrentes de muerte, abandono o suicidio.
En los niños y adolescentes la sintomatología
se hace más enmascarada y puede cambiar: “posicionamiento” en el ambiente familiar
y académico, absentismo/ fracaso escolar, trastorno del esquema corporal y de
la alimentación, fugas, mentiras, hurtos, promiscuidad, consumo de toxicos y
conductas parasuicidas, etc. Son las
manifestaciones típicas de la depresión en menores de 25 años. La irritabilidad
puede sustituir al ánimo deprimido.
La depresión, en cualquiera de sus
formas o variantes, es una de las mayores epidemias que afecta a la humanidad
en los últimos decenios. Una pandemia que, sin embargo, tiende a ser invisible,
dado que los deprimidos disimulan y se retraen, y los suicidas suelen ser
ocultados. Es, además, un problema que crece y se extiende, como una negra y
espesa mancha de aceite en nuestro actual estilo de vida y cultura, sobre todo
en los países desarrollados y urbanizados. En estos países crece mucho mas
deprisa en niños y adolescentes y la edad de inicio del primer episodio
depresivo tiende a ser cada vez mas temprana. Los datos son los siguientes: Un
8-17% de las personas padecen en algún momento de su vida alguna forma de
depresión grave, aunque formas menores de depresión mas o menos disfrazada
afectan con cierta persistencia a un cuarto de la población edn algún periodo
de su vida. Después de la pubertad, se deprimen el doble de mujeres que
hombres.
En los pacientes afectados (y también en
sus amigos y familiares) la depresión merma la cantidad y, sobre todo, la
calidad de la vida. Aumenta el pesimismo, la hipocondría, la desesperanza; y
disminuye el flujo de pensamientos y acciones, la autoestima, el cuidado e
higiene personal, el impulso al reto, a la aventura, a la búsqueda de
soluciones, a las relaciones, al goce y al líbido. Además del sufrimiento,
aislamiento e incapacitación que produce acarrea un importante riesgo vital:
muchas enfermedades, accidentes, deterioros familiares, fracasos escolares y
despidos laborales pueden atribuirse directa o indirectamente a la depresión;
un 15% de los depresivos recurrentes mueren oficialmente por suicidio cada año
en los Estados Unidos, lo que representa un número de muertes similar a la que
produce el SIDA. La depresión, en sí misma, es un suicidio ralentizado, como
una muerte en cámara lenta. Aunque nuestro cuerpo sigue funcionando (mas
lentamente, por cierto), nuestra alma ha perdido su Sol, o yace en completas
tinieblas.
¿Cuáles son las causas de esta gran
pandemia que tanto ha crecido en los países desarrollados desde la II Guerra
Mundial? Se han postulado muchas posibles causas de la depresión y, sin duda,
existen probablemente muchos factores predisponentes y desencadenantes para una
enfermedad que, como esta, es tan variada. Pero algunos de ellos tienen un
papel causal muy importante y comprobado, no sólo en la especie humana, sino
también en los animales superiores. Vamos a intentar esbozarlas:
Los seres vivos están contenidos unos
dentro de otros. Por ejemplo, las moléculas están dentro de las células, éstas
están dentro de los órganos y sistemas, los cuales están contenidos dentro del
organismo del individuo; pero el individuo, a su vez, está contenido dentro de
su familia, y ésta dentro de su tribu, poblado y cultura, y éstos dentro de
sistemas biológicos y económicos mas vastos que los engloban. Todos ellos,
(micro) englobados y (macro) englobadores, son seres vivientes (biontes).
Cualquiera de ellos, además, tiene estructuras resonantes en cada uno de los
múltiples planos de manifestación del Ser universal; estos planos o «cuerpos»,
de mayor a menor densidad/visibilidad, han sido agrupados con los siguientes
nombres: el material (físicoquímico), el orgánico (cuerpo biológico), el etérico
(morfogenético), el astral (emocional), el intelectivo, el causal (teologal),
etc.
En la depresión se produce un derrumbe
escalonado de englobadores y de planos de manifestación. A pesar de que hay
interacción en los dos sentidos, el hundimiento de los planos sutiles y de los
macroenglobadores precede cronológica y casualmente al hundimiento de los
planos densos y de los microenglobados. Quizás sea este el origen de toda
enfermedad.
Cuando los científicos comprueban
alguna altyeración en algún plano visible de algún microenglobado (por ejemplo,
el conocido déficit de serotonina que se detecta en las postsinapsis de los
sistemas nerviosos de los deprimidos), esa alteración es cierta y hay que
tomársela muy en serio pero, en sí, sólo es una de las manifestaciones o
efectos de la depresión, y no significa que la verdadera causa haya tenido que
producirse forzosamente en la alteración, en el plano de manifestación y en el
bionte que ellos han observado.
En muchos casos, la gran mayoría, se
puede comprobar que la depresión está precedida por un periodo de «impactos» y
estrés demasiado intenso, duradero y/o repetido; en otros casos, los menos, no
se ha podido comprobar, lo cual no significa que no exista, quizás indirecta o
mediatizamente, proviniendo de niveles distintos a las emociones conscientes.
Estos impactos estrasadores pueden
ocurrir en cualquiera de los biontes y planos de manifestación, aunque los mas
vulneradores suelen ocurrir en los individuos y sus familias, así como en los
planos instintivo-emocionales. En cualquier caso. el verdadero «derrumbe»
depresivo se produce cuando el cuerpo intelectivo y teologal del individuo ha
sido por fin bloqueado.
Los impactos estresadores suelen
provenir de pérdidas, miedos, fustraciones instintivas y, en general, choques
emocionales ante los que el individuo cree que nada se puede hacer. Numerosas
observaciones y experimentos demuestran que cuanta mas juventud, sensibilidad,
soledad comunicativa e indefensión subjetiva tenga el individuo frente a lo que
le golpea emocionalmente y le estresa, y cuanto mas inesperados, instintivos,
duraderos y repetitivos sean dichos impactos... mas propenso a la depresión
será el resto de su vida y mas graves y petinaces serán las formas depresivas
en las que caiga el afectado.
Los científicos nos aseguran que, para
el individuo con vulnerabilidad promedio, mas de 50 días de stress continuado
en el adulto desembocan indefectiblemente en transtornos emocionales primero,
alteraciones del sueño después y depresión mas o menos profunda finalmente. Sin
embargo, este periodo se acorta considerablemente en los adolescentes y aún mas
en los niños, sobre todo si se sienten deprotegidos (no solamente por falta de
afecto y cuidados, sino también por falta de normas de comportamiento
eficaces); y también si los impactos estresadores son demasiado múltiples,
brutales y/o duraderos. La desestructuración de los englobadores (familias,
tribus, culturas, etc.) actúa como facilitador, disminuyendo notablemente la
intensidad y la duración de los periodos estresadores necesarios para el
desencadenamiento de las depresiones en los individuos.
Sin embargo, se observa un aumento
claro de depresiones y suicidios en individuos aparentemente bien gratificados
y sin traumas como pueden ser los adolescentes y «jóvenes de oro» de Estados
Unidos, o las poblaciones super-aseguradas por el «estado del bienestar» de,
por ejemplo, los ricos y cultos países escandinavos. Esto indica que el
verdadero «quid» generador primero de la depresión pueden no ser los «traumas
stresadores repetidos», por mas que éstos sean los desencadenantes mas
frecuentes y visibles, sino algo mucho mas central y sutil. Es aquí cuando los
estudios sobre los efectos de la «indefensión» como bloqueadora del cuerpo
causal (teologal) del individuo, cobran su enorme importancia etiológica, como
engendradores de la depresión.
Cuando no tenemos un mínimo control
sobre los acontecimientos o, mejor dicho, cuando no «creemos que» (confianza)
«podemos llegar a tener» (esperanza) un control sobre ellos, entoces abandonamos
toda «pretensión» (volición), nos deprimimos, enfermamos e, incluso, podemos
llegar a morir. La indefensión nos deprime justamente porque acaba rompiéndonos
la fe, la esperanza y el amor, esas tres «virtudes» (fuerzas) «teologales» que
los antiguos colocaron en la cúspide de todos nuestros motores morales.
Porque deprimirse es siempre, de hecho,
desmoralizarse.
En cuanto a la Terapia, la necesaria
brevedad de este artículo me obliga a esbozar solamente una lista de los
posibles múltiples instrumentos que deben aplicarse al tratamiento de la
depresión. Dentro del enfoque Holístico, que es el que seguimos, necesariamente
hay que atender a todos los planos de manifestación del Ser, es decir, a todos
los «cuerpos» del individuo, desde los mas densos y visibles, hasta los mas
sutiles e invisibles.
Aunque el objetivo último a restablecer
(¡o a inaugurar!) es la esperanza, la confianza y la volición del individuo, es
decir su cuerpo causal (teologal), normalmente debe seguirse un orden
reparativo ascendente, que empieza en lo físico (técnicas de relajación,
masajes y ejercicios, balnearios y contacto con la naturaleza,
magneto/helio/cromoterapia, musicoterapia, yoga físico y de la respiración,
risoterapia, etc.) y en lo químico (oligoterapia, Sales de Schuesler,
adecuación muy cuidadosa y experta de la medicación, especialmente de los
psicofármacos, de los que el paciente normalmente se ha hecho dependiente),
prosigue en lo biológico (fitoterapia de drenaje, de estimulación hormonal, ya
sea africana, china, ayurvédica, etc.), sigue en lo etérico (homeopatía,
radiestesia, oberbach, terapias sanacionales, etc.), continúa en lo emocional
(flores de Bach, gemoterapia), atiende después a lo intelectivo (terapia
cognitivas, PNL, etc. que, en ocasiones, requieren apoyos en terapias de
«regresión») y finaliza por lo causal (terapia existencial, de «peregrinaje
interior», yogas superiores y técnicas de meditación; y, especialmente,
restitución de la dignidad y de las virtudes morales, como la verdad, la
justicia, la solidaridad, etc. sobre todo las teologales (fe, esperanza y amor
del individuo hacia si mismo y hacia su entorno).
Este orden reparativo no es causal, ya
que los procesos terapéuticos deben repetir la secuencia de despliegues que han
formado al individuo (procesos ontogenéticos), al igual que éstos recapitulan
siempre el orden de formación de los reinos, órdenes, especies y funciones que
han ido apareciendo en la Naturaleza (procesos filogenéticos).
El enfoque holístico que seguimos en
muchas ocasiones obliga como es lógico a corregir graves anomalías de
comportamiento y relación cuyo origen no sólo se detecta en el individuo
(terapias de evitación, extinción, sustitución, ludo y laborterapia, etc.) sino
también en la familia o en las «tribus» vecinales y laborales en las que está
englobado el individuo (terapias de familia, interpersonal, etc.). Aunque mas
que «corregir» deberíamos decir «señalar», «orientar», «facilitar» y
«catalizar» lo que, en cualquier caso, deberán hacer al final los deprimidos y
sus familias. Pues, especialmente en la terapia de la depresión nadie puede
nunca «curar» a otro, y deben ser los propios seres vivientes quienes deben
autocurarse finalmente a ellos mismos.
Si queremos que alguien se beneficie de
una bicicleta, podremos dársela y darle dos o tres clases teóricas, pero la
«bicicleta» de la rehabilitación deberá montarla finalmente quien la debe
disfrutar. No hay atajos para la rehabilitación en el deprimido de la
conciencia, y de su formidable energía asociada. Ineludiblemente es así
siempre. Y eso, precisamente, es lo bonito: la gran aventura. ¿O hay alguna
otra?